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Más sketch que ópera

Crítica de la Opera Santa Anna POR JAIME GARCÍA ELÍAS

De Rossini decían sus críticos que era capaz de ponerle música a una lista de ropa para lavar. De Carlos Fuentes, sus mejores amigos estarán celebrando que en la novela y en el ensayo dejara constancia de sus dotes de escritor. Porque como libretista de ópera, tal vez se hubiera muerto de hambre.

Su “Santa Anna”, estrenada el 20 de noviembre en México y anoche en Guadalajara, en el marco de los homenajes que la FIL dedica a su autor con motivo de su octogésimo aniversario, fue ópera en cuanto híbrido de teatro con música. En lenguaje estrictamente teatral, estuvo más cerca de la farsa que de las bellas artes... y varias veces resbaló estrepitosamente hasta el terreno del sketch carpero.

Tratada con misericordia, por el respeto que Fuentes merece, su “Santa Anna” difícilmente será algo más que una “Ópera efímera”, al modo del célebre mural ídem perpetrado por José Luis Cuevas hace medio siglo. Si el libreto de “Santa Anna” denota un concepto equívoco, demasiado laxo, de lo que es ópera, la partitura, musicalizada por José María Vitier, coqueteó entre el “sound track” cinematográfico y el tema musical de telenovela.

El público que casi llenó el Teatro Diana, también fue piadoso. Hubo un par de salvas generosas de aplausos, para recompensar el evidente esfuerzo de los cantantes (Fernando de la Mora, Lourdes Ambriz, Grace Echauri, Verónica Alexanderson y Hernán del Riego). Hubo quienes decidieron que en la televisión había opciones mejores, y abandonaron la sala mucho antes del final.

De lo rescatable: el intento (nada original, por lo demás: el teatro y el cine se le anticiparon) de entender a un hombre complejo; casi el prototipo del anti-héroe mexicano; algunos retazos de la historia, a manera de colcha de parches, hilvanados con postales folkloristas; la iluminación, la escenografía y el vestuario; algunos pasajes—esporádicos y discontinuos, lamentablemente—, propicios para el lucimiento de las voces...

Lo más lamentable, que el intento de retrato no llegó a boceto. Se quedó en caricatura, y gracias. Moraleja de la historia: “Señor Fuentes..., a sus zapatos”.

Jaime García Elías
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