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Niños al poder del libro

La lectura y la cercanía con el libro rinden los frutos más sólidos cuando se presentan en las edades más tempranas.

Los antecedentes nacionales y las particularidades legislativas del estado de Jalisco permiten observar que las políticas culturales se han estructurado bajo un perfil visionario, es decir, en la búsqueda por conjuntar acciones de los dos más grandes ámbitos formativos, como son la educación y la cultura, y por ende, guardan como destinatario, como beneficiario de esa política pública, al niño y al joven.

La constante preocupación estatutaria por dar un carácter didáctico y de fomento a la responsabilidad del Estado en materia cultural, así como la necesidad por fortalecer los valores culturales en la población, obliga a repensar las acciones que hasta el día de hoy se vienen desarrollando en cumplimiento con lo establecido en la ley.

El anteponer a la población infantil y juvenil de Jalisco como destinatario de la política cultural, coincide no sólo con la letra de una legislación visionaria, como parece ser la nuestra, sino que coincide también con la naturaleza de los antecedentes nacionales en la materia y con los ideales y convicciones de ilustres jaliscienses como el mismo Agustín Yáñez, quien fungiendo como gobernador de Jalisco, encabezara una verdadera “cruzada” para fomentar el hábito de la lectura entre los más chicos, con la construcción de la primera en su tipo, Casa de la Cultura Jalisciense.

Y en ese sentido, el padre Armando González Escoto se suma cuando afirma que “la preocupación por la formación del pensamiento sigue siendo una constante, máxime el impacto que los tiempos actuales están teniendo en los jóvenes, orientándolos más hacia el desarrollo de las actividades técnicas, que hacia el pensamiento abstracto, a la vez que dificultando todo proceso que exija una disciplina integral”.

Las políticas culturales, hoy por hoy, exigen un replanteamiento. Si las responsabilidades esenciales del Estado en materia cultural son las de preservar el patrimonio, estimular la creación, fomentar lo popular y lo indígena, propiciar la educación y la investigación, promover y difundir, así como fomentar la lectura y el libro, se requiere que ante esos lineamientos y estrategias de acción, se priorice como destinatarios al niño y al joven.

La lectura y la cercanía con el libro rinden los frutos más sólidos cuando se presentan en las edades más tempranas. Tanto la legislación local como los retos marcados en el rubro permiten vislumbrar que el esfuerzo porque los más jóvenes lean ha sido una convicción y un ejercicio con los que se ha logrado conquistar mejores niveles de vida social.

La Ley Orgánica del Estado de Jalisco otorga a la Secretaría de Cultura, entre otras muchas facultades, la de “llevar a cabo las acciones encaminadas a la promoción y difusión de la cultura y de las bellas artes”; asimismo le encomienda “coordinar, organizar, dirigir y fomentar el establecimiento de bibliotecas y hemerotecas no escolares, videotecas, filmotecas y cualquier otro medio de divulgación cultural”.

A decir verdad, no se encuentra, ni en la memoria de los más viejos, ni en la historiografía local, un antecedente significativo en fomentar el hábito de la lectura después del gobierno de Agustín Yáñez. Hace falta un compromiso, real, de esa magnitud.

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