Entretenimiento
Vamos al cine
Pan comido
Desde la inducción hasta la realización de un asalto a una mujer cuyo mayor atractivo es la posesión de su cartera y una torta a medio deglutir, con la cual el “maestro” asaltante se ahoga, queda tirado en la banqueta y el “alumno” huye orgulloso de haber tomado y aplicado los principios del asalto.
Lo cotidiano acerca a la pobreza espiritual de individuos carentes de todo, sin excluir el mínimo concepto del medio ambiente inmoral. Adicionalmente atrae la motivación y facilidad del delito auspiciado por la falta de garantías, vigilancia y consecuente seguridad. La pobre mujer corre de la escena apreciando que sólo fue aquella torta –bocado que le fue arrebatado-.
La lección, impresa en la cinta, se proyecta y deja sabor diverso: para algunos el deseo de comer, para otros la posible infracción impune y para los más el riesgo de sufrir un asalto como tantos que no alcanzan el castigo inhibidor del delito cotidiano.
La indignación se convierte en frustración en espera de ser uno más de cuantos en su tránsito diario pierden alguna posesión e integridad, que no alcanza a justificar la pobreza, mas quizá sí la necesidad derivada de la adicción que nubla los valores y declina los principios sociales.
Lamentablemente es, más que la difusión de esta clase de películas, la producción de las mismas auspiciadas por el Instituto Mexicano de Cinematografía (Imcine) con el dinero de los impuestos aplicado a la exposición denigrante de temas cotidianos con el supuesto sello artístico.
Dios nos guarde de la discordia.
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