Entretenimiento

Triunfos robados en Jalisco

La línea entre inspirarse y violar los derechos de autor se hace cada vez más delgada. Pero en el contexto de los concursos, ¿qué se debe hacer ante estas controversias?

GUADALAJARA, JALISCO (16/JUN/2014).- La semana pasada, un escándalo de plagio volvió a sacudir el mundo cultural de los premios. La convocatoria era la de un concurso de cortometrajes que entregaría cinco mil pesos y equipo de video al ganador. Estaba dirigido a estudiantes de preparatoria y un menor de edad deliberadamente registró un trabajo de alguien más como suyo.

El concurso, organizado por el Sistema de Educación Media Superior (SEMS) de la Universidad de Guadalajara (UdeG), detectó el problema el sábado 7 de junio, un día después de la premiación. El reconocimiento le fue revocado al estudiante.

En los últimos dos años, éste y otras tres situaciones de plagio empañaron la entrega de algunos premios que se hacen, parcialmente, con recursos públicos. En el Concurso Estatal de Cortometraje 2014 del SEMS, el estudiante ganador admitió su falta y regresó los premios que le habían sido otorgados. No siempre se obtiene el mismo resultado.

En octubre pasado, la pintura ganadora del Salón de Octubre, concurso orquestado por el Comité Organizador de las Fiestas de Octubre y la Secretaría de Cultura de Jalisco, generó controversia al detectarse que era prácticamente una copia de una obra de la artista china Yan Yaya.

La autora del cuadro presentado en el concurso fue la tapatía Karla de Lara, y su pieza se llamaba “Déjà vu”. Cuando se dio a conocer la similitud con la obra, la pintora tenía un as bajo la manga: dijo que era una apropiación, es decir, el proceso artístico de tomar elementos ya existentes de otras obras para crear una nueva.

En 2012, la Bienal de Pintura José Atanasio Monroy (a cargo del Centro Universitario de la Costa Sur y de Cultura UDG) fue ganada por el pintor César Julián Cervantes Terríquez, quien incluyó tres personajes centrales muy similares a los retratos de la serie “Smoking Kids”, de la fotógrafa belga Frieke Janssens. Aquí el contexto pone la situación todavía más difícil: la pintura reunía personajes que en las obras originales eran retratos solitarios y además los insertaba en una escenografía distinta, con detalles diferentes. ¿Era plagio o no?

Aunque en algunos ejemplos la copia es evidente, en otros se contraponen nuevas formas de expresión artística como la apropiación y la hibridación. El ready-made o el collage son algunos formatos que permiten al artista adueñarse de objetos o piezas y reclamarlas como suyas, a veces con mínimas modificaciones. En la música imperan el remix, el sampleo y el mashup, por ejemplo.

En México, el derecho de autor o los derechos patrimoniales sobre una obra duran la vida del autor y 100 años después de su muerte. El especialista en materia de propiedad intelectual, Pedro Zorrilla Montesinos, explica que cuando pasa ese tiempo, la obra se vuelve de dominio público y puede ser utilizada por cualquier persona.

Si alguien hace modificaciones a una imagen de la Mona Lisa, por ejemplo, “esas modificaciones que son originales se le atribuyen a quien las hizo. No quiere decir que la Mona Lisa sea propiedad de esa persona, pero sí las modificaciones”.

Pero si los cambios se hacen en una obra cuyos derechos patrimoniales estén vigentes, “para poder explotar esa modificación requerirían forzosamente la autorización del autor primigenio. No lo podrían hacer si no es con autorización de él, y si lo hicieran, hay infracciones en derecho de autor, de comercio y hasta el delito por la reproducción propia de la obra”.

¿CÓMO PROTEGERSE?


Pedro Zorrilla Montesinos, abogado especialista en materia de propiedad intelectual, explica que cuando alguien gana un premio, robándose el trabajo de otra persona, se atenta contra los derechos morales del artista estipulados en la Ley Federal de los Derechos de Autor.

En este punto Zorrilla explica que se comete un delito cuando hay una reproducción de la obra sin autorización del autor, como en el caso de la piratería. Pero en los casos de los plagios para ganar concursos, aclara que “no hay una reproducción como tal. Lo que se hizo fue que se implantó la obra para hacerse pasar como si fuera el autor de la misma. Eso genera una infracción en materia de derechos de autor, una posible infracción en materia de comercio y obviamente la reparación de daños y perjuicios”.

Para que un autor pueda alegar este tipo de daños, lo primero que debe hacer es registrar su trabajo ante el Instituto Nacional de Derechos de Autor, el cual debe estar sustentado con los documentos originales con los que creó la obra. “Las ideas por sí mismas no son protegidas, sino que deben materializarse en algún soporte documental: un lienzo, un manuscrito, un soporte electromagnético”.

Zorrilla recomienda asesorarse antes de hacer el papeleo: “las inscripciones de obras en materia autoral no son constitutivas de derechos sino que son simplemente declarativas y de buena fe. Por eso es tan importante que existan los documentos originales con los cuales se fue creando la obra”.

Sobre meter una demanda cuando el plagio no es claro, la controversia se someterá a la decisión de un juez. Y para arriesgarse a emprender un proceso legal, Zorrilla Montesinos da el siguiente consejo: “Si la descripción de la obra es tal cual a la original, o si más del 50% de la obra se está plagiando, entonces hay plagio”.

¿DE QUIÉN ES LA RESPONSABILIDAD?

Ante el surgimiento de estos casos de plagio, muchos han puesto el dedo sobre las instituciones por no darse cuenta de que los trabajos que estaban premiando tenían ese problema. Pero en la era de la información, en cada rincón del mundo se suben infinidad de trabajos creativos a la red, lo que multiplica exponencialmente las posibilidades de plagiar de sitios o artistas que a lo mejor no son tan populares en el lugar donde se lleva a cabo el concurso.

El guionista tapatío Francisco Payó González, co-autor del filme “Salvando al Soldado Pérez” opina que no es culpa de las organizaciones cuando, al igual que el público, son engañadas por un plagiario. “En este tipo de concursos se apela a la buena fe de la gente. El jurado no es el que tiene que estar revisando que este trabajo sea original o no”.

Él mismo ha fungido como seleccionador de trabajos en varias instancias como el Festival Internacional de Cine de Guadalajara y el Consejo Estatal para la Cultura y las Artes: “Más que alertar a las instituciones, la señal de alerta es: ¿qué está pasando con las nuevas generaciones que buscan falsos éxitos? Los jurados van con toda la intención del mundo de descubrir nuevos talentos, de apoyar nuevas carreras”. Payó considera que “tarde o temprano las mentiras se saben. La misma accesibilidad que nos da la red para que alguien pueda cometer ese tipo de fraudes, también nos permite poderlos localizar. Quizás a futuro se deben diseñar estrategias para corroborar quién hizo el trabajo, pero también hay que confiar en la buena fe de la gente”.
Síguenos en

Temas

Sigue navegando