Era abril y hacía mucho calor en Guadalajara. Martha y su esposo Miguel regresaban de Tepic, Nayarit. El viaje había sido largo para ella y le urgía ir a un baño antes de llegar a su casa en la Colonia del Fresno. Entró a prisa. El hombre la esperó sentado en una banca. Pensaba quién sabe en qué cosas cuando se dio cuenta que a su lado estaba un bulto pequeño. Era “algo” que no se movía envuelto en un rebozo. Su curiosidad lo llevó a buscar qué había dentro y el hallazgo lo convirtió en ese mismo instante en padre de familia. Tomó entre sus brazos a una bebé de pocos días de nacida, “parecía un chango la condenada, fea como todos cuando nacen”, recordaba Miguel entusiasmado hasta hace unos años, antes de fallecer. Martha salió del baño. Miró la escena y sólo recibió cual instrucción castrense dos palabras de la boca de su marido: “Siéntate y cállate”. Se puso al lado de él, pegaditos. No había nadie alrededor. La niña nunca llamó la atención porque estaba dormida, no lloró. Se quedaron una hora más en ese lugar. Estaban mudos. Sólo las miradas de complicidad anticipaban lo que estaban tramando. Martha rompió el silencio porque quería irse a casa. “Si nadie la reclama, nos quedamos con ella”. Y así, llegaron tres a casa. Su familia era numerosa. Tenían cinco hijos. Originarios de Villa Corona, Jalisco, les gustaban los niños, tanto que ellos con el paso del tiempo criaron a nietos, bisnietos, sobrinos y a Julieta también. Del capítulo ocurrido en la vieja Central Camionera a la fecha han transcurrido 35 años. Nadie reclamó a la niña, al menos no se dieron cuenta. “Mi mamá decía que antes era diferente, la Policía no estaba en eso y no hacían tanto escándalo”, dice Julieta sobre su origen. No quiere saber nada de sus padres biológicos, nunca lo contempló. Desde que recuerda sabe de dónde viene. Sus hermanos adoptivos también, y en más de alguna ocasión con la crueldad natural de algunos niños, le decían: “Tú eres la huérfana de la Central”. En más de alguna ocasión los callaba a cachetadas. Julieta tiene ahora su vida hecha. Está casada y es madre de dos hijos. Agradece y quiere como nadie a su “mamá Martha”. Esta historia, aunque pareciera sacada de una novela, es real, así como el final feliz que tuvo hace unos días el caso del bebé robado afuera de la clínica 53 del IMSS y posteriormente recuperado. Sin embargo, el tema de las niñas y niños desaparecidos, abandonados o robados sigue siendo una herida abierta en muchas familias que no pierden la esperanza, a pesar del transcurso de los años, de volver a tenerlos a su lado. ¿Cuántas “Julietas” existirán en nuestro país?