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Mitchell: llevar ''El Atlas de las nubes'' al cine era una tarea muy ''difícil''
Tras el estreno de la adaptación cinematográfica, el escritor asegura estar satisfecho con los resultados
De ahí que se muestre más que satisfecho con el trabajo hecho por los hermanos Wachowski.
"Han hecho una estupenda película, diferente en algunos aspectos del libro", pero con algunas ideas -como que algunos actores interpretaran varios papeles- que considera "audazmente inteligentes", explica pausadamente en una entrevista telefónica desde Irlanda.
Pese a considerar muy difícil la adaptación de "El Atlas de las nubes" (Duomo Ed.), Mitchell (Southport, 1969) apenas se inmiscuyó en el desarrollo de este filme, ya estrenado en varios países. "Vi que los directores se manejaban muy bien y realmente no me necesitaban", recuerda el escritor, que se sentía cómodo en un segundo plano porque se considera "un novelista y no un guionista".
"Fui al set de rodaje e, incluso, aparezco en el filme, en apenas 3 segundos", recuerda Mitchell divertido. Pero eso fue todo en una película protagonizada por Tom Hanks, Halleh Berry, Hugo Waving o Susan Sarandon.
Un filme largo, complejo y con soberbias ambientaciones, que se basa en un libro que Mitchell comenzó a escribir como un desafío a su curiosidad.
"Quería saber si era posible o no si un libro con una estructura tan loca podría funcionar". Seis relatos que se desarrollan en momentos muy distantes en el tiempo: el siglo XIX, comienzos del siglo XX, la década de los setenta o el futuro más tecnológico.
"Soy muy impetuoso y pese a la posibilidad de desperdiciar los tres siguientes años o de que el proyecto pudiera dañar mi carrera, sólo podía pensar en escribir y en el desafío técnico que suponía".
El resultado ha merecido la pena, incluso aunque Mitchell tardara más tiempo del previsto en acabarlo, lo que le ha llevado a darse cuenta de que la edad no perdona y que hace diez años hubiera escrito mucho más rápido. "Es cuestión de edad. Ahora te miras en el espejo y ves ahí a tu padre", añade socarrón.
Aunque considera que ahora escribe mejor. "Sigo aprendiendo, es algo genial de la escritura, te pasas tu vida aprendiendo a escribir mejor, nunca acabas de aprender. Aprendo todo el tiempo, a cómo ser un mejor escritor, cómo evitar los clichés, cómo trasladar lo que hay en tu cabeza a un texto de la forma más efectiva para el lector, cómo convertir en palabras esas imágenes que tienes en tu cabeza", reflexiona sobre un oficio que le apasiona.
"Siempre quise ser escritor, desde que era un niño. Pasé la época de escribir poesía cuando era adolescente, y en la mitad de los veinte me di cuenta de que el talento no es suficiente, de que se necesita disciplina para escribir un libro. Así que dejé de ver la tele y de salir para dedicarme a escribir", comenta.
Pasaba las noches escribiendo y los resultados acompañaron. "Ghostwritten" (1999), "number9dream (2001); "Cloud Atlas" (2004), "Black Swan Green" (2006) y "Mil otoños" (2010) lo atestiguan.
Satisfecho de todas ellas, lo que le resulta más gratificante es "escribir una frase bien compuesta", así como la posibilidad de que las novelas tengan "tantas versiones como lectores", son "ambiguas".
"En cierta forma -agrega- las películas son más dictatoriales, sólo permiten una versión, y las novelas son más democráticas". Aunque hay grandes filmes que logran superar eso.
Y cita uno, "El laberinto del fauno", de Guillermo del Toro, una historia que mezcla fantasía y política, que es precisamente lo que Mitchell está haciendo en la novela en la que ahora trabaja y que tiene que entregar en junio.
"No se parece a 'El Atlas de las nubes'. Tiene algo de fantasía en su corazón y política en la cabeza. Es una combinación volátil porque en el momento en el que la fantasía aparece en la ficción, te arriesgas a que invalide la parte política", dice.
Algunos escritores hispanoamericanos lo han hecho muy bien, como Gabriel García Márquez y su realismo mágico, pero lo que puede ser "convincente" en Colombia no lo es tanto en el Reino Unido, asegura.
Un nuevo proyecto en el que, como siempre, tiene que "sudar y sangrar un poco" porque "cuando lees un libro sabes perfectamente si el escritor ha sufrido", afirma rotundo.
Y una de las partes más duras es la construcción de los personajes de cada historia.
Para lograrlo, escribe cartas de los personajes hacia él, en las que describe su educación o su falta de ella, lo que piensan del dinero, de Dios, del trabajo, del sexo, religión, espiritualidad, familia, incluso la muerte y el lenguaje.
Lo que hay debajo de cada personaje es lo que convence al lector. Sus contradicciones, que les hacen humanos, sus incongruencias que los acercan al lector.
Mitchell explica el proceso con pasión y con devoción por la escritura. "Si no escribiera no sabría qué hacer", afirma con voz profunda.
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