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De Palestina, territorio ocupado durante los últimos cuarenta años, es la protagonista de una historia, ilusión y dramatismo: Muna procedente de un matrimonio fracasado con un hijo adolescente viaja Illinois, Estados Unidos, a una población del estado de donde la esperan parientes y las vicisitudes de todo inmigrante.

Excepto que Muna no es ilegal, llega con permiso de trabajo obtenido con muchas dificultades en su país de origen. La narración corresponde a un marco ampliamente conocido y sufrido por muchos mexicanos desprovistos de sus raíces que a toda costa tratan de conservar.

Los recuerdos y desacuerdos de Muna afloran a partir del idioma inglés, en nada parecido al árabe, pero su carácter vence los obstáculos; no menos difíciles en las aulas para su hijo Fadi. Eh ahí el punto provocador de admiración y reflexión para el espectador acucioso.

Palestina, tras la invasión de Iraq ha impreso huella imborrable en el carácter de una población acostumbrada a desconfiar de todo lo procedente del Medio Oriente. Muna, nació, creció, se casó, procreó en ese ambiente hostil y opresivo, forjador de un carácter peculiar expuesto en su nueva residencia.

Se dice fácil, pero es todo lo contrario, cambiar residencia y oponer voluntad a la propia familia ya arraigada, cuyas vicisitudes fueron superadas y tratan de imponer costumbres palestinas en la “tierra de promisión”.

El reto más arduo es el de Fadi, el hijo adolescente, quien se relaciona bien con su prima, de carácter rebelde, provocándole obstáculos en el instituto donde recibe instrucción, cultura y lecciones de vida norteamericana.

Mientras para Muna la necesidad no la doblega, aunque sufra rigores, para su hijo Fadi en su calidad de segunda generación y en edad complicada de todo adolescente, por momentos es insufrible. Igual ocurre con los mexicanos, que aun encontrando acogida, trabajo y prosperidad, sus hijos son señalados ciudadanos con menores prerrogativas de los naturales.
La distancia y condiciones de mexicanos y palestinos respecto a Estados Unidos son diferentes, pero ambos son seres humanos dotados de costumbres propias.

Dios nos guarde de la discordia.

Comentarios: sicpm@informador.com.mx
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