El Pleno de la Comisión Permanente miró ayer el hoyo de 35 metros de los cimientos inacabados de Arco del Bicentenario. Y se puso a describir un agujero anegado por la corrupción y la impunidad, derivada de una “cultura corrupta” que el Partido Acción Nacional –se lo restregaron perredistas, pvemistas y priístas- abrazó sin rubor alguno el día en que asumió el poder presidencial. Debate cruento, entre priístas, pvemistas, perredistas y panistas. El Pleno discutía exhortar al titular de la Secretaría de la Función Pública para que explique qué carajos tiene que hacer en la construcción del monumento aquel, cuyos cimientos están todavía sin acabar y que ha sido objeto de 32 observaciones por parte de la Auditoría Superior de la Federación, y que financieramente está bajo el control del Turissste, al que, por cierto, la Secretaría de Hacienda entregó en la oscuridad 3200 millones de pesos. “Yo no culpo a los funcionarios menores”, dijo César Augusto Santiago, diputado del PRI, “que por su misma calidad de menores sólo les interesa tener una pequeña ventaja económica, sabedores de que no volverán a tener otra oportunidad en el servicio público”. Y era como prender la mecha. Acción Nacional reviraba en voz de Adriana González Carrillo y Carlos Alberto Pérez Cuevas, diputados panistas los dos, con acusaciones similares de corrupción contra Enrique Peña Nieto, gobernador en el estado de México, a propósito de las celebraciones del Bicentenario en la entidad aquella. “Si de dispendio se trata”, respingó Pérez Cuevas, “yo sé de eso en el estado de México, la entidad más atrasada en materia de transparencia y el primer lugar en corrupción”. El senador Pablo Gómez Álvarez, del PRD: “Quisiera referirme a las denuncias que ha hecho aquí el diputado Pérez Cuevas, para decirle que sí, en todo caso se quedó corto, muy corto. Pero también le quiero decir que la corrupción priísta no quita la panista”. De tal modo argumentó César Augusto Santiago que hacía parecer imberbes a los panistas. Fue él quien hizo mención de los 3200 millones de pesos que Hacienda entregó a la Secretaría de la Función Pública, para la construcción del monumento conocido también como la Estela de Luz, una estructura calculada para 104 metros de altura que un despacho canadiense diseñó para ser construida con acero importado de Finlandia, cuarzo de Brasil y el pulido por artesanos de Venecia. Y que tenían que haber terminado en su construcción en septiembre de 2010. La Secretaría de la Función Pública, a su vez, entregó la marmaja multimillonaria al Turissste… Sí, leyó bien, y éste a su vez subcontrató a varias empresas constructoras; una de ellas Gutsa, “que estaba boletinada por irregularidades”. No sabía el PAN cómo detener a César Augusto. Adriana González Carrillo entonces le increpó: “Usted dice que un monumento, como es la Estela de Luz, que es en conmemoración de nuestro Bicentenario, al tener estas piezas de origen y de producción de otros países, pues está usted diciendo que es una crítica”… La cosa era parar al priísta. Y como el borras la panista se aventó. Y así le fue. “Yo he participado en 200 debates en la Cámara”, respondió César Augusto. “Y trato de no decir tonterías. Eso no lo dije yo; lo está diciendo usted”. Chisporroteante, el encontronazo entre el priísta y la panista. Terció Carlos Alberto Pérez Cuevas: “Qué le da derecho a usted, para imponer calificativos de corrupción o a imponer calificativos de mal manejo de recursos?” El priísta había dicho que si el gobierno “no se preocupa por que una celebración sea pulcra, ordenada, republicana, justa, que sea un motivo de unión de los mexicanos, y si por el contrario permite que menudeen las irregularidades, pienso que llegó el momento de reflexionar bien sobre la autoridad moral de cada uno de nosotros”. En el último tercio del debate, cuando el PAN hacía evidente su posición de defensor a ultranza del Ejecutivo Federal, fue a la tribuna un panista que se ha hecho singular a punta de riñones: el coahuilense Ricardo García Cervantes. Fue él quien noqueó literalmente a los panistas y provocó que muchos de ellos, decididos, votaran en favor del Punto de Acuerdo para que se apersone el titular de la Secretaría de la Función Pública, Salvador Vega Casillas, a explicar lo que tenga que explicar. “Y por supuesto”, inició García Cervantes, “tengo que señalar que uno de los principales problemas para combatir la corrupción es una equivocada concepción de lealtad o compromiso con los partidos políticos y con los gobiernos que han emanado de ellos”. Quedaban desarmados los panistas. “No hay nada más nocivo a la lucha contra la corrupción”, sentenciaba García Cervantes, “el sentirse responsable de sólo señalar las corruptelas o la corrupción probada del adversario político”. Como tampoco, apostilló, “no hay nada más ineficiente en la lucha contra la corrupción que sentirse responsable de defender los efectos políticos de las corrupciones de los gobiernos emanados del propio partido”. Y continuó todavía: “Yo creo que este debate debería terminar en una denuncia de hechos, para que de los delitos que resulten se meta a la cárcel a quien resulte responsable y que se apliquen, por supuesto, las medidas administrativas que de ya estar aprobada una legislación que está en la Cámara de Diputados, podría ser más eficiente, hasta para acusar penalmente a empresas, sean nacionales o extranjeras, porque en esto están involucradas contrataciones extranjeras”. El panismo, sin embargo, consiguió su objetivo: subir a los estribos de la Estela de Luz el bulevar del Bicentenario de Enrique Peña Nieto, atadas las dos obras al común denominador de la oscuridad financiera.