Ideas

Los siete pesos para el futuro

Esto de los nuevos ciclos es fascinante; siempre sirven para dibujar de nuevo el futuro. ¿Y en qué hay que pensar si miramos al futuro, a ese que está apenas pasandito? Sin buscarle mucho, sin hacer un doctorado, sin bucear en la prensa que trae poco estos días, se puede sacar uno sin mucha dificultad: uno de los temas del presente que mira al futuro es el de la movilidad. Y aquí, perdón, pero hay que explicar con detalle que la movilidad no consiste en que el transporte público cueste seis pesos o siete, que la gente tenga carro o motocicleta, o que todos a la de tres nos subamos a la bicicleta a rodar.

De lo que se trata es de algo mucho más básico, sin adjetivos y sin dispositivo vehicular. Se trata de que los ciudadanos puedan ir a su trabajo, a su escuela, a divertirse, a visitarse y a proveerse. Sólo eso: que puedan ir y regresar.

Suena bobísimo, ¿no? Pues se olvida a cada rato. Y se olvida a cada rato que ésa, y no otras linduras de proteccionismo social, sí es una tarea de Estado, que eso sí es de inmenso interés para la sociedad completa y que lamentablemente sólo se puede resolver de forma colectiva. Ahí sí qué mercado ni qué nada. Cada ciudadano debe tener interés en que todos los demás puedan moverse y, para resolver los asuntos irresolubles por el mercado y por los incentivos individuales, se inventó el gobierno.

Todos los ciudadanos pagan por las calles que usan los que tienen auto y todos los ciudadanos pagan por el Macrobús que usan quienes no lo tienen. Todos los ciudadanos deben pagar por las ciclopistas y todos por las banquetas. Todos los ciudadanos deben pagar también por el transporte masivo.

¿Por qué? Porque al que llega en Mercedes le conviene que los trabajadores de su empresa lleguen a tiempo y descansados; porque a los estudiantes les conviene que el profesor asista a clase; porque a las familias les conviene que las madres puedan mover los insumos; porque a cada ciudadano le conviene que esté surtida la farmacia y el mercado.

Por eso una política pública frente al transporte colectivo no puede verse como una negociación entre el gobierno y los camioneros, y las protestas no deben verse sólo como una batalla que dan los jóvenes más aguerridos de la UdeG. La gente pagará los siete pesos, de eso no hay duda, no tienen de otra. Pero eso es apenas una enana medida mercantil (ya sea que genere ganancias o evite la quiebra, da igual: es una medida de tendero).

Los siete pesos no miran hacia el año que entra. No miran hacia el 2015. No miran al final del sexenio de Aristóteles. Esos siete pesos, que traerán estrecheces a miles de personas, no le sirven para maldita la cosa a la ciudad.

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