Entretenimiento
Talento nacional impulsado por la crisis
El director ofrece una extensa charla en el FICM sobre la historia contemporánea del cine mexicano
El célebre cineasta y productor, quien ahora se desempeña como agregado cultural en el Consulado General de México en la Ciudad de Los Ángeles, ofreció una charla en el Festival Internacional de Cine de Morelia (FICM), con el tema Cineastas mexicanos en Estados Unidos, un tópico que él conoce bien, dados los lazos que lo unen con el vecino del Norte y su amplio recorrido en el Séptimo Arte nacional.
Pelayo, quien ha sido director de películas laureadas como Miroslava, Morir en el Golfo y La víspera, se dijo maravillado con la organización del certamen michoacano “y de lo único que me arrepiento es de no haber venido antes”.
El realizador, académico y estudioso, señaló que uno de los factores que han detonado la partida de realizadores nacionales al cine hollywoodense es que “ahora se encuentra mucho más globalizado, aunque también se debe contar con el hecho de que una generación antes que ellos enfrentó un escenario muy complicado, que hizo que muchos buscaran mejor opciones fuera”.
De la decadencia a la gloria
Para Pelayo el éxodo de cineastas nacionales hay que comenzar a entenderlo desde la década de los años setenta y ochenta, cuando el cine mexicano vive una de sus últimas fases de grandes producciones, apoyado por un aparato estatal que calificó como “obeso”. “En la cúspide de la producción estatal, el Gobierno era dueño de estudios, foros, edificios; hasta de las palomitas (risas)”.
Sin embargo, a partir de la década de los ochenta el apoyo para la realización de cintas va desapareciendo gradualmente “y aparece una generación de cineastas como Luis Mandoki, Jaime Humberto Hermosillo y María Novaro, que la tienen que hacer tanto de directores como de productores, es lo que yo llamo ‘generación de crisis’”.
En ese panorama complejo, es que algunos cineastas tratan de encontrar fórmulas para seguir filmando “por ejemplo, Jaime Humberto Hermosillo hizo películas de 16 milímetros para que le salieran más baratas”, mientras que otros prefirieron irse a Estados Unidos. “Como le sucedió a Luis Mandoki. Sin embargo, él cometió un error y lo acepta: Se fue solo. Y sin nadie que lo apoyara, su estilo se diluyó y terminó haciendo películas de estudio sin un sello claro”.
De la decadencia que enfrentó el cine nacional en los años ochenta a los noventa “sobrevivieron sólo una parte de los Estudios Churubusco y el Centro de Capacitación Cinematográfica, en ambos casos, por la presión de la comunidad artística, que evitó que los terrenos fueran vendidos y convertidos en un supermercado, como era la intención”.
El renacimiento
Pelayo explica que los duros momentos que vivió el cine nacional en la década de los años noventa sirvieron para gestar a una generación de mexicanos con mucha tenacidad, además de que el Estado, a través del Imcine, vuelve a apoyar, si no totalmente sí en un gran porcentaje, la realización de cine. “Películas como Cabeza de vaca (1990), Danzón (1991), Sólo con tu pareja (1991), Como agua para chocolate (1991) y Cronos (1992) logran regresar al cine mexicano a los festivales internacionales y sobre todo destacar. Por ejemplo, Danzón se corona en Cannes y todo mundo vuelve a mirar hacia México”.
A estos éxitos se sumó una ola de cineastas como Alejandro González Iñárritu, Rodrigo Prieto, Guillermo Arriaga, Gabriel Beristain y Emmanuel Lubezki “que aprovechando las bondades del mercado global salen a comerse al mundo”.
Alejandro Pelayo resalta el papel que jugó Guillermo del Toro “que comenzó con Jaime Humberto Hermosillo y era desde joven un tipo con ideas muy especiales, ya andaba con sus monstruos y sus dibujos, y con Cronos simplemente comenzó a explotar su creatividad”.
Recordó además que el tapatío es “un hombre que igual filma en México, Estados Unidos y España y siempre vas a saber que es él, porque ha conservado su estilo y tiene un equipo de trabajo que conformó desde nuestro país, con Bertha Navarro en la producción y Guillermo Navarro en la fotografía”.
El académico agregó que “uno de los momentos más brillantes de esta generación de dio en 2007, cuando tres películas dirigidas por mexicanos, pelearon por el Oscar: El laberinto del fauno, Babel y Los hijos del hombre. Ese año nueve mexicanos buscaron ganar una estatuilla, y eso es algo de lo que debemos sentirnos orgullosos”.
EL INFORMADOR / Juan Francisco González Rodríguez
''En la cúspide de la producción estatal, el Gobierno era dueño de estudios, foros, edificios hasta de las palomitas.''
Alejandro Pelayo, cineasta.
Síguenos en