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Una “nueva” ley del libro nada novedosa

Un país no se transforma en un país de lectores a partir de una ley.

LOS ANTEOJOS DE BASKERVILLE

 
Carlos Lara

 
Esta semana quedó aprobada la Ley de Fomento para la Lectura y el Libro, tanto en el Senado de la República como en la Cámara de Diputados, apresurados por las supuestas bondades de dicha ley, sin análisis y en medio de una descoordinación bicameral.

Las observaciones que hizo el entonces presidente Vicente Fox no fueron del todo atendidas como algunos legisladores sostuvieron. Persisten graves errores de fondo. El primero de ellos es la incompetencia del Congreso de la Unión para la expedición de la ley, pues en ninguna de las fracciones del artículo 73 constitucional se faculta a dicho poder para legislar sobre la materia. El segundo error es su incongruencia con la legislación en materia de derecho de autor, propiedad intelectual y delitos de imprenta. Contradice e ignora preceptos vigentes en la legislación nacional. Además, no precisa qué cantidad de tiempo se utilizará o de qué manera las autoridades responsables emplearán los tiempos oficiales y públicos para fomentar la lectura y el libro. El más grave de los errores está en el artículo 25. Establece que el precio único no se aplicará a las compras que para sus propios fines realicen el Estado, las bibliotecas que ofrezcan atención al público o préstamo y los establecimientos de enseñanza y de formación profesional o de investigación. Este precepto vulnera la garantía jurídica de igualdad en perjuicio de las personas no contempladas en la excepción, ya que a pesar de que todos los sujetos se encuentran en una misma situación jurídica y que la ley tiene entre sus finalidades el acceso equitativo al libro, el tratamiento que les da este artículo es desigual.

Un país no se transforma en un país de lectores a partir de una ley. Sin duda es un elemento importante, pero la actual Ley del Libro (2000) no dista mucho de la recién aprobada, en todo caso es cuestión voluntad aplicada. Según la Encuesta Nacional de Lectura 2006, casi dos terceras partes de la población mexicana aduce la falta de tiempo como la principal razón para no leer; casi una tercera parte reconoce que no le gusta leer. El promedio de libros por persona leídos al año es de 2.9, con cifras superiores para los jóvenes de 18 a 22 años, los mexicanos con educación universitaria y los de niveles socioeconómicos medio-alto y alto. México es un país con una alta población de jóvenes y los mayores índices de lectura, según la encuesta, se presentan entre la franja de 18 a 22 años. Aquí la ley puede hacer mucho, particularmente el Consejo desde el cual se diseñarán estrategias de difusión y acercamiento de ciudadanos a la lectura. Curiosamente, en la encuesta, el precio de los libros no aparece entre las principales razones por las que no se lee, según las respuestas de los entrevistados, incluso entre los que integran los niveles socioeconómicos más bajos. Lo anterior parece indicar que si bien el precio de los libros, periódicos y revistas constituye un obstáculo para ampliar los niveles de lectura, no es el principal motivo de la no adquisición. Una de las novedades, según algunos promotores de esta ley e incluso algunos legisladores, lo cual es aún más vergonzoso, es la creación del Consejo Nacional de Fomento para el Libro y la Lectura. Pues bien, hay que decir que dicho Consejo está previsto en la actual ley desde el año 2000 y en ocho años las autoridades del ramo no han sido capaces de integrarlo… El precio único tiene una bondad que no es cosa menor: permitir que la competencia se dé en el terreno del servicio y la atención y no en el terreno del descuento, donde los únicos favorecidos son los grandes del ramo. Sin embargo, quitando el precio único de esta “nueva” Ley de Fomento para la Lectura y el Libro, es la misma ley que tenemos desde el año 2000.

 

 

 


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