Guadalajara tiene como epicentro de su identidad a la Catedral; un corazón del cual confluyen y parten todas las calles, todas las avenidas, todos los caminos recorridos, un principio y un fin. La ciudad, no obstante, también está conformada por sus arterias, por sus venas que palpitan, por sus senderos y callejones.
Algunas de estas calles forman parte de la memoria histórica de Guadalajara. El río San Juan de Dios, que ahora es la concurrida y plomiza Calzada Independencia; las manzanas y cines que precedieron a la Plaza Tapatía, y que hoy es una explanada inmensa que dirige al Museo Cabañas, cuyas paredes albergaron huérfanos, hace muchas décadas.
Otra arteria determinante de Guadalajara es Alcalde, antes llamada Santo Domingo: cinco kilómetros que abarcan desde lo que hoy es la Glorieta de la Normal, hasta el Parque Agua Azul, más allá de la Calzada. En su longitud atraviesa muchos de nuestros lugares insignes; el Santuario de Nuestra Señora de Guadalupe, La casa de los perros, la Rotonda, la Catedral, la Plaza de Armas.
Más allá de Juárez, donde se convierte en 16 de septiembre, atraviesa los dos templos, Niños Héroes, hasta llegar a los árboles quebradizos del Agua Azul. En las inmediaciones de Alcalde se conjuga la historia; se encuentra la Normal -el Centro Universitario de Ciencias Sociales y Humanidades-, el Panteón de Belén, el Hospital Civil, Las 9 esquinas.
Aquí una revisitación a la memoria de Guadalajara y de sus calles. Alcalde a lo largo de los años, a través de las décadas, más allá del tiempo: la historia de nuestra ciudad.