Guadalajara a través de los años: Así eran las calles y sitios de nuestra ciudad
Una mirada al pasado de Guadalajara: cómo eran sus calles, sus habitantes y sus avenidas, sus parques; cómo eran muchas de las cosas que hoy en día no existen, y de la que solo conservamos sus recuerdos
Guadalajara, la Perla de Occidente, la Ciudad de las Rosas, la Perla Tapatía, Guanatos; Guadalajara, Guadalarancho, donde se termina el cielo, aquí, en nuestra esquina del mundo, donde nos tocó vivir.
Guadalajara de las tortas ahogadas, la birria y el pozole, de las cantinas; Guadalajara del bien mucho, ¿edá?, y ocupo, Guadalajara y sus barrios populares, sus fraccionamientos cosmopolitas, sus diferencias sociales. Guadalajara de más allá -y acá- de la Calzada, caminatas de tejuino y nieves de garrafa en el Centro, sol de las doce, sábados en el Parque Rojo, desayunos costosos en la Americana, nieves en el Expiatorio, martirio del tráfico de todas horas en López Mateos, transbordo en el Tren Ligero, atascos en la Calzada y Periférico.
Guadalajara domingos de Vía Recreactiva, contemplaciones de Chapala, borracheras de Chapultepec, artesanías de Tlaquepaque y Tonalá, Guadalajara ¿este camión va pa'l Centro? y si te duermes despiertas en Tlajomulco, Guadalajara mocha, conservadora, tradicional, Guadalajara infinitamente gay. Guadalajara contradictoria, irreconciliable, Guadalajara de todos y de nadie, Guadalajara nuestra.
Pero la ciudad no es la misma; cambia a diario, se transmuta, se transfigura en una lógica que no responde al tiempo. Ciudad de los desplazados a las periferias. Ciudad en la que en el descuido de un parpadeo aparecen torres inmobiliarias, fraccionamientos, complejos departamentales. Ciudad para los inversionistas, los extranjeros, la intransigencia de Airbnb, y los nómadas digitales.
Ciudad de las inundaciones, de los canales desbordados y las vialidades reclamadas por la furia del agua. Ciudad a la que le basta una lluvia para paralizarse. Ciudad -contradictoriamente- con menos agua. Ciudad de la especulación inmobiliaria, de las rentas impagables, de la vivienda invivible. Ciudad de los miles de desaparecidos, de estudiantes e hijos que ya nunca regresaron a casa. Guadalajara, donde se les terminaron los sueños.
Guadalajara en la historia
Guadalajara llena de historia, rezumante de pasado, ayeres vivos en el tráfago de todos los días en sus avenidas. Ya no caminamos las mismas calles en las que la ciudad comenzó a crecer y formarse, a adquirir identidad. Ya no existen parques, ni glorietas ni avenidas que en algún momento se creyeron eternas. Ya derribamos sus palacios, sus casonas aristocráticas; ya desecamos sus manantiales, entubamos sus ríos. Ya no corre el agua bajo los puentes de piedra donde transitaban diligencias y mujeres con rebozos, cargando cántaros.
En las avenidas de hoy caminan las generaciones que no nos dedicarán en el futuro ni un suspiro de lástima. La Zona Metropolitana ya llega hasta Tlajomulco, y vamos más allá, hasta el horizonte de cerros que en algún momento parecían tan lejos.
Guadalajara ha fascinado la imaginación y los suspiros de los viajeros a lo largo de los tiempos. Guadalajara cuando no era más que una fundación última de una peregrinación marcada por el desencanto. Guadalajara en el fondo del valle, entre las planicies de Atemajac. Guadalajara horizonte de la Barranca de Huentitán, oriente de Oblatos, más allá de la Calzada, poniente de la Minerva, cicatriz de López Mateos, atardecer de la Primavera. Guadalajara sur en donde a diario cientos de personas se mueven para ganarse la vida.
Esta es Guadalajara, nuestra ciudad, nuestro lugar del mundo, aquí donde nos tocó vivir. Una mirada al pasado a través de memorias de viajeros y personalidades de la ciudad, un recuerdo de nuestras calles y lugares que ya no existen, de sitios de los que no queda ninguna otra cosa más que la memoria: alguna vez, hace mucho tiempo, así fue Guadalajara. Esto fuimos.
Guadalajara a través de los años: Así eran las calles, las avenidas, y los lugares de nuestra ciudad
Eduardo A. Gibbon, estadista y geógrafo del Liceo Mexicano, visitó nuestra ciudad en alguna primavera del siglo XIX. Caminó sus calles, se adentró en sus madrugadas: se sintió tapatío. Plasmó en su libro "Guadalajara: Vagancias y recuerdos", (1893) la Perla Tapatía de su tiempo:
-"¡Guadalajara! ¡Guadalajara! anuncia con acento el conductor. La gran locomotora da un bramido, es su saludo a la ciudad. Salté al andén en medio de una multitud desconocida. Salidos de la estación, las impresiones de la ciudad son, desde luego, gratas e interesantes. Las cúpulas y la gran torre del exconvento de San Francisco se destacan envueltas en sus propias sombras".
"Si Cristóbal de Oñate, el verdadero fundador de esta ciudad pudiera contemplarla en su estado actual, bien se puede decir que su sorpresa no encontraría límites. Hacía esta reflexión cuando entraba por la calle de San Francisco y me recreaba con sus edificios de doble piso, sus elegantes tiendas de comercio con grandes aparadores de cristal. Sus amplios tranvías cruzando por todos lados, sus aseadas banquetas, su pueblo cortés, simpático y limpio".
"Pensaba, sentado en un asiento del delicioso jardín de la Plaza de Armas, y en noche encantadora. Es esta Plaza de Armas, el centro más precioso de toda esta ciudad. Vagar aquí de noche, es vagar con todo un poema en la cabeza. Hay aquí, dos costumbres que llaman la atención de todo forastero. Primera: las damas dan vueltas en la Plaza enteramente solas, y los hombres todos juntos también, tomando la dirección opuesta al rumbo llevado por las damas. La otra costumbre es aquella que tiene el pueblo bajo de no mezclarse con la gente de tono".
"En cuanto a la primera costumbre, hay algo que decir (…) en esta Guadalajara, como en otras partes del país, tenemos tan limitado el contacto con las del sexo opuesto. No cabe duda que esta costumbre pronto ya pasará, y en porvenir no muy lejano, se verá a los jóvenes de ambos sexos paseando del brazo como se usa en otros países".
"Comienza la concurrencia a dispersarse, y cada quien se dirige a su hogar. No tarda mucho en hallarse la bella Plaza de Armas, tan desierta como el panteón. La ciudad también asume un aspecto solitario y tranquilo. En mis vagancias nocturnas, tan solo me he encontrado con uno que otro briago de tequila; por ciertas calles, he observado una que otra fonducha abierta a deshora, y donde se servían muy olorosos platos".
"Había vagado mucho en esta noche, y un tanto fatigado había llegado orillas del riachuelo San Juan de Dios, que atraviesa la ciudad".
Ensoñaciones de Tlaquepaque
Eduardo A. Gibbon también conoció Tlaquepaque, que entonces quedaba a más de media hora del Centro Histórico, y a donde se llegaba por medio del tranvía.
"En compañía de unos amigos, tomamos uno de los tranvías de las que cada veinte minutos parten de la Plaza de Armas, para ir a la pintoresca villa de San Pedro, sita á cinco kilómetros al oriente de la ciudad. Partíamos con rigurosa exactitud, el tranvía tirado con regular violencia por dos grandes mulas, una tras otra. Salíamos de la ciudad, y pasábamos por la garita de San Pedro, con su vetusta portada compuesta de tres arcos, para encontrarnos en una larga calzada de grandes y copados fresnos, y otro arbolado dando sombra al camino".
"Por aquí todo el mundo viene en carretas o en burros, todo es alegría, flores, música y expansión. Habíamos llegado al término de la jornada, y por lo tanto, estábamos en plena villa de San Pedro, tranquila y solitaria, como todas nuestras poblaciones de campo".
Guadalajara, la ciudad de los parques, ciudad con agua
El historiador Adolfo Dollero, en su libro "México al día" (1911), que recorrió distintas partes de México, también dedicó gran parte de sus escritos a la ciudad de Guadalajara a principios del siglo XX:
"Cuando llegamos á Guadalajara la estación estaba pletórica de gente: afuera pululaban coche.:; de sitio, coches particulares, ómnibus de los Hoteles y cargadores. En seguida comprendíase que habíamos llegado á una ciudad de verdadera importancia".
La ciudad tiene aproximadamente 118 mil habitantes y está edificada á 1 540 metros sobre el nivel del mar. Una gran parte de las amplias y derechas calles de Guadalajara está bien asfaltada; la ciudad tiene también alumbrado eléctrico, agua potable y drenaje. Hay edificios soberbios entre los cuales merecen ser citados el Palacio de Gobierno, la Penitenciaría, el Hospicio Cabañas, el teatro Degollado, el Palacio del Arzobispado, el Hotel Garcia y muchos otros de propiedad particular. También vimos muy bonitas iglesias: la Catedral, la de Santa Mónica, el Sagrario, etc.
El mismo día de nuestra llegada á Guadalajara, recorrimos en tranvía eléctrico casi toda la ciudad, quedando muy sorprendidos por sus espléndidas colonias, que son los barrios más modernos, llenos de edificios elegantes con amplios y bellísimos jardines, en donde las palmas y los plátanos alternan con las plantas de ornato de mil especies. En Guadalajara hay también una infinidad de jardines públicos muy bien atendidos: el parque del Agua Azul, la Alameda...
"Después pasamos también al Hospicio de Pobres, cuya fundación se debe á un sacerdote filántropo, el obispo Cabañas. Después de promulgadas las leyes de la Reforma, lo ha tomado á su cargo el Gobierno. Es un enorme edificio que ocupa cuatro cuadras: es hospicio para huérfanos, niños abandonados, y ancianos de ambos sexos. Tiene amplios jardines y en todos los departamentos se encuentra una tal atmósfera de alegría que os hace olvidar tratarse de un Asilo. Todos estudian, trabajan y cantan y se nota en todas partes una limpieza excepcional, especialmente en los dormitorios".
"Hemos visitado también un barrio distante una media hora de tranvía eléctrico, en donde muchas familias acomodadas pasan los meses más cálidos: S. Pedro Tlaquepaque. Hay allí. muchos almacenes de objetitos, estatuitas, caricaturas, cuadros típicos mexicanos, todo fabricado con una arcilla especial que los indígenas modelan á mano con maestría maravillosa".
Guadalajara y el amor
A su vez, el poeta John Ashbery inmortalizó la Guadalajara de 1927 en estos versos, en los que el autor siente la nostalgia de dos jóvenes enamorados en las calles de la ciudad:
Y, como es mi costumbre, empiezo a soñar, apoyando los codos
sobre el escritorio y asomándome un poco a la ventana,
¡en la borrosa Guadalajara! ¡Ciudad de las flores rosadas!
¡La ciudad que más quise y la que menos vi,
en México!
¡Aquí vienen los muchachos! Saltando y arrojando pequeñas
cosas en la acera
que es de baldosas grises.
Sin embargo pronto todo esto acabará, con el andar de los años,
y el amor los conduzca al paseo por otra razón.
Trato de oír lo que se dicen
pero al parecer solo hablan algo entre dientes, tímidas
palabras de amor, probablemente,
ella es un poco más alta que él, y mira calmosamente
en sus sinceros ojos.
Ella viste de blanco. La brisa desordena su largo y hermoso
pelo negro contra su mejilla aceitunada.
Es evidente que está enamorada. El muchacho, el muchachito
del palillo, también está enamorado.
Sus ojos lo demuestran.
¿Qué otra cosa resta por hacer, sino quedarnos? Y eso no
podemos hacerlo.
Y mientras una última brisa refresca la cúspide de la
desgastada vieja torre, clavo la mirada
en el manual de instrucciones que me hizo soñar con
Guadalajara.
Guadalajara a través de los años: lo que fuimos
En 1930, Agustín Yáñez, quien fue gobernador de Jalisco de 1953 a 1959, y uno de los más grandes exponentes de nuestras letras, también dedicó un lugar a Guadalajara, su ciudad, en su literatura, con cierta nostalgia agridulce de las calles cambiantes ante el paso inconmovible de los años :
"Estas páginas dan testimonio de mi ciudad natal en el año de 1930 (…) Familias, comercios y oficinas mudaron domicilio; árboles de recuerdo -amados- padecieron tala: el jardín del Santuario está pelón, la Plaza de Armas perdió sus sombras y la Alameda fue diezmada; edificios flamantes usurparon lugares de añoranza, gobiernos han ido y venido con proyectos, caprichos y realizaciones adversos entre sí (…)"
"Es penoso transitar por las calles y en algunas, imposible; una racha de extranjeros ha caído sobre los negocios, construcciones de mal gusto han sido clavadas en parques y jardines, infíltranse modernos estilos de vida, suenan en los periódicos nuevos nombres, hay nuevas caras en las calles, en las aulas..."
"Y sin embargo nada he querido añadir o quitar a la visión de la Guadalajara que dejé hace 10 años, vuelvo transitoriamente a su almo reciento, el sabor del pan, los chales de las mujeres, la frescura de los patios, la música romántica en las cantinas, el paso de los cortejos fúnebres -a pie, lentamente-, rumbo a Mezquitán, el rodar de bicicletas y coches de caballos, el tiempo perdido en las bancas de los jardines, la luz de las caras nuevas..."
"Late la sangre de mi ciudad en la sien de mi barrio, en las venas de mis caminos..."
Guadalajara triste, Guadalajara tu casa, bajo esta esquina del cielo. Guadalajara donde inician y terminan todos tus sueños. Guadalajara-Guadalajara, aquí, donde nos tocó vivir.
FS