Internacional
España y Gran Bretaña, víctimas colaterales
José María Aznar, presidente del gobierno español, y Tony Blair, premier británico, apoyaron la guerra de EU contra Irak tras los atentados del 11 de septiembre.
Les ordenó atacar brutalmente sus países como venganza. Los tres mandatarios habían firmado en marzo del 2003 un acuerdo en las Islas Azores en el que le daban un ultimátum de 24 horas al régimen iraquí, encabezado por Saddam Hussein, para su desarme. Como este no se llevó a cabo, Bush, con el apoyo de Aznar y de Blair, decidió invadir Irak sin contar con el respaldo de las Naciones Unidas argumentando la existencia en dicho país de armas de destrucción masiva.
El 11 de marzo de 2004 los terroristas islámicos atacaron Madrid y el 7 de julio del año siguiente Londres. En la capital de España acabaron con la vida de 191 personas y provocaron más de mil 500 heridos. En el segundo caso mataron a 56 personas —entre ellas los cuatro terroristas que la provocaron—, y hubo más de 700 heridos. Los dos atentados se llevaron a cabo con la intención de provocar el mayor número de víctimas civiles posibles.
Por eso ocurrieron unos minutos después de las siete de la mañana, en hora pico, y en el transporte público: con diez mochilas-bomba colocadas en cuatro vagones de trenes de cercanías en Madrid, y con cuatro bombas en tres vagones de metro y un autobús en Londres.
En ambos casos, además de provocar el mayor dolor posible, con las masacres los terroristas quisieron mostrar al mundo que con el 11-S la guerra de civilizaciones había comenzado y que ese atentado no había sido un acto puntual de castigo contra el imperialismo estadounidense, sino el punto de partida de una guerra santa (yihad) a escala mundial contra Occidente para lograr una victoria del Islam sobre sus enemigos infieles.
En el caso de Madrid, el atentado fue el mayor cometido en la historia de este país superando cualquiera de los llevados a cabo durante más de 40 años por la organización terrorista vasca ETA. En Londres fueron los más mortíferos desde la Segunda Guerra Mundial, también superando a los del Ejército Republicano Irlandés (ERI).
Y en ambos casos, además de ser brutales, tuvieron un efecto político. No sólo los presidentes Aznar y Blair vieron disminuida sensiblemente su popularidad, sino que en el caso del primero perdió las elecciones generales tres días después, pese a que su Partido Popular iba a ganar por tercera vez consecutiva según la encuestas.
Su error fue responsabilizar a la organización terrorista vasca ETA de la masacre, sabiendo que no era cierto. Mientras en Internet periódicos digitales con prestigio en el mundo entero atribuían la tragedia a islamistas radicales, grupos afines a Al-Qaeda reclamaban ser los autores y ETA negaba su implicación, el gobierno español seguía acusando a la organización separatista vasca.
Los españoles, rotos de dolor viendo como cientos de familias buscaban a sus muertos y heridos en hospitales y sanatorios, se sintieron engañados. Tres días después dieron la victoria al Partido Socialista Obrero Español (PSOE) y a su candidato, José Luis Rodríguez Zapatero, quien siempre se había opuesto a la guerra de Iraq y cuya primera medida tres días después de ser investido presidente fue hacer regresar a las tropas españolas de ese país, tal y como había prometido en campaña electoral.
Contra Londres
En el caso de Gran Bretaña, el 7 de julio de 2004, día de la masacre, el país era el centro de atención del mundo ya que se iba a inaugurar la Cumbre del G8 (los ocho países más industrializados del mundo). De hecho, las explosiones se produjeron justo cuando Blair se reunía con Bush, en Gleneagles, Escocia, antes del inicio del acto.
Nada más conocerse la noticia de la explosión de las bombas, el premier británico no sólo no culpó a otra banda terrorista, como podía haber hecho con el ERI, sino que admitió públicamente que tal agresión era inevitable, reconoció que había una relación entre el apoyo de su país a la guerra de Iraq y el atentado y reunió a los dirigentes para afrontar juntos las crisis.
Tanto Aznar como Blair habían llevado a sus países a la guerra en contra no sólo de la ONU, sino de la opinión de la mayoría de sus ciudadanos; y las consecuencias de esa decisión fueron brutales. Tras las matanzas, ninguno de los dos volvió a gobernar. Aznar perdió y Blair dimitió unos años después. Pero mientras el segundo pasó a la historia por haber ayudado a conseguir la paz en Irlanda del Norte, Aznar lo hizo por haber mentido sobre la autoría del atentado del 11-M.
Las cifras
* 191 personas murieron en Madrid el 11 de marzo de 2004
* 56 víctimas mortales dejaron los ataques del 7 de julio de 2005 en Londres
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