Internacional
Brasil recibe a su nueva gobernante Dilma Rousseff
Rousseff continuará la política económica del gobierno de Lula al mantener en su puesto al ministro de Hacienda, Guido Mantega, al tiempo que el ex ocupante de ese cargo, Antonio Palocci será secretario general del gobierno
La "era Lula'' llega formalmente a su final, aunque para muchos analistas, el gobernante saliente continuará gravitando sobre el mandato de su ex ministra, a quien escogió como candidata para sucederlo en el poder.
La cercanía de Lula con la gobernante electa se hizo evidente a lo largo de la campaña presidencial, que Rousseff ganó aunque nunca antes había disputado una campaña y, especialmente, carece del carisma del actual mandatario.
"En general, el gobierno de Dilma será una continuación del gobierno de Lula. Las cosas están funcionando así que no hay razón para que ella haga muchos cambios en los grandes temas'', opinó Alexandre Barros, analista de riesgo de Early Warning, en Brasilia.
El triunfo electoral de Rousseff en segunda ronda, el 31 de octubre, reflejó el deseo de los votantes brasileños de continuar la tendencia marcada por el gobierno de Lula.
El gobernante debe entregar el poder el primero de enero a Rousseff con la economía en pleno auge, con un crecimiento previsto de 7 .5%, el desempleo en su nivel más bajo de la última década, de alrededor de 6%, y con una sólida presencia en el escenario internacional.
El actual presidente llegó al poder con una amplia trayectoria pública que comenzó en la década de 1970 como el principal líder sindical de Brasil, y con tres fallidas candidaturas presidenciales a cuestas que lo convirtieron en una figura ampliamente conocida antes de ser elegido en 2002.
Por el contrario, Rousseff apareció por primera vez en el radar de la mayoría de los brasileños como la "candidata de Lula'' en los comicios de 2010. Por lo demás, es una figura desconocida para muchos.
Barros destacó que el gobierno de Rousseff mantendría la política de Lula de relaciones estrechas con los países latinoamericanos.
De hecho, la presidenta electa ya anunció que mantendrá al asesor internacional de Lula, Marco Aurelio Garcia, articulador de la política de estrechamiento de los vínculos regionales.
"El tema es continuar las buenas relaciones con los vecinos suramericanos independiente de quién es el gobernante, y continuar estableciendo al país como un actor internacional clave'', agregó Barros.
No obstante, la propia Rousseff dio indicios de que podría romper con una de las áreas más polémicas de la política exterior de Lula: el acercamiento con Irán.
Pocos días después de ganar las elecciones del 31 de octubre, Rousseff calificó como "una barbarie'' la sentencia de la justicia iraní de condenar a una mujer a ser apedreada por adulterio.
Su manifestación indicó una línea de distanciamiento con la política exterior de Lula, que evitó criticar públicamente al gobierno del presidente Mahmud Ahmadinejad por su programa nuclear y sus ataques verbales al estado de Israel.
La discrepancia quedó confirmada en una entrevista publicada el 5 de diciembre por el diario estadounidense The Washington Post, en el cual Rousseff criticó la decisión de abstenerse en una votación de la ONU, en noviembre, para condenar los abusos de derechos humanos en Irán.
``No concuerdo con la forma en que Brasil votó, no es mi posición'', expresó Rousseff en la entrevista.
En materia interna, Rousseff dio señales de que continuará la política económica del gobierno de Lula al mantener su puesto al ministro de Hacienda, Guido Mantega, al tiempo que el ex ocupante de ese cargo, Antonio Palocci, cercano a Lula, será secretario general del gobierno, el cargo más influyente después del presidente.
Paulo Edgar Resende, profesor de ciencias políticas de la Pontificia Universidad Católica de Sao Paulo, comentó en este sentido que ``la voz de Lula se continuará escuchando'' en el Palacio de Planalto, sede de la presidencia, cuando Rousseff asuma el poder.
"Brasil goza de estabilidad institucional, tiene el parque industrial más grande de Sudamérica, es la octava economía del mundo y es un importante actor en foros internacionales, así que no tiene por qué haber grandes cambios'', opinó Resende.
Lo que claramente marcará una diferencia entre el presidente actual y su sucesora es el aspecto personal: el carisma y encanto personal de Lula contrasta con el estilo rígido y tecnocrático de Rousseff.
"Ella se va a diferenciar de Lula más en estilo que en sustancia'', opinó Carlos Lopes, de Santa Fe Ideias. "Ella va a enfocar su atención más en la administración de las políticas gubernamentales, algo en lo cual ella tiene habilidad''.
No obstante, el historiador Michel Zaldan, de la Universidad Federal de Pernambuco, advirtió que la futura presidenta corre el riesgo de ser absorbida por las demandas de un Congreso fraccionado, con una multiplicidad de partidos que en su mayoría apoyan a su gobierno, pero que exigen privilegios a cambio.
"Ella no tiene la personalidad de Lula, que es más fuerte que su partido, y puede ser presa del Congreso Nacional'', comentó Zaldan. "Tendrá que negociar mucho, tener mucha habilidad para tratar con partidos que no tienen posiciones definidas, lo que tienen es capacidad de negociación''.
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