Caducidad
Los productos elaborados que consumimos tienen una fecha de caducidad que debemos cuidar y vigilar con atención especial.
Por ley, deben de tener una fecha que indique cuando un producto ya no es sano consumirlo.
A pesar de que es visible y regularmente debemos de fijarnos en ello, es muy común que la gente ni se fije ni lo tome en cuenta, lo que facilita que las tiendas sigan exhibiendo mercancía que ya ha caducado.
Y peor aún, que los consumidores ingieran alimentos procesados que ya han caducado y es fácil que puedan adquirir una enfermedad o simplemente intoxicarse.
Incluso en varios países del primer mundo más de 40 % de los consumidores no observa la caducidad de lo que compra, y por lo tanto se lo lleva a casa, lo prepara y lo ingiere, sin ni siquiera percatarse del daño que se está haciendo.
Tenemos que aceptar que las cosas tienen una fecha límite, es un principio filosófico ineludible, todos tenemos una caducidad. Cuando llega nuestra hora, allí se acabó todo. La única diferencia es que en los productos de consumo hay una fecha final, y en nuestras vidas no sabemos cuándo.
Debemos de poner mucha más atención en las fechas de caducidad, y es una invitación para que busquemos con detenimiento y detalle las instrucciones y fórmulas de todo lo que compramos y en especial pongamos énfasis en las fechas de caducidad.
De aquí se puede uno preguntar: ¿Y las relaciones humanas también tienen caducidad?
Será que sin darnos cuenta y muchas veces sin saberlo las amistades como los matrimonios pueden tener una fecha de caducidad. Y por ello, en el caso del último, se tiene que subrayar que debe ser duradera hasta que la muerte los separe.
Parece extraño pensarlo, pero qué tal si es cierto que también las relaciones humanas descansan en un principio de igual hechura. Todo lo que inicia, también termina.
El fabricante debe poner la fecha de fabricación y su durabilidad con una fecha del final.
Y las amistades se pueden iniciar con una fecha y lugar en particular y no sabemos hasta dónde llegue. Pero a lo mejor deberíamos de saber que también llegará un momento en que todo se termine.
No parece pertenecer al terreno del optimismo, pensar que una relación que inicie tendrá implícita su propia fecha de caducidad. Pero sin caer en un pesimismo a ultranza, creo que vale la pena tomar en cuenta que de no hacer el respectivo mantenimiento, si hay una fecha en que se puede terminar. Muchas veces, más temprano que tarde.
La lección parece muy clara, nada es para siempre y en las cosas como en las personas parece estar escrita una fecha final. Si la tomamos en cuenta podemos impedir que, o consumas lo que no debes, o hagas algo para que lo bueno no se termine. Pero que si no te fijas en ello, corres el riesgo de intoxicarte o de perder lo que creías que aún era tuyo.