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Marco Antonio Muñiz, ícono del romanticismo

El intérprete ofrece hoy dos conciertos con los que se despide, en familia, de los escenarios

GUADALAJARA, JALISCO (26/MAY/2012).- Aquí comenzó la historia. En su Guadalajara natal, de la que salió para probar suerte cuando sólo tenía 13 años y emprendió un viaje con rumbo a convertirse en artista. Con un dejo de melancolía a casi siete décadas de iniciar una prolífica y limpia carrera artística, la decisión de El lujo de México para alejarse de los escenarios es irreversible. Pero su motivo es poderoso: desea tomarse el tiempo para disfrutar de su familia, y aunque no descarta publicar un libro con sus memorias o un disco con sus canciones favoritas, se enfoca en el presente, para brindar su impecable voz de barítono y derrochar sentimiento hasta la última pieza que interprete.

A sus 79 años, Marco Antonio Muñiz guarda un recuerdo especial de Guadalajara, y es por ello que ofrecerá hoy un par de conciertos dedicados especialmente a la tierra que lo vio nacer, cantando a dueto con sus hijos Jorge “Coque” Muñiz y Toño, así como con su nieto Axel. Un legado de tres generaciones al micrófono que prometen una velada inolvidable en el Teatro Diana.

— Ahora que inicia su gira de despedida, ¿cómo define esta etapa de su vida, de su carrera?

— En este momento, todo un cúmulo de sentimientos me aprietan, me angustian. Estoy lleno de nostalgia, lleno de nervios, lleno de tristeza, y al mismo tiempo lleno de agradecimiento por tantos años que me han permitido vivir de esta profesión.

— Con una trayectoria de tantos años y tantos conciertos, que ha vivido todo tipo de experiencias ¿todavía se pone nervioso El lujo de México?

— Me pongo nervioso cada vez antes de salir a cantar, desde que me acuerdo. Las horas anteriores de salir al escenario las he sufrido durante toda mi vida. Hasta la segunda o la tercera canción, cuando empiezo a sentir el resguardo del público, es cuando me compongo, tomo confianza y comienzo a labrar un show más.

— ¿Por qué elegir este momento para decir adiós?

— Estoy en muy buenas condiciones, no es por ninguna enfermedad. Es tiempo para disfrutar de la vida, de la familia, a la que tengo que dar las gracias, pues la tuve que dejar durante muchos años en casa, porque siempre andaba corriendo y volando de un lado a otro.

— Cuando mira hacia atrás ¿qué le ha dejado su carrera?

— Una vida llena de diferentes colores, al final, haciendo cuentas, soy muy afortunado porque la vida me ha tratado muy bien. Por llegar a mi edad, tengo la suerte de seguir en condiciones de estar trabajando. Momentos inolvidables están impregnados en mis recuerdos, y ha sido de todo un poco lo que me ha pasado en esta vida, he tenido grandes satisfacciones, he trabajado en lugares que ya quisieran muchos compañeros haber tenido esa suerte. He tenido fracasos y problemas físicos fuertes. Pero lo más importante, tengo una familia, una esposa, hijos, un compromiso con la vida y con toda la gente que me rodea.  

— ¿Tiene alguna deuda consigo, le hizo falta cumplir algún sueño?

— Tenía una curiosidad, un anhelo muy grande de pisar un escenario al que, según los críticos en el mundo, le llaman el templo de la música: el Carnegie Hall en Nueva York, y el año pasado logré mi propósito que por tanto tiempo vi inalcanzable.  

— ¿Se imagina su vida sin la música?

— Si hubiera tenido alguna oportunidad de hacer otra cosa, hubiera cambiado todo por el gusto de cantar. No me imagino ni como ingeniero, ni como doctor, mucho menos como político. Dios me mando este don y lo he aprovechado al máximo, pues me abrió horizontes que nunca imaginé.

— ¿Qué es lo que más disfruta de la música?

— El poder cantar y complacer al público, del que estoy muy agradecido por tanto cariño y amor que me han dado por todos estos años.

— Por la huella que ha dejado en la escena mexicana es muy querido y respetado por todos.

— Sí, respetado, pero no sé si por viejo o por cantante (risas).

— ¿Qué es lo que más va a extrañar de los escenarios?


— Te lo digo luego, ya que los extrañe. En este momento no pienso mucho en eso.

— ¿Qué significa estar de regreso en Guadalajara?

— Regreso al nido que me vio nacer, regreso a recordar mi barrio en Mexicaltzingo, a mis padres, a mis hermanos que ya se me fueron, tantos recuerdos de mis amigos de infancia, y al público que ha sido tan generoso conmigo cada vez que vengo a esta ciudad.

— ¿Cómo ve a las nuevas generaciones de artistas?

— Estas nuevas generaciones tienen la obligación de hacer cambios, porque el oído baila como van caminando los años, pasa un ritmo y luego otro, sobre todo para los más jóvenes. Falta calidad de interpretación y letras más poéticas. Hay cantantes de esta nueva generación que ya no tienen los valores ni la dedicación para amar y entregarse a la carrera del canto. También, desafortunadamente, se ha perdido el romanticismo, muchas costumbres muy bonitas como las serenatas.

— Se va Vicente Fernández, ahora usted anuncia su retiro, otros intérpretes de su generación como Armando Manzanero, Alberto Vázquez y Enrique Guzmán resisten, ¿los ve retirándose pronto también?

— Todavía tienen pila, pero tal vez muy pronto, aunque yo ya estaba cantando cuando nacieron artísticamente todos los roqueros. El que más o menos lleva el mismo recuento de profesión es Armando, el talentoso chaparrito, que encuentra todavía una inspiración maravillosa y la juventud lo sigue cantando por estos días.  

— ¿Qué viene para Marco Antonio Muñiz?, ¿cuáles son sus planes?

— Todo a su tiempo. No sé qué va a pasar, todavía estoy pensando qué voy a hacer después de mi última actuación, pero mientras tanto, sigo rodando todavía, estoy en plena condición para seguir trabajando, sin duda, soy muy afortunado.

Para saber
En pie de lucha


Marco Antonio Muñiz inició su carrera cuando tenía 13 años. Viajó en una caravana artística de Guadalajara a Ciudad Juárez.

Su pimer sueldo fue de 15 pesos.

Participó en los tríos Los Brillantes, Culiacán y Los Tres Ases.

Siempre se ha concebido como un intérprete, no como un compositor.

En 1963 participó en la cinta La bandida, al lado de María Félix.
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