Entretenimiento
Nadie me ha dicho qué debo hacer: Fey
Con las riendas de su carrera en las manos,asumiendo errores y aciertos, la cantante prepara una nueva etapa profesional
María Fernanda Blázquez Gil (mejor conocida por su nombre artístico: Fey), marcó con su sonido la década de los años noventa. Y vaya que su huella era profunda. Era difícil, casi imposible, que el antro de moda no tocara sus canciones. Sin importar si eran fanáticas de su música o no, niñas y jovencitas desde la primaria hasta la preparatoria emulaban su look: camisa a cuadros, una chamarra de mezclilla, la dona del cabello en la muñeca y tenis bien limpios.
No es coincidencia que “pop” y “Fey” tengan tres letras. Es allí donde la vocalista cosechó (y sigue cosechando) sus principales éxitos, con discos como Fey (1995), Tierna la noche (1996) y El color de los sueños (1998).
Pero a diferencia de otras figuras de ese género, la cantante le ha dado una y otra vez golpes al timón de su carrera. En su mejor momento, a finales de los años noventa, ella decidió experimentar con la electrónica en su cuarto disco, Vértigo, una placa de buena recepción crítica pero catastrófica a nivel de ventas, tanto que le costó salir de la disquera.
Ese no fue el único tropiezo en su carrera, pero si algo ha demostrado la intérprete capitalina es que sabe levantarse de cada trago amargo que se interpone pone en su carrera. Hoy promueve su disco Primera fila, un recorrido por sus principales éxitos, y en entrevista expone su esencia como artista pop, sus planes a futuro y deja en claro que la única que tiene el volante en su carrera es… Fey.
—Independientemente de tu música, la aportación que hiciste a la cultura popular mexicana sigue presente, ¿te cayó el veinte de todo el peso que tienes en el día a día de la gente?
—Suena chistoso, porque sigo sintiendo que fue ayer, pero no, ya pasaron algunos años de que comenzó todo eso (risas). Me siento muy afortunada de ser parte de la historia de tantas personas, de las vidas, del enamoramiento, del truene, de la fiesta, de las amigas que se volvían locas cantando La noche se mueve (risas).
—Mucha gente te ubica por el pop, pero hubo un momento (después de “El color de los sueños”, 1998), donde comenzaste a experimentar con otras corrientes sonoras, ¿por qué?
—Fue inevitable. Era una necesidad interna brutal por reinventarme, por tocar otros mundos, otros sonidos, otras cosas y, entre ellas, la necesidad de componer, sacar lo que tenía, de decir quién era yo como artista. Tenía que demostrar muchas cosas en una etapa extraña de mi vida, donde el cambio se volvió una necesidad.
—En ese momento, ¿no te dio miedo perder presencia en la radio, por modificar de forma tan brusca tu sonido?
—No pensé en las consecuencias a nivel comercial o a nivel proyección. No me importó, realmente lo hice para mí en ese momento y egoístamente. Mi cuarto material, Vértigo (2002), fue un disco del que ahora me dicen “es que te adelantaste 10 años en lanzarlo, porque ahora sí está de moda lo electrónico” (risas). Pero para mí fue natural, fue el tipo de música que me latió, que amé, que me metí a componer y sencillamente lo disfruté como nada en la vida.
—La crítica considera a “Vertigo” como tu mejor material, el más arriesgado, pero comercialmente tuvo pocas ventas comparado con los tres anteriores, ¿no te quedó esa sensación de que le faltó mayor exposición ante la gente?
—“(Silencio) Después de que lo acabé, pensé que me podía morir tranquila (risas). Lo amé, lo parí. Comercialmente hay discos que se vuelven mucho más fáciles de enseñar, que le gustan más a la gente. En cambio, cuando haces ese tipo de discos, con un corte más independiente, como Dulce tentación (2009), la gente lo percibe como si te hubieras ido, y no, estás allí, pero haciendo otra cosa.
—En 20 años de carrera exploraste varios géneros sonoros, ¿dónde te sientes más cómoda hoy?
—Hoy me siento cómoda donde estoy, agradeciendo lo que Dios me ha dado, con la oportunidad de hacer lo que me gusta. También me siento en un momento de reinventarme una y otra vez. Siempre voy a ver hacia el futuro, más que hacia el pasado. Me estoy despidiendo de una etapa con Primera fila, lista para darle la vuelta a la página y entrar en una nueva etapa en mi carrera.
—Algunos artistas desarrollan una relación complicada con sus canciones cuando éstas se vuelven demasiado populares. ¿Llegaste a aborrecer a alguno de tus temas o sentir que ya no podías encontrar forma de reinventarlo?
—La verdad, me pasó algo al revés. Me sucede con Azúcar amargo. Es inexplicable cómo después de tantos años, (salió en 1996), todavía es capaz de emocionarme, siempre. Cada vez que la escucho, desde la primera tonada de esta canción, así sea en sonido futurista, acústico, electrónico ¡la amo!
Es una canción que se apodera de mí y me vuelve a transportar a donde ella quiere, entonces yo “flojita y cooperando” (risas). Me hace sacar toda la energía, amo cómo la gente comienza a bailar (en este punto de la entrevista, Fey emula la coreografía de la canción).
—¿Es la “cómplice sonora perfecta”?
—Sí, creo que sí. Y varias, hay otros temas que cada día los voy entendiendo más, y las voy queriendo más. Ahora entiendo muchas cosas mejor. Yo siempre he dicho lo que me ha gustado. Muchas veces la gente tiene la percepción de que como artista pop te dicen qué hacer o qué decir. A mí nadie me ha dicho qué hacer (risas), ni mis papás cuando estaba en la escuela. Todo lo que he hecho en mi carrera, lo correcto o equivocado, lo he hecho por decisión propia.
JOYAS OCULTAS
Sus preferencias
Fey recién presentó en Guadalajara el tour ''Todo lo que soy'', un recorrido sonoro por sus principales éxitos. Y aunque en el concierto están presentes todos los hits que marcaron la carrera de la intérprete, eso no significa que estén todas las canciones que le gustan.
“Hay canciones que me gustan y no entran en el show. Por ejemplo, Vértigo fue la primera canción que compuse, es una canción muy interna, muy personal, que es difícil interpretar en el exterior, y no suelo interpretarla en directo”.
Otro tema que es complicado que entre en el repertorio en vivo de Fey es “El color de los sueños, que es una canción que me regaló José Ramón Fernández. Es muy padre, tiene una letra impresionante y un lenguaje muy bello, nunca fue un sencillo, pero me encanta. Se quedó como parte de mi historia”.
Síguenos en