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Vamos al cine

El cementerio de las águilas

GUADALAJARA, JALISCO (11/MAY/2011).- La televisión refrenda algunas de las cintas que para los ojos agudos del espectador resultan mensajeras de un modo de ser en la sociedad entre los años treinta y cincuenta de acuerdo a su circunstancia. El cementerio de las águilas viene al caso, como tantas, ésta narradora de la heroica defensa del Castillo de Chapultepec en la cuarta década del siglo XIX.

En 1896, apogeo del Porfiriato, registró su huella inicial el cine al captar la imagen del presidente Díaz en un paseo dominical. “Cómo han pasado los años”… diría la canción, y con ellos la propuesta cultural influyente en el carácter de generaciones, para las que aún es motivo de remembranza la función cinematográfica de dos y hasta tres películas, en blanco y negro, la permanencia voluntaria en salas con tres o más de cuatro mil espectadores.

Los tiempos de don Porfirio y su antípoda revolucionaria dieron espacio al cine en su acción reivindicadora de los sentimientos nacionalistas, no exentos del peligro expansivo de la guerra en Europa, más tarde difundida por lucha de los Aliados en la Segunda Guerra Mundial.

Del teatro al cine, las figuras de aquel tiempo, como la dinastía Soler y muchas figuras recordadas con cariño, crearon furor en la emergente sociedad urbana con el germen del obrerismo y la pretensión sindicalista. Pero fueron los años de la cuarta y quinta décadas los de mayor brillo del siglo XX, ahora románticamente llamada Época de Oro del Cine Mexicano.

Quizá por algunas razones de política internacional el cine no era precisamente el paradigma de la libertad de expresión, y cada cinta, de corto o largometraje, era “supervisada” en la Dirección de Cinematografía de la Secretaría de Gobernación para obtener número de la autorización que, a su vez, debería ostentar el exterior de la lata con el título correspondiente.

El cementerio de las águilas fue de una de aquellas películas con la actuación de Jorge Negrete y Gloria Marín, continente de la narración de los jóvenes cadetes del Colegio Militar, defensores de su sede castrense, el Castillo de Chapultepec. El cine mexicano no ha estado exento de la agenda de preocupación para las autoridades.

Dios nos guarde de la discordia.
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