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Los hijos del metal le rinden culto a Megadeth

La agrupación se presenta ante el público tapatío con su nuevo material llamado Th1rt3n

ZAPOPAN, JALISCO.- (21/SEP/2012).- A Dave Mustaine le perdonan todo los fanáticos de Megadeth. Su enemistad con medio mundo del heavy metal. Sus desplantes de divo sobre el escenario. Las adicciones que ensombrecieron su carrera. Su mal carácter. Todo eso fue nada. Todo desaparece en un instante. Porque cuando toma una guitarra, como lo hizo ayer en el Auditorio Telmex, se transforma en un "dios del rock". Un ser capaz de exprimir todo tipo de emociones a las cuerdas. Un músico que puede levantar de sus asientos a los fans más añejos y a los más jóvenes por igual.

Guadalajara recibió el último concierto de la gira latinoamericana de Megadeth. Cinco mil personas se dieron cita en el coloso de Periférico Norte, que se cimbró ante la potencia sonora del thrash metal. Y Megadeth recibió este espectáculo como "una revancha". Mustaine no olvidó que el año pasado la agrupación anglosajona se presentó en un concierto masivo de bandas en Calle 2 "y tuvimos muchos problemas, errores técnicos que no nos dejaron dar el show que queríamos. Y ahora estamos aquí, para tocar mucho y desquitarnos", dijo ante el público jalisciense.

La agrupación llegó con el disco Th1rt3n bajo el brazo. Pero la noche se completó con los grandes éxitos del conjunto, que cuenta con un vasto arsenal de temas de los cuales echar mano. Hangar 18, Skin o' my teeth y Symphony of destruction fueron algunas de las piezas que brotaron de los instrumentos del cuarteto. Siempre potentes. Siempre estridentes. La ovación por parte del público fue constante. No hubo espacio para silencios en un show dominado por toda la parafernalia metalera: luces brillantes, cabelleras largas, gritos ensordecedores y cervezas volando.

Al final, Megadeth deja un buen sabor de boca y una colección de estampas que se llevan sus fans en la memoria. Un espectáculo que demuestra que incluso un corazón de acero es capaz de latir, si se le aplica una fuerte dosis de metal.

EL INFORMADOR / Francisco González Rodríguez
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