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Un cuarto de siglo sin Julio Cortázar

El día de mañana se cumplen 25 años de la muerte del escritor argentino Julio Cortázar, uno de los grandes de la literatura latinoamericana

GUADALAJARA, JALISICO.- El 12 de febrero de 1984, el escritor argentino Julio Cortázar dejaba este mundo y se dirigía al único posible: el cielo de los cronopios. Hoy se cumplen, por tanto, 25 años de la desaparición de uno de los gigantes de la literatura latinoamericana.

"Desde pequeño, mi relación con las palabras, con la escritura, no se diferencia de mi relación con el mundo en general. Yo parezco haber nacido para no aceptar las cosas tal como me son dadas", sostenía el autor de obras como Rayuela, Bestiario o Historias de cronopios y de famas.

Lúdico y antisolemne, buscó intensamente una renovación del lenguaje. "Si (Roberto) Arlt y (Jorge Luis) Borges habían dado vida a la literatura argentina, Cortázar le agregó alegría, desenfado, desparpajo para sondear el profundo misterio del destino humano", explicó alguna vez su colega Osvaldo Soriano.

Delgado y de elevada estatura, siempre arrastró las "erres", lo que incluso llegó a costarle un puesto de locutor. Le tocó nacer y morir en Europa, en parte por ese azar que a criterio de Cortázar hacía mejor las cosas que la lógica.

Su llegada al mundo el 26 de agosto de 1914 en Bruselas, a comienzos de la Primera Guerra Mundial, fue "producto del turismo y la diplomacia". Poco después del regreso a Argentina, su padre abandonaría para siempre la casa en la que vivía junto con su madre y su hermana. La infancia y adolescencia de Cortázar transcurrieron en Banfield, suburbio sureño de Buenos Aires.

Al evocar su infancia, decía: "Desde los ocho o nueve años había que sacarme un poco al sol porque yo leía y escribía demasiado. Incluso hubo por ahí un médico que recetó que había que prohibirme los libros durante cuatro o cinco meses", prescripción que finalmente no se cumplió.

Trabajó como docente en Bolívar y Chivilcoy, pueblos de la provincia de Buenos Aires, y luego se desempeñó como profesor en la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad Nacional de Cuyo, a la que tuvo renunciar por oponerse al peronismo.

En una carta, definió los años previos a su partida en 1951 a París, donde se instalaría definitivamente: "De 1946 a 1951, vida porteña, solitaria e independiente; convencido de ser un solterón irreductible, amigo de muy poca gente, melómano lector a jornada completa, enamorado del cine, burguesito ciego a todo lo que pasaba más allá de la esfera de lo estético".

El año de su llegada a la capital francesa publicó su primer volumen de cuentos, Bestiario. "Será éste, el del cuento fantástico, el camino que, preponderantemente, tentará al Cortázar de los años siguientes. Entre la ficción alegórica, intencionada, política, y la pura fantasía, parecerá elegir, por el momento, a esta última", apunta el biógrafo Mario Goloboff.

Esa misma década vieron la luz nuevos volúmenes de cuentos: Final del juego (1956) y Las armas secretas (1959). Este último incluye El perseguidor –inspirado en el saxofonista Charlie Parker-. Allí se produce "el descubrimiento de mi prójimo, el descubrimiento de mis semejantes", señalaba el escritor apasionado por el jazz y el boxeo.

En 1960 se publicó su primera novela, Los premios, y dos años más tarde, la colección de textos Historias de cronopios y de famas, los primeros, "esos seres desordenados y tibios" que obran con rebeldía.

En 1963 fue el turno de Rayuela, que lo impulsó a la celebridad internacional y se convirtió en una de las insignias del incipiente "Boom" latinoamericano. La novela ofrece realizar una lectura lineal, o bien invita al lector a convertirse en cómplice, saltando de un capítulo a otro, según se indica en su "Tablero de Dirección".

Por entonces viajó a Cuba, invitado como jurado del Premio de la Casa de las Américas. Allí nació su compromiso con las causas latinoamericanas y una estrecha relación con la isla. Años más tarde, visitó varias veces Nicaragua para apoyar la revolución sandinista.

El escritor se propuso seguir viviendo en su terreno lúdico y fantástico, pero con la adopción de un compromiso que se reflejaría en su creación literaria.

Durante la última dictadura argentina (1976-1983), pasó de ser un "emigrado voluntario" a un exiliado en la capital francesa. Meses antes de perder la pelea contra la leucemia, había caminado por última vez por las calles de Buenos Aires.

"Prefiero seguir pensando en él como sin duda él lo quería, con el júbilo inmenso de que haya existido, con la alegría entrañable de haberlo conocido y la gratitud de que nos haya dejado para el mundo una obra tal vez inconclusa, pero tan bella e indestructible como su recuerdo", dijo en su momento Gabriel García Márquez sobre la partida de su amigo, el "gran cronopio".

Homenaje permanente en Guadalajara

La Cátedra Latinoamericana Julio Cortázar de la Universidad de Guadalajara (UdeG) fue inaugurada en octubre de 1994 como "un espacio académico que rinde homenaje permanente a la memoria del autor argentino, a su persona, a su obra y a las preocupaciones intelectuales que guiaron su vida".

Con este fin, las temáticas abordadas en las diversas actividades de la Cátedra Julio Cortázar giran en torno a "las preocupaciones que incitaron a este escritor de nuestra América que supo mantenerse en contacto con la cultura universal".

"En literatura no hay temas buenos ni temas malos, hay tan solo temas bien o mal tratados", Julio Cortázar.
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