Entretenimiento
Regreso al futurismo
Centenario del movimiento que exaltó la belleza de las máquinas
"Un coche de carreras cuyo capó adornan grandes tubos como serpientes de aliento explosivo, un automóvil rugiente que parece cabalgar sobre metralla es más bello que la Victoria de Samotracia", resumía el "Manifiesto futurista", que fue el gran aporte de Italia al arte del siglo XX.
No había lugar a dudas: el futurismo nacía con la vocación de arrollar todo lo que simbolizaba la citada escultura clásica: la tradición. Y en especial la tradición política y artística. Los nuevos cachorros de la velocidad buscaban abolir el pasado mediante el vértigo de la aceleración y los prodigios de la tecnología, como el automóvil, el avión y la ciudad industrial. También a través de la violencia y la guerra. En definitiva, exaltaban la victoria del progreso tecnológico sobre la naturaleza.
Velocidad, dinamismo, acción y modernidad son las palabras claves del futurismo, que declara la guerra abierta al formalismo y al academicismo en el que estaba sumergida una Italia, en gran parte aún campesina y analfabeta, que seguía con dificultad y retraso los grandes terremotos por los que atravesaba el arte figurativo europeo, desde el impresionismo hasta el cubismo.
Fue un programa que dio una pátina cultural al fascismo italiano, pero también legó una rica producción cultural en la que no solo se incluye el propio Marinetti, sino también la pintura de Giacomo Balla y la poesía y el teatro de Vladimir Mayakovski.
Una de las ciudades que lo vio nacer, Milán, lo conmemora por todo lo alto. "Con el futurismo, Milán se presenta a sí misma. En Milán, el futurismo nació hace 100 años como el producto artístico natural de una ciudad dinámica e innovadora", ha manifestado la alcaldesa de la capital lombarda, Letizia Moratti.
"Milán, cuna del futurismo, es hoy como entonces centro de innovación y laboratorio de ideas. La creatividad y la vivacidad, que hicieron nacer aquí el movimiento, figuran hoy entre los recursos más importantes, no solo de la ciudad, sino de todo el país", ha añadido.
Nombres propios
Giacomo Balla, Umberto Boccioni, Carlo Carr, Gino Severini y Fortunato Depero son algunos de los nombres señeros del futurismo, todos sometidos a la férrea férula de Marinetti, que decreta sin piedad la pertenencia o no al movimiento. Todo se vuelve futurista en los años que preceden a la Primera Guerra Mundial, vista como la ocasión ideal para acabar con un modo antiguo de concebir el arte. De 1910 a 1914 se adhieren al movimiento pintores, escultores, músicos, arquitectos, fotógrafos y escritores.
Como un reguero de pólvora, el movimiento se difunde en toda Europa, llegando hasta la misma Unión Soviética, donde Stalin lo ahogará sucesivamente, en nombre del realismo socialista.
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