Entretenimiento
Lucía Méndez defiende a pulso ser una diva con trayectoria
La actriz pertenece a la época de las grandes figuras que resaltaban por su talento y no por los escándalos
teatro, melodramas y el nuevo formato en México que cada día cautiva a más seguidores: las series de televisión.
La fuerza de su personalidad y el candor propio de la juventud que la catapultó a la fama, cuando en la década de los setenta fue rostro de El Heraldo de México, fueron elementos que ayudaron a la construcción de su popularidad.
“Me he aventado retos muy fuertes: mujeres aguerridas, de corazón noble, de ésas que rompen esquemas y han sido un parteaguas; y hoy por hoy se recuerdan muchas de mis novelas”.
Lucía Méndez pertenece a la época de las grandes figuras que resaltaban por su talento y no por los escándalos —que, dicho sea de paso, se han vuelto el pan de cada día en el entretenimiento mexicano—. Es la misma estrella quien comparte que hoy es más importante saber si una luminaria salió ebria de una fiesta que si consiguió una nominación al Grammy.
Al preguntarle a Lucía si considera que faltan cantantes y actrices que tengan el mismo ímpetu que ella y otras luminarias que surgieron hace cuatro décadas. La intérprete responde que hay talento, pero el sistema ha cambiado. “Yo tuve la gran ventaja de tener una época de oro en la que era muy importante tener una nominación al Grammy americano, tener una estatua en el Museo de Cera de Hollywood, trabajar con Anthony Quinn o tener un Disco de Platino”.
Libre de encasillamientos
Su trabajo en la pantalla chica la posicionó como una de las protagonistas favoritas de las telenovelas, siempre como “la buena” de la historia; sin embargo, ha sido en los últimos años que se permitió descubrir a la villana que lleva dentro en proyectos como ''Mujeres asesinas'' y ''Esperanza del corazón''. “La transición la he vivido siempre, porque todos mis personajes rompen esquemas, desde muy joven hice ''Colorina'' que era un papel de primera actriz a los 20 años, ''Diana Salazar'' con poderes y que tenía los ojos rojos y amarillos, o ''Lucrecia Duprí'' que fue un personaje de humor negro que me costó mucho trabajo hacer, cometía maldades para que la gente se riera, me dieron el Premio Bravo como la Mejor antagónica del año y de verdad que lo recibí con mucho gusto porque había momentos en los que me ponía muy nerviosa de no saber cómo hacer que la gente me quisiera cometiendo fechorías”.
Lo único que tiene claro la intérprete es que el “no puedo” no es parte de su diccionario, menos cuando ha forjado su carrera a pulso. “Tengo personajes muy disímbolos, lo más padre de mi carrera es que he podido ser camaleónica y versátil. (...)Es padre y bonito, hay momentos en que sí es duro, pero creo que la mujer es muy valiosa y sobre todo es el hecho de no venderle tus sueños a nadie.
GUADALAJARA, JALISCO (31/AGO/2013).- Lucía Méndez se define como una mujer que rompe esquemas y que tiene siempre el objetivo de posicionar su trabajo en el gusto del público. Su vida en la actuación y en la música son prueba de ello: ha destacado en cine,
La fuerza de su personalidad y el candor propio de la juventud que la catapultó a la fama, cuando en la década de los setenta fue rostro de El Heraldo de México, fueron elementos que ayudaron a la construcción de su popularidad.
“Me he aventado retos muy fuertes: mujeres aguerridas, de corazón noble, de ésas que rompen esquemas y han sido un parteaguas; y hoy por hoy se recuerdan muchas de mis novelas”.
Lucía Méndez pertenece a la época de las grandes figuras que resaltaban por su talento y no por los escándalos —que, dicho sea de paso, se han vuelto el pan de cada día en el entretenimiento mexicano—. Es la misma estrella quien comparte que hoy es más importante saber si una luminaria salió ebria de una fiesta que si consiguió una nominación al Grammy.
Al preguntarle a Lucía si considera que faltan cantantes y actrices que tengan el mismo ímpetu que ella y otras luminarias que surgieron hace cuatro décadas. La intérprete responde que hay talento, pero el sistema ha cambiado. “Yo tuve la gran ventaja de tener una época de oro en la que era muy importante tener una nominación al Grammy americano, tener una estatua en el Museo de Cera de Hollywood, trabajar con Anthony Quinn o tener un Disco de Platino”.
Libre de encasillamientos
Su trabajo en la pantalla chica la posicionó como una de las protagonistas favoritas de las telenovelas, siempre como “la buena” de la historia; sin embargo, ha sido en los últimos años que se permitió descubrir a la villana que lleva dentro en proyectos como ''Mujeres asesinas'' y ''Esperanza del corazón''. “La transición la he vivido siempre, porque todos mis personajes rompen esquemas, desde muy joven hice ''Colorina'' que era un papel de primera actriz a los 20 años, ''Diana Salazar'' con poderes y que tenía los ojos rojos y amarillos, o ''Lucrecia Duprí'' que fue un personaje de humor negro que me costó mucho trabajo hacer, cometía maldades para que la gente se riera, me dieron el Premio Bravo como la Mejor antagónica del año y de verdad que lo recibí con mucho gusto porque había momentos en los que me ponía muy nerviosa de no saber cómo hacer que la gente me quisiera cometiendo fechorías”.
Lo único que tiene claro la intérprete es que el “no puedo” no es parte de su diccionario, menos cuando ha forjado su carrera a pulso. “Tengo personajes muy disímbolos, lo más padre de mi carrera es que he podido ser camaleónica y versátil. (...)Es padre y bonito, hay momentos en que sí es duro, pero creo que la mujer es muy valiosa y sobre todo es el hecho de no venderle tus sueños a nadie.
Síguenos en