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Sean Penn busca su segundo Óscar

Una historia que es un vehículo para el lucimiento de Sean Penn, que busca su segundo Óscar y recuperar el terreno perdido

REDACCIÓN INTERNACIONAL.- "Milk" es una mediocre y localista película de Gus van Sant sobre el primer concejal gay de Estados Unidos, una historia que es un vehículo para el lucimiento de Sean Penn, que busca su segundo Óscar y recuperar el terreno perdido.

Tras ganar el Óscar en 2003 por "Mystic River", Penn participó en varios proyectos fallidos ("The Assassination of Richard Nixon", "The Interpreter" y "All the King's Men") que le alejaron de la fama de actor de carácter que se había forjado en su ya dilatada carrera.

En esta película, el actor californiano trata de recuperar ese terreno perdido y lo hace con un papel preparado para su exclusivo lucimiento por Gus van Sant, un director irregular, capaz de lo mejor y lo peor.

Y que en este caso muestra su lado más mediocre con una película en la que mezcla hábilmente imágenes reales con ficción, lo que le da un interesante aire de documental, pero en la que no es capaz de transmitir el interés de una historia que se queda en los localismos.

Con una estética setentera, que incluye una planificación y uso de planos múltiples propios de la época, van Sant cuenta la historia de Harvey Milk, el primer concejal homosexual de la historia de Estados Unidos, que logró ganar el pulso a la mojigata sociedad estadounidense para mejorar los derechos civiles de los gays.

El director usa una estructura claramente operística -con música e imágenes de "Tosca"- para construir una historia a la que quiere imprimir un sentido épico que acaba por ser un sinsentido y en la que el desarrollo de los personajes es prácticamente inexistente.

Sean Penn es el protagonista absoluto del filme, con una interpretación por momentos excesivamente mimética, que le ha valido una candidatura a los Globos de Oro y que parece apuntar directamente a la que sería su quinta nominación a los Óscar.

Sin embargo, su esfuerzo se pierde entre una enorme cantidad de actores secundarios que hacen confusa la narración y que realizan caracterizaciones muy forzadas de sus personajes.

Con la excepción de James Franco, como novio de Milk, el resto de los actores -desde Josh Brolin a Diego Luna, pasando por Emile Hirsch- no cuentan con un guión que les permita asentar su trabajo sobre una base sólida.

A pesar de que técnicamente la película cuenta con elementos interesantes de planificación, encuadres y montaje, y de que los escenarios reales en el Castro de San Francisco son atractivos, el resultado son más de dos horas de una historia que se deja llevar por los localismos en lugar de trascender a algo más universal que consiga interesar a alguien fuera de Estados Unidos.
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