Internacional
Con retos, Humala asume Gobierno de Perú
El mandatario promete mantener el crecimiento de la economía y erradicar la exclusión social
Durante su juramento, Humala evocó a la Constitución de 1979 de un Gobierno militar y no por la actual de 1993, modificada por el ex presidente Alberto Fujimori, preso por abusos a los derechos humanos, lo que desencadenó gritos y protestas por parte de los fujimoristas.
El primer discurso de Humala como presidente no tuvo mayores sorpresas y confirmó que gobernará de forma moderada, dejando atrás sus ideas radicales de izquierda.
El ex militar afirmó que honrará los acuerdos comerciales firmados en los últimos años con países como Estados Unidos, China y la Unión Europea; y refirió que buscará reforzar “una economía nacional de mercado abierto al mundo”, además prometió alzas salariales y diversificar la matriz energética del país, una potencia minera, promoviendo la explotación del gas y la construcción de hidroeléctricas.
“Queremos que la expresión misma de la exclusión social se borre para siempre de nuestro lenguaje y nuestra realidad”, afirmó ante el parlamento y la presencia de 10 presidentes latinoamericanos invitados para la transferencia del poder.
El nuevo mandatario de Perú prometió que implementará un Gobierno “sin calco ni copia” de ningún otro régimen de la región.
“Las características de este Gobierno pueden resumirse en los siguientes términos: reforma, democracia, libertades, inclusión, redistribución, crecimiento, paz con justicia, seguridad, descentralización, transparencia, soberanía y concertación”, dijo durante un mensaje de casi una hora de duración.
También dijo que no legalizará ninguna droga ni tampoco los cultivos ilícitos y por el contrario los combatirá.
El nuevo jefe de Estado dijo que respetará el fallo pendiente de una corte internacional sobre un diferendo limítrofe con Chile que podría conocerse en 2013.
Humala tomó posesión sin la presencia del presidente saliente Alan García, quien entregó la banda presidencial en las escaleras de Palacio de Gobierno al jefe de la casa militar.
LAS CLAVES DEL PAÍS ANDINO
Economía galopante
1 La economía del país andino ha crecido a un ritmo anual de al menos 8% en el último quinquenio. Incluso el año pasado se expandió a una tasa similar a la de China, con casi 9 por ciento.
2 Expertos coinciden en que el Gobierno del presidente Alan García entregó una economía sana —valuada en unos 154 mil millones de dólares— y creen que durante los próximos cinco años Humala debe mantener los lineamientos pro-mercado.
3 El país goza de uno de los niveles de inflación más bajos de Latinoamérica. El año pasado se ubicó en una tasa de alrededor de 2% y este año rondaría 3%, según estimaciones del Banco Central.
4 El sector minero es clave para el país, pues representa 60% de las exportaciones totales de Perú.
5 Las reservas internacionales netas del país trepan a 47 mil millones de dólares, niveles récord históricos, y representan cerca de 30% del PIB. Perú es el cuarto país de Latinoamérica con más divisas acumuladas detrás de Brasil, México y Argentina.
ANÁLISIS
“Un país fracturado”
Por Enrique Toussaint
El pasado atrapó las elecciones presidenciales en Perú. Los miedos y tabúes de la historia polarizaron a un país en torno a dos “caudillos”, que eclipsaron a un sistema de partidos roto desde sus entrañas. Por un lado el nacionalismo revolucionario de raíces indigenistas y militaristas de Ollanta Humala; y por el otro lado, el sesgo autoritario y dictatorial impreso en la tradición familiar de Keiko Fujimori, la candidata de la derecha y de los poderes fácticos peruanos.
La victoria de Humala, por escaso margen, se explica a partir del movimiento hacia el centro ideológico que le impusieron personajes como Mario Vargas Llosa y su hermano, Álvaro, así como el ex presidente, Alejandro Toledo. El ex guerrillero ligado a uno de los movimientos más radicales de la historia contemporánea de Perú, Sendero Luminoso, se comprometió a mantener algunas de las herencias positivas del periodo presidencial de Alan García: estabilidad macroeconómica, control de la inflación, crecimiento económico cercano a los dos dígitos, y una reputación internacional de socio confiable proclive al libre mercado y a la protección de los derechos humanos. La exigencia de los intelectuales y empresarios que se unieron a Humala fue clara: lejos de Hugo Chávez, cerca de Luis Inácio “Lula” Da Silva.
Ante esta realidad, Humala decidió abrazar la idea de un gabinete de unidad, de un equipo pragmático capaz de diluir las dudas del mercado internacional en torno al compromiso del político de izquierda con las “reglas” de la democracia y el mantenimiento irrestricto de la propiedad privada. Asesorado por expertos internacionales, entre ellos algunos miembros de la cúpula del Partido de los Trabajadores brasileño, Humala se distanció del fantasma de la izquierda radical, que liquidó sus posibilidades de obtener la silla presidencial en los comicios nacionales pasados, y se alineó con los regímenes de izquierda moderada, esa tradición comenzada por Fernando Henrique Cardoso en Brasil y Ricardo Lagos en Chile.
Ahora, después de un proceso electoral desgastante y polarizado, la reconciliación nacional es la llave de la gobernabilidad y legitimidad del nuevo jefe de Estado peruano. La reducida ventaja electoral que llevó a Humala a ocupar la silla presidencial, es un incentivo para incluir a los sectores moderados, tanto en la derecha liberal abanderada por Alejandro Toledo como en la derecha conservadora que lidera Keiko Fujimori. La unidad es la única respuesta ante un panorama dominado por debates del pasado, un panorama que redescubre algunos encantos peligrosos del fujimorismo, el crecimiento económico a costa de la libertad política, y en donde los débiles cimientos de la democracia peruana encontrarán un reto existencial.
Los desafíos peruanos se encasillan en un binomio difícilmente combinable: mantener los elevados niveles de crecimiento económico del país y, al mismo tiempo, promover un sistema que privilegie la igualdad a través de la distribución. Perú es una nación que acarrea desigualdades históricas muy profundas: la ciudad y el campo; la costa y el Amazonas; la montaña y el llano; los criollos-mestizos y los indios y negros. Así, el pragmatismo centrista de Humala que lo llevó a la Casa de Gobierno, no debe borrar la plataforma irrenunciable de buscar mayores niveles de igualdad.
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