Internacional
Con el Papa, la Iglesia mejora su imagen
La beatificación de Juan Pablo II tiene un importante valor simbólico para la Iglesia católica, opinan investigadores
El académico recuerda que la arraigada religiosidad del pueblo mexicano, combinada con el carisma de Karol Wojtyla, abrió enormes oportunidades a la Iglesia. Así se entiende que hoy hay quien le pide al nuevo beato que “interceda” por la paz en México, aunque eso implique “que arregle cosas que nos toca arreglar a nosotros. […] La tarea de pacificar al país, de resolver la pobreza, de evitar que se sigan violando derechos humanos, no se cumple sólo rezando”.
Detrás está el histórico problema del escaso consumo crítico de la información en México, señala el académico: los medios “hacen negocio” con un país ávido de buenas noticias: “Nuestro pueblo no es consumidor crítico de la información. Hay estudios que hablan de que en Jalisco no pasa de 5% la gente que se informa sistemáticamente”.
De hecho, la primera visita de Juan Pablo II a México fue el momento en que la Iglesia católica entendió el potencial de la figura papal, al punto de que aquel evento “impactó más a la jerarquía católica que a la feligresía mexicana”, opina otro académico, Bernardo Masini, estudiante del Doctorado en Historia Moderna y Contemporánea del Instituto José María Luis Mora.
“El salto de las plazas a las pantallas de televisión fue sencillo. Los medios masivos de comunicación consolidaron su centralidad como mediadores entre la sociedad política y la sociedad civil en el último cuarto del siglo XX. Fueron los años de apogeo de la televisión. En los años dorados de la radio, un personaje como Juan Pablo II se habría subutilizado; él era un individuo para ser visto: administraba a la perfección cada movimiento de sus brazos, cada gesto, cada sonrisa… ¡hasta el regaño a Ernesto Cardenal fue una genialidad histriónica!”.
Un empuje para “el resurgir de la Iglesia"
“El papel del beato es justamente la intercesión ante Dios”, recuerda Luis Antonio Sánchez Ibarrola, el director del área de Cultura de la Universidad Panamericana (UP), campus Guadalajara, cuando habla acerca de uno de las consecuencias de la beatificación de Juan Pablo II: pronunciamientos para pedirle por la pacificación de México: “Si el país está pasando por esta etapa tan difícil, es justo que la gente recurra a todos los instrumentos que tenga disponibles. Juan Pablo II siempre se consideró mexicano; es lógico que él sea visto como otra vía para la intercesión ante Dios”.
El funcionario universitario subraya que para los católicos de un país como México, en donde el arraigo religioso es tan profundo, la atención a una figura como la de Juan Pablo II es algo natural: “Fue una persona íntegra en todos sentidos, que siempre buscó hacer el bien y luchó mucho por la paz”. Y además está su célebre carisma personal, que le ganó simpatías, afirma, incluso entre los no católicos.
El jefe de Cultura de la UP admite que Wojtyla fue un experto empleador de los medios de comunicación: “Fue un hombre, sí, mediático en todos sentidos: empleó todos los medios existentes para dar a conocer su palabra, aprovechó la tecnología para llevar a todo el mundo su mensaje y a la gente le quedó la sensación de que llegó a conocerlo de verdad”.
Según Sánchez Ibarrola, la beatificación tiene un valor especial en el contexto de la crisis de credibilidad que sufre la Iglesia católica, porque “se revalora el papel de la Iglesia”.
Incluso opina que “es un momento importante para el resurgir de la Iglesia: es importante que la gente se dé cuenta, con ejemplos como la labor de Juan Pablo II, de que no todo es malo. No es la primera vez que la Iglesia pasa por una situación como ésta, pero ha sabido seguir adelante: cuando ha tenido que rectificar, cuando ha tenido que pedir perdón, cuando ha tenido que reconocer sus errores, así lo ha hecho, y precisamente Juan Pablo II tuvo mucho de eso: él supo admitir muchas fallas que tuvo la Iglesia católica a lo largo de los siglos”.
Cronología
1934-1938
El joven Karol Wojtyla fue un aficionado al teatro y a la literatura durante toda su vida. En 1934, a los 14 años, se inició como actor en producciones escolares locales. En 1936 comenzó a colaborar con el director vanguardista Mieczyslaw Kotlarczyk.
1940
Escribe Job, un drama del Antiguo Testamento, para “redescubrir la verdad a través de los estudios literarios y lingüísticos”, y Jeremías, un drama nacional. Su maestro Kotlarczyk funda el Teatro Rapsódico. Karol interpreta al Rey Boleslao el Bravo en la obra El Rey Espíritu, de Slowacki. Escribe su poema La cantera, tras trabajar en una mina a fin de evitar la deportación nazi. Ingresa al seminario (clandestino) y actúa en La codorniz, con el famoso director Juliusz Osterwa.
1949-1950
Completa su obra El hermano de nuestro Dios, inspirada en fray Alberto Adam Chmelowsky, al que luego él mismo canonizó.
1957-1960
Publica los poemarios La cantera, bajo el seudónimo “Znak” (signo), y Perfiles de un cireneo, bajo el de “Tygodnik”; escribe el ensayo Crisis del humanismo, para la Comisión Papal del Concilio Vaticano II.
1960
Aparece El taller del orfebre, su más famosa obra dramática, escrita en verso y firmada como “Znak”. Es una meditación poética sobre el misterio del matrimonio, el amor y la fidelidad. También publica Amor y responsabilidad, sobre sus conferencias de ética filosófica y ética sexual; un trabajo sobre san Juan de la Cruz y el poema El suelo, acerca del yacer postrado en el rito de la ordenación sacerdotal.
1963-1970
Aparecen el ciclo de poemas La Iglesia, sobre el Concilio Vaticano II; el ensayo Reflexiones sobre la paternidad; el poema Vigilia pascual y el texto La renovación en sus fuentes. Su libro Persona y acción es usado en debates en Lublin.
1975-1979
Aparece el ciclo de poemas Meditación sobre la muerte, firmado también con el seudónimo “Znak”. En 1978 compone su último poema, Estanislao, “para saldar mi deuda con Cracovia”, exalta el martirio de san Estanislao como fuente de nacionalidad y unidad polacas y como modelo de la vocación cristiana.
El 16 de octubre fue electo Papa.
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