Entretenimiento

Roberto Sosa experimenta con el poder

El actor tendrá la obligación de dar vida al presidente Gustavo Díaz Ordaz en una cinta mexicana

CIUDAD DE MÉXICO.- Lo admite. Roberto Sosa ha saludado a muchos políticos de la escena mexicana. Todo comenzó con el entonces presidente Miguel de la Madrid, de quien recibió el Premio Juventud en 1987 y luego con Carlos Salinas, en una invitación masiva a cenar.

De otros ha sido maestro para que aprendan a hablar ante el público. Claro que se reserva la identidad por cuestión profesional. “Y me he dado cuenta de que son muy malos actores”, dice bromista.

Ahora, con más de 30 años de carrera (inició con la película México, México, ra, ra, ra, en 1976), Sosa fue elegido para darle vida a Gustavo Díaz Ordaz, uno de los presidentes más polémicos del país, pues durante su mandato ocurrió el conflicto del 2 de octubre de 1968.
Su caracterización se dio para el filme Tlatelolco, dirigido por Carlos Bolado, cuyo rodaje concluyó hace dos semanas y que retratará los meses previos a aquellos acontecimientos en la Plaza de las Tres Culturas del Distrito Federal.

— ¿Qué se siente meterse en la piel de uno de presidentes más polémicos de México?
— En son de broma digo que tanto en la vida como en la actuación, siempre hay alguien que debe hacer el trabajo sucio (risas). Efectivamente, es complejo interpretar a un personaje que queda mal parado en la historia del país, por una serie de decisiones y manchas oscuras que tuvo, pero no puedo interpretar a un personaje así, sino desde el lado humano. No podemos olvidar que fue un tipo que hizo otras cosas por México, como que representó a la administración que más le dio a la educación, que apoyó la construcción de presas, incentivó la construcción del Metro y que, de alguna manera, tomó a la nación con una deuda externa muy alta. No quiero justificarlo, sino entenderlo.

— ¿Cambió tu perspectiva sobre él?, ¿qué tanto lo conocías antes de que te ofrecieran el personaje?

— Conocía lo que todos conocen, así que en el momento de investigar lo que hizo en su sexenio era intentar entenderlo desde mi punto de vista de actor. Como Roberto Sosa tengo una opinión determinada, que obviamente no puede estar de acuerdo con un genocidio. La visión cambió en el sentido de que leer lo que hizo reiteró mi idea de que en la vida no somos buenos-buenos, ni malos- malos, somos complejos. No me gustaría caer en el estereotipo.

— ¿Qué pensaste cuando te viste al espejo, ya caracterizado, al darte cuenta de que sí te parecías?
— ¡Por un lado me daba miedo!, ¡decía ‘qué feo me veo’! (risas), pero por otro veía la maravilla que se puede hacer con el maquillaje para lograr cierto tipo de transformaciones y claro, todo acompañado de ver documentales, fotos y videos, para ver las actitudes que tenía. También hay que reconocer que Carlos Bolado vio en mí a Díaz Ordaz, antes del maquillaje. Yo tenía un handicap en contra que era el asunto de la edad. Cuando era presidente él tenía 56 años y yo apenas ando llegándole a los 40 y ese periodo de diferencia es importante, porque finalmente le quita madurez al papel.

— ¿Cómo eran esos días en el foro de rodaje?
— Era impresionante ver que mi comportamiento, con el maquillaje y todo, ya no era mío, sino de “Presidente”. Era de calladitos todos. Un día que estábamos en el despacho presidencial llegaron algunos medios (de comunicación) y empecé a bromear con ellos, pero como mandatario. Les decía que quién los había invitado al despacho y esas cosas. Creo que era creíble, porque se ponían serios.

— ¿Será un Díaz Ordaz humano?
— La historia no se centra sobre Díaz Ordaz, que es un personaje fundamental en ese contexto histórico. Lo que se va a ver son decisiones políticas importantes tomadas desde su despacho presidencial, con Luis Echeverría, que era el secretario de Gobernación. No se va a ver su familia ni otros aspectos. Aunque por ahí habrá una escena donde está tomando una decisión en el campo de golf, es una forma irónica de decir cómo pensaba por un país, jugando.

— ¿Crees en los políticos?
— (Risas) Me ha tocado darle clases a algunos de ellos, en términos de oratoria. Ellos trabajan con la credibilidad del discurso, la emoción, y en algunas ocasiones me han pedido que les diga cómo pararse en el escenario, cómo dirigir la mirada al auditorio.

— ¿Y son buenos actores?
— Deben estudiar mucho.
Síguenos en

Temas

Sigue navegando