Internacional

El Papa Benedicto XVI proclama beato a Juan Pablo II

Los fieles que se encuentren en la Plaza de San Pedro festejan entre gritos y aplausos

El Papa Benedicto XVI proclama beato a Juan Pablo II
- Celebran miles de fieles en México (artículo)
- Atestiguan en el Jalisco beatificación (artículo)
- Comienza misa de beatificación en El Vaticano (artículo)
- Vendedores hacen su agosto en el Jalisco (artículo)

CIUDAD DEL VATICANO (01/MAY/2011).-
Frente a millones de peregrinos en la Plaza de San Pedro y las calles aledañas el domingo, el papa Benedicto XVI beatificó a su antecesor Juan Pablo II, en un festejo jubiloso en honor de uno de los papas más amados de la historia.

Hablando en latín, Benedicto declaró que Juan Pablo podía ser llamado en lo sucesivo "beato" y que su festividad se celebraría el 22 de octubre, día de su coronación en 1978 como papa.

La multitud estalló en gritos, aplausos y lágrimas en el momento de develarse una enorme foto de Juan Pablo sonriente sobre la loggia de la Basílica de San Pedro.

Ataviado con vestimenta de Juan Pablo, e inclinándose para besar a bebés, el papa Benedicto XVI, arribó minutos después de las 10 (0800 GMT) a la enorme plaza ocupada peregrinos de todas partes del mundo.

El escenario recordaba el de los últimos días de Juan Pablo en 2005, cuando unas 3 millones de personas realizaron vigilias bajo la ventana de su estudio y le rindieron el último homenaje cuando murió.

La beatificación busca elevar la moral de una iglesia golpeada por la crisis de los abusos sexuales de menores, pero también ha provocado la indignación de los grupos defensores de las víctimas porque el escándalo se produjo durante el pontificado de 27 años de Juan Pablo.

Reinaba un ambiente de fiesta: monjas sentadas en círculo tocaban guitarras y cantaban himnos, hombres alzaban a sus niños sobre sus hombros para que pudieran ver sobre las cabezas de la multitud y grupos de jóvenes católicos agitaban banderas de Argentina, Polonia, Francia y Gran Bretaña.

La seguridad era estricta: amplios sectores de Roma, a kilómetros del Vaticano, estaban cerrados al tráfico automotor, helicópteros surcaban el cielo, lanchas policiales recorrían el cercano río Tíber y unos 5.000 agentes uniformados patrullaban las barricadas para asegurar que los religiosos, las delegaciones oficiales y los poseedores de los codiciados pases VIP pudieran llegar a sus lugares.

Asistieron los príncipes herederos de España, Felipe y Letizia, junto con el premier italiano Silvio Berlusconi, el presidente mexicano Felipe Calderón, el líder del sindicato Solidaridad y ex presidente polaco Lech Walesa, así como el presidente de Zimbabue, Robert Mugabe, quien pudo asistir a pesar de estar vedada su presencia en territorio europeo, prohibición que no se extiende a la Santa Sede.

Miles de peregrinos, muchos de ellos polacos, pasaron la noche en puentes y piazzas de la ciudad y acudieron a San Pedro apenas se abrieron las barreras con una hora de anticipación.

Parados hombro con hombro, ocuparon la Via della Conciliazione, el bulevar principal que conduce al Vaticano, así como las calles laterales y los puentes que cruzan el Tíber a San Pedro.

"Estoy muy orgullosa de Juan Pablo. Era mi papa cuando yo era niña", dijo Alice Wirwicka, una polaca de 21 años que viajó 17 horas en autobús desde Szczecin para la ceremonia.

Fue la beatificación más rápida de que se tenga conocimiento, apenas seis años después de la muerte de Juan Pablo.

Benedicto inició la causa sin esperar a que pasaran cinco años, como es tradición, respondiendo a los clamores de "Santo Súbito" que se escucharon durante el funeral el 2 de abril de 2005.

El sábado por la noche un enorme cartel de "Santo Subito" decoraba el costado del Circo Máximo, donde una vigilia de oración inició las celebraciones.

Durante la noche se escuchó el testimonio de la monja francesa Marie Simon-Pierre, cuya curación inexplicable del mal de Parkinson fue considerada milagrosa por la Santa Sede: fue el milagro necesario para que Juan Pablo pudiera ser beatificado.

"Murió siendo santo", dijo el cardenal Stanislaw Dziwisz, el secretario de muchos años del papa difunto.
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