Internacional

Al G-8 le preocupa la Eurozona

En Camp David, el presidente estadounidense, Barack Obama, halló en su homólogo francés, François Hollande, el aliado que buscaba

WASHINGTON, ESTADOS UNIDOS (20/MAY/2012).- La situación económica y política de Grecia incomoda a los líderes del mundo.

Los presidentes y jefes de Gobierno del Grupo de los Ocho (G-8) concluyeron ayer su reunión cumbre con acuerdos políticos, energéticos y económicos, pero con un marcado enfoque en la necesidad de contener la crisis de la llamada Eurozona. En ésta, Grecia se encuentra al punto de la quiebra o de abandonar el bloque del euro.

Los riesgos para la economía mundial ante un eventual agravamiento de esa crisis fueron expresados en un comunicado conjunto del grupo, pero resaltados con mayor precisión por el presidente estadounidense Barack Obama.

“Todos los líderes aquí acordaron que el crecimiento y el empleo deben ser nuestra prioridad. Una economía europea estable y en crecimiento es del interés de todos, incluyendo los estadounidenses”, declaró Obama tras concluir los trabajos.

En el tema helénico, que tiene a Europa con dolor de cabeza desde hace tres años, sin embargo no propusieron fórmulas concretas para superar esa crisis. Simplemente siguió el discurso de buenas intenciones: “Coincidimos en la importancia de una Eurozona fuerte y cohesiva para la estabilidad y recuperación, y reafirmamos nuestro interés en la permanencia de Grecia, respetando sus compromisos”.

Fue notorio que el G-8 haya dado un importante impulso a la agenda de crecimiento del presidente francés, François Hollande, y cerró la eterna disputa a ambos lados del Atlántico sobre la mejor estrategia anticrisis en Europa con un compromiso que busca el equilibrio entre la austeridad y la reactivación económica.

En la antesala del G-8 eran muchos los que especulaban con que el presidente de Barack Obama, y sus socios no europeos, Canadá, Rusia y Japón, presionarían a los líderes de Alemania, Francia, Italia y Reino Unido para que reconocieran los beneficios de una estrategia que combina los ajustes y el estímulo, como predica desde hace tiempo Washington, pero que no había encontrado eco en Europa.

Tuvo que llegar al Palacio del Elíseo el socialista Hollande, en un contexto en el que dominan los gobiernos conservadores y en el que varios Ejecutivos han caído por culpa de la crisis y las durísimas políticas de austeridad, para que Obama finalmente viera su gran oportunidad para impulsar de la mano de un aliado potente su estrategia en Europa.

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