Internacional

Familia sobrevive a los sismo de Haití y Chile

La familia dice sentirse insegura ante la posibilidad de un tercer remesón. Hablan de muerte y se niegan a quedarse en casa

SAN BERNARDO, CHILE.- Huyendo del miedo y el caos de Puerto Príncipe, la familia Desarmes partió de su natal Haití dos semanas después del terremoto devastador del 12 de enero para reunirse con su hijo mayor en Chile.

Pero la sensación de seguridad les duró apenas poco más de un mes.

Se disipó el sábado 27 de febrero a las 3:43 de la madrugada cuando uno de los terremotos más poderosos remeció gran parte de Chile.

Los Desarmes sobrevivieron a los dos terremotos. Pero la familia doblemente golpeada duerme en el jardín de una casa que el hijo mayor, Pierre, les consiguió en las afueras de Santiago. Temen un tercer sismo.

“Dejé mi país y vine aquí, debido a un terremoto”, dijo Seraphin Philomene, estudiante de 21 años y prima de Desarmes. “¡¬Y aquí, lo mismo!”.

“¡¬Dios mío, dejé mi país y no morí, pero voy a morir aquí!”.

Pierre Desarmes, de 34 años, pudo sacar a su familia de Haití gracias a sus contactos personales en la embajada chilena en Puerto Príncipe y en las Fuerzas Armadas chilenas. Nueve miembros de su familia —sus padres, dos hermanos con sus familias y tres primos— llegaron a Santiago en un avión de la Fuerza Aérea chilena, el 23 de enero.

Desarmes, vocalista de una popular banda de reggaeton haitiano en Chile, todavía se emociona al recordar cuando vio a su familia por primera vez. “Los veía y no lo creía. ‘¡Dios mío, aquí están!’ Fue un momento muy emotivo”, dijo en francés, en el jardín de la casa que ahora aloja a toda la familia.

“Cada vez que lo pienso, me siento triste porque comprendo que pude hacerlo por estar aquí. Pero hay tanta gente allá que no sabe lo que les va a ocurrir”.

Sus familiares tuvieron que partir con apenas unas horas de aviso, que les llegó vía mensajes de texto de un pariente en Estados Unidos que estaba en contacto con Desarmes en Santiago. Philomene ni siquiera pudo recoger su ropa, tuvo que correr a la embajada chilena al recibir el mensaje de que la familia tenía autorización para partir.

El terremoto del sábado volvió aún más traumática una transición difícil de por sí.
“Cuando se producen las réplicas, se niegan a quedarse en la casa”, dijo Desarmes, sorbiendo una bebida.

“Tengo que hablar con ellos todo el día, decirles, 'No hay problema, es un país preparado para terremotos, pasará, no es tan malo'. Pero no me oyen. Psicológicamente para ellos, aún están muy afectados”.

El hermano de Desarmes, Stanley Desarmes, de 32 años, se encuentra desubicado. Es padre de una niña de dos años, Nelia, que juega en el jardín, y dice que está preocupado por la seguridad de su familia y está pensando en trasladarse a algún otro lugar donde no haya tanto peligro de terremotos.


IDENTIFICAN CUERPOS
Las autoridades chilenas han identificado hasta el momento a 279 cadáveres de los 802 muertos, que hasta ahora se han contabilizado y decretaron un luto nacional de tres días.

Expertos españoles señalan que el tsunami chileno tuvo olas de hasta 12 metros. Constitución recibió la más grande, mientras que en Talcahuano el mar formó marejadas de 10 metros.

Carabineros detuvo a 163 personas en las últimas 24 horas. Los operativos se realizaron en la Región Metropolitana, Maule y Biobío, para frenae los saqueos a comercios.

El Gobierno chileno es fuertemente criticado por la lentitud en el reparto de ayuda humanitaria. Cinco días después del desastre, habitantes de algunos pueblos no han recibido alimentos.


No sé qué puedo hacer, pero quedarse no es posible. Podría morir y podría perder a mi familia. Tengo que irme. No sé a dónde, no sé cómo. Pero no quiero morir con mi familia aquí

Stanley Desarmes,
vivió dos sismos en un año.


Testimonio de una tapatía
Para Chile, mi corazón


Para los que estamos de regreso en nuestros hogares, el terremoto de Chile ha quedado atrás de alguna manera, porque claro, en la memoria permanecerá por siempre, y en el corazón también.

La amabilidad de la familia que nos protegió en Santiago, la línea aérea que hizo notables esfuerzos por traernos de regreso a México y la ciudadanía en general que soportaba con rigor la cotidianeidad y con ella las réplicas, sin perder la calma, fueron toda la diferencia.

El camino al aeropuerto fue tenso, luego de atravesar el túnel que pasa por debajo del Río Mapocho, que se encontraba intacto, la carretera presentaba señales de acortamiento de carriles. De tres, nos condujeron a uno solo mediante señalamientos y la guardia de carabineros. Ya enfilados los automóviles, descubrimos que el motivo era la ruptura del puente por lo cual había que pasar, despacio, sobre láminas metálicas, uno a uno.

“Esto ya se puso mal”, dijo nuestro anfitrión, Jorge Iglesis, al volante. Sin embargo ése, fue el único percance que vimos en la vía hacia el aeropuerto. Pero al llegar, el escenario era fúnebre ya que ver aquel enorme edificio sin luces, apagado y resquebrajado, ciertamente causaba toda una impresión.

Semi abandonado y acordonado desde el estacionamiento, había que ingresar a él varios metros antes, a pie. Con las maletas rodando, llegamos al ingreso del edificio aledaño para vuelos nacionales donde en el horario nocturno, saldrían los internacionales.

Y ahí, en un aplanado junto a las pistas, estaban las carpas y los toldos montados para agilizar las operaciones de los vuelos diurnos. Nosotros ingresamos al edificio donde en unos cuantos mostradores, los empleados de Aeroméxico y los de Lan registraban a sus respectivos pasajeros de manera manual. Los pases de abordar y las etiquetas del equipaje fueron llenados a mano, como se hacía hace muchos años.

Una vez dentro de las salas de abordar, nos encontramos a varios de los escritores mexicanos que habían visitado Chile con motivo de un encuentro literario.

Fue la tapatía Laura Hernández quien me informó que ellos estaban saliendo por gestiones de la Embajada de México en Chile, gracias a una carta emitida por el afamado escritor Juan Villoro, dirigida a Patricia Espinosa, titular de la Secretaría de Relaciones Exteriores. Y cuando le conté que nosotros no habíamos tenido éxito mediante la representatividad consular, ella realmente se mostró sorprendida ya que a ellos, el mismísimo embajador los había escoltado hasta el aeropuerto.

Minutos después conocimos a un matrimonio, también originarios de Guadalajara, y a quienes el terremoto igualmente había sorprendido en su viaje de placer a Chile.

Nos contaron que sí lograron obtener atención por parte de la Embajada, pero con una salvedad: un hijo de la pareja es piloto de Aeroméxico…

En esa plática estábamos cuando vino lo que para nosotros fue la última réplica en Santiago. Por lo que he leído en la prensa, hoy sé que osciló entre los cinco y seis grados. Las columnas del edificio se contorsionaban y los letreros de la señalética aeroportuaria se mecían para atrás y para adelante haciendo rechinar las argollas metálicas que los sostienen.

Mi nueva amiga tapatía gritó: “¡Ya no puedo más! ¡Ya no puedo más con esto!”. Enseguida me relató que luego del sabatino temblor, ellos pasaron el resto de sus días en Santiago metidos en la habitación de su hotel por el miedo.

Por fortuna, pensé, mi esposo Ricardo y yo habíamos optado por lo contrario y pasamos nuestros días “varados” recorriendo las calles de la asustada ciudad, lo que ahora son recuerdos que jamás voy a olvidar y que me han hecho llevarme por siempre ese terremoto no nada más en la mente, sino en el corazón.

Una vez a bordo del primer vuelo de Aeroméxico rumbo a esta patria, una vez que todos los pasajeros estuvimos sentados y con el cinturón abrochado –Juan Villoro incluido-, mi esposo me hizo notar que el avión estaba lleno a un muy bajo porcentaje de su capacidad. ¿Pero y dónde estaban los más de 80 mexicanos varados en Chile? ¿Qué pasó? ¿Quién no les avisó? ¿O quién no les ayudó? No sé. Son cuestiones que uno nada más puede cavilar y ya.

Estar de regreso en Guadalajara, ver a mis familiares y hablar con los amigos, reportarnos con los Iglesis que tan generosamente nos acogieron en Santiago, es de momento todo lo que yo puedo pedir.

Para Chile mi corazón y mi memoria; y mi eterno voto por que sepan capitalizar esta espantosa tragedia en lo que son y siempre van a ser: una nación fuerte, cálida e intensamente vigorosa.

Ana Guerrerosantos
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