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Necesitamos ver historias. Necesitamos vernos: Joaquín Cosío

Un actor que se interesa en la ficción, que se planta en un escenario y que trabaja al tiempo que se divierte

GUADALAJARA, JALISCO (17/FEB/2012).- Oriundo de Santiago Ixcuintla, Nayarit. Uno de los rostros más queridos del cine mexicano, respetado en el medio por colegas y artistas, Joaquín Cosío ha sido Rubén Mascarita en Matando cabos (trabajo que lo nominó al Ariel), también Cochiloco en El infierno y Chucho en Pastorela. Menos conocida es su labor en el teatro, donde ha sido dirigido por Luis de Tavira y David Olguín, ni más ni menos. Un actor sólido, que este 2012 estará muy activo en teatro y el público podrá verlo en varios trabajos cinematográficos: Las paredes hablan con  un guión de Carmen Boullosa y La vida precoz y breve, dirigida por Mandoki. Es casi tan optimista y amoroso con el tema del arte y el cine, como tan descarnado y realista con el patio de su casa que es México.

— Me atrevo a decir que eres uno de los rostros más representativos del cine mexicano ¿eso te implica alguna responsabilidad?

— Créeme que no me considero representante de nada. De veras. Y mi única responsabilidad es disfrutar mi trabajo e intentar hacerlo lo mejor posible. Creo que ésa es la fórmula: si me divierto la gente se divierte: y no creo que te puedas divertir si disfrutar se convierte en una responsabilidad.  

— ¿Cuándo decidiste ser actor?


— No tuve un momento específico en el que tomara la decisión, por un azar muy afortunado entré al taller de teatro de la preparatoria –tendría unos 17 años– y de pronto ya estaba montando una obra. Desde entonces no he dejado de actuar.  En realidad lo que estudié fue Ciencias de la Comunicación. Y de eso viví hasta que vine al Distrito Federal. Hice todo, hasta periodismo. O sea que casi somos colegas.

— ¿Cine para qué?

— ¿Para qué lo hago? Para divertirme, para disfrutar. ¿Para qué se hace cine? Porque es implícito a la actividad humana moderna. Porque es un arte, una necesidad colectiva. Necesitamos ver historias. Necesitamos vernos.

— El Patio de tu casa es México, ¿cómo está ese patio?


— De cabeza, con manchas de sangre, huele a corrupción, huele a que hay muchas cosas descompuestas. No soy optimista en ese sentido. Me duele profundamente México y me indigna saber que hay responsables específicos y concretos de tanta catástrofe. ¿Y dónde están? En sus escondites, en sus oficinas, seguros, protegidos…

— ¿Este 2012 te veremos en la pantalla grande?

— Proyectos hay muchos, digamos que estamos cerrando algunos. Hay teatro, más cine. Televisión incluso. Y películas tengo por estrenar dos –no sé cuando se estrenan– Las paredes hablan de Antonio Zavala con un guión formidable de Carmen Boullosa. Y La vida precoz y breve de Sabina Rivas que dirigió Luis Mandoki. Una película dura con mucho trabajo detrás. Y una tercera que ya se ha proyectado en algunos festivales, una película que quiero mucho, El mar muerto de Ignacio Ortiz.

— ¿De qué nos está hablando el cine mexicano?, ¿hay cine mexicano?

— Creo que está hablando de todo. Hay desde comedias románticas hasta películas tan extraordinarias como Año bisiesto. Hay un cine hablando de nuestra realidad inmediata: Miss Bala por ejemplo. Hay comedia y buenísima. Hay cine de animación como Juan Escopeta, una película animada también muy fuera de lo ordinario. En fin, hay cine de todo y de buena factura.

— ¿Cómo vislumbras a la televisión?

— Como un medio que tiene que transformarse. Un medio impresionante por sus alcances, necesario, pero que tiene que modificar sus contenidos. Un medio que los mexicanos necesitamos –es indispensable en casa– pero que inevitablemente tiene que abrir sus horizontes y sus expectativas.  Es un medio fabuloso que va a mejorar notablemente en los próximos años.

— ¿Qué historias te interesa contar?, ¿te interesa contar historias?


— Me interesa contar lo que ocurre a alguien que se llama Personaje (con mayúscula). Me interesa que se sienta y que se vea lo que le ocurre a un ser humano que está inmerso en una serie de circunstancias. Obviamente estos sucesos se han de llamar historia o narración, pero lo que más me interesa es entrar a la dimensión de un ser vivo al que la vida lo sacude de una manera u otra. Acercarme a su respiración, a su pensamiento, a su habla, a su manera de andar…

— Ser actor en un país como el nuestro ¿qué implica?


— Incertidumbre antes que nada. Somos un gremio bastante golpeado. Ciertamente que en muchas ocasiones los mismos actores somos responsables de nuestra mala reputación. Pero en realidad somos una comunidad entrañable y muy activa. Pero hay que aprender a vivir como actor. Las ofertas de trabajo van y vienen, las productoras cada vez quieren pagar menos, en fin, es un medio inestable. Pero claro, da recompensas y las más de las veces de tal grado que ahí estamos: siendo actores en un país como el nuestro.

— ¿Dónde te ves en cinco años?

— Donde mismo: trabajando. Feliz. Actuando.

— ¿Quiénes son los mejores actores de este país?

— No creo en la categoría Mejor. Me suena a deporte, a salto de garrocha o maratón. Creo en el trabajo de los actores y en su experiencia. Creo en la persistencia y la pasión, creo en el amor profundo a los personajes. Y conozco trabajos espectaculares de Damián Alcázar –que siempre sorprende– de Daniel Giménez Cacho, Jesús Ochoa, Julieta Egurrola, Enrique Arreola, Arturo Ríos. La lista es afortunadamente muy larga. Tenemos actores que constantemente realizan trabajos formidables y muchos.

— ¿Quiénes son los grandes protagonistas de este 2012?

— ¡Pero si apenas empieza! No sé si te refieras a las elecciones donde los protagonistas van a ser los ciudadanos indudablemente. De ninguna manera los políticos –si acaso AMLO–. Pero bueno ahí esta Demián Bichir, ¿qué te parece? Y seguramente continuarán siendo los protagonistas de este pobre México, los activistas marchando y defendiendo las causas de todos. Pero de cualquier manera me parece muy pronto para augurar algo.

— ¿Sí se irá a acabar el mundo?, ¿o quizá seamos mejores personas?

— No. No se va a acabar el mundo y no seremos mejores personas. ¿Por qué habría de acabarse y por qué habríamos de ser mejores?

— Lo más bonito de nuestro país, lo que hay que nombrar para ser mejores, para hacer florecer las esperanzas...

— Su gente, sus creadores, sus trabajadores: los que aportan algo a la menoscabada alegría de nuestro país. Llámense artesanos o artistas o cómicos o bailarines o cineastas o alfareros o cocineros o músicos o poetas…

— ¿Qué tan importante es la música para ti como actor?, ¿te sirve para crear?, ¿música o palabra, qué prefieres?

— Es una pregunta muy complicada: la música es intangible y abstracta –al menos para mí–  y además existe de múltiples y diversas facetas. Pero para mí, en mi vida diaria, es necesaria, indispensable. Me provoca, me estimula. Me entusiasma las más de las veces. Y ¿música y palabra? Las dos son lo mismo: la música es palabra y viceversa. Son indisolubles. Y no exagero: ve el Siglo de Oro: teatro, acción, ¡en verso! Y el verso no es otra cosa que música. Hablamos musicalmente incluso: nuestra respiración alcanza un cierto fraseo que nos otorga una cierta cadencia…

— Contar historias nos sirve para...

— Vivir. Para soportar la realidad nada mejor que la ficción, y eso lo dicen muchos.

— Nombrar las cosas nos sirve para...

—  Reconocernos o mejor dicho para inventarnos, si no nombramos las cosas nada existe, no hay nada antes del verbo

— ¿Amar?, ¿actuar?, ¿pelear?

— Todo y al mismo tiempo.

— Compártenos tus sueños...

— No puedo, porque los sueños son muy personales y las más de las veces imposibles: de qué sirve decirte que sueño con un México sin violencia, donde recuperemos la tranquilidad y la alegría de la vida en común… Que sueño que desaparezcan los políticos imbéciles y ambiciosos, cínicos… Que sueño un país con administradores honestos, capaces, preocupados por servir… De nada. No sirve de nada.

Dolores Tapia
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