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Vamos al cine

Doña Bárbara

Al propósito de la colaboración en este breve espacio respecto a la participación del cine, y en cine mexicano en particular: entre las referencias pongo a consideración del lector la de una mujer que marcó senderos a identidad de la mujer en su circunstancia pasada y actual posesión de atributos: María Félix, Doña Bárbara.

Dicha dama, siempre discutida por su proverbial tono altanero y a la vez distante de la imagen sumisa de los arquetipos de humildad, respondía a la sociedad de los años cuarenta y cincuenta con expresiones poco tradicionales; vestía pantalón y fumaba puros en la pantalla y en su vida privada y pública. En sus personajes mostraba valentía y reto sin perder los atributos de la feminidad, bella y apreciable por su naturaleza, quizá genética de su cuna de nacimiento: Álamos, Sonora.

Doña Bárbara, inspirada en la novela de Rómulo Gallegos en la agreste región cauchera de Venezuela regada por el Orinoco, marcó pautas al cine violento al que habría de seguir otro icono: Jorge Negrete en Canaima del mismo novelista, donde impera el lenguaje y tono de la zona, entonces rica productora del apreciado insumo.

La influencia de tales personajes hasta nuestros días es evidente. Se rompieron atavismos, por mucho gracias a la influencia del cine, que han dado merecido sitio de respeto, consideración y aprecio a la mujer, cada día más digna de su sitio en la sociedad al igual con el correspondiente aprecio a los atributos del hombre. Cada uno con peculiaridades y en lo particular, hombre y mujer, su desempeño juegan en pantalla el rol acorde a la cultura que da la circunstancia.

Resulta evidente el cambio en un lapso relativamente breve, provocado por los medios de comunicación y de manera esencial el cine sobre los jóvenes, que por la pantalla crean paradigmas influyentes en las decisiones gubernamentales. Las comparaciones son válidas, no sólo para el recuerdo sino en el desempeño actual impulsor de nuevas responsabilidades con cariz global.

Los realizadores Fernando de Fuentes y Juan Bustillo Oro tuvieron la visión de imprimir a sus producciones el sentido requerido a su tiempo, adicionando genuino respeto a la autoría literaria de la novela de Rómulo Gallegos. Ahí está presente la amalgama y testimonio logrados por un cine visto con interés, agrado y digno de análisis después de medio siglo.

Dios nos guarde de la discordia.

Comentarios: sicpm@informador.com.mx
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