En los tiempos actuales, en los que las verdades y los principios de nuestros abuelos son todos inciertos y nebulosos, en los que lo que se tenía por máxima es relativo, la humanidad se enfrenta a diario a un dilema que pone en jaque su actitud políticamente correcta. En efecto, me refiero al difícil trance que impone el vérselas frente a frente con un pordiosero. A esto cabe hacer mención de que el que esto escribe cataloga en el mismo saco al pordiosero en toda la extensión de la palabra, al colector de apoyo para casas de ex pachecos, al limpia parabrisas (tanto al hostil como al amable), al vendedor de chucherías y demás fauna que adorna las calles de esta noble y leal ciudad. Entiendo que este acto tan discriminatorio algún día bien me puede costar un ladrillazo en el cristal del auto. Para esta titánica tarea - enfrentarse a una de estas criaturas - de manera ilustrativa se me ocurren las siguientes ideas: (i) Ponga cara de “La Cuquis Corcuera”. Si Usted es fresa esta actitud le será de lo más natural. Consiste en levantar la piocha y poner los ojos entrecerrados, mientras aspira ese aire de superioridad económica y social que lo rodea. Aunque haya notado a aquel anciano que sostiene la bolsa de diálisis Usted siga a lo suyo como si ese pobre diablo jamás se hubiera gestado. (ii) Promueva el vicio. Digamos que a Usted le tocó ir a Avándaro o a cualquier concierto de La Maldita y por eso se siente muy sabroso y muy alivianado. Para poder fomentar vicios requiere cargar consigo un litro de gasolina nova - porque es más regañona que la magna y ni se diga de la premium - y, si ya va a hacer la daga, una buena bolsa de estopa para dosificarle el chemo a su pordiosero favorito. El problema de esta actitud es que, de tener amigos fumadores, corre el riesgo de que le incendien su auto por la flamabilidad de estos químicos. (iii) No de dinero, de comida. Esta, según la más reciente encuesta del INEGI aplicada a pordioseros, es una de las actitudes más nefastas que puede tomar su clientela. Se rumora surgió en una reunión de padres de familia del colegio Vera - Cruz en la que una señora que no se había tomado sus chill pills tuvo el mal tino de decir que si se les daba dinero a los pordioseros sólo se fomentaba su holgazanería, mientras que el dar comida consistía en un acto de caridad acorde a la más pura de las doctrinas del Señor. Los vagabundos, pordioseros, similares y conexos, maldicen el día en que esta idea dio a luz primero por los perniciosos efectos económicos y en segundo lugar porque nunca nadie da comida buena a un pordiosero, a lo más logrará le den medio kilo de colaciones o tejocotes o si bien le va los restos de una hamburguesa fría a medio masticar. (iv) Adelántesele. Si usted fue de la generación de abogados de la U de G 2001 - 2006 probablemente esté más fregado que quien le vaya a pedir dinero en el crucero. La solución: adelántesele y en cuanto se acerque al carro explíquele lo jodido que anda y sin el menor pudor pídale que se caiga con una lana. Para mejorar los resultados no olvide hacer una señal como de la camisa del Puebla indicándole al pordiosero que se moche. Si resulta que el pordiosero es su maestro de Teoría del Delito, pues aproveche y mantenga las relaciones universitarias. (v) Trate de redimirlo. Se ha intentado reiteradamente rescatar a las personas de la “situación de calle” y para ello el paso natural consiste en ofrecerle un puesto de ínfimo nivel con un sueldo de risa. Entiéndalo, si el señor de 26 años, sin impedimentos físicos, está pidiendo dinero en la calle es porque le va mejor que andar cargando su peso en naranjas en el mercado de abastos, además de que en la calle no tiene un patrón que lo esté jorobando. El promedio de fracasos en regenerar pordioseros es de 34 por cada 30 intentos. (vi) Sufra un ataque de pánico. Esta es una de las actitudes menos socorridas por obvias razones. A ciertas personas -artistas incluidas- el tener cerca a un pordiosero les ocasiona perder la razón y temer un asesinato inmediato. La respuesta del cuerpo suele ser de lo más burra, paro cardiaco fulminante. A menos de que deba mucho en sus tarjetas de crédito y los de la cobranza telefónica ya lo tengan hasta la máuser, el que escribe le sugiere tratar de evitar a toda costa estos ataques. Si teme ser propenso, consígase unas gotas de pasiflora o flores de Bach y navegue drogado legalmente. En todo caso, le sugiero que cuando se vea frente a un pordiosero, tome las medidas adecuadas después de respirar hondo y encomendarse al Santísimo.