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Los Anteojos de Baskerville

Las economías creativas

a semana que termina fue escenario de dos importantes reuniones en el país. La primera, denominada "Compartir el patrimonio cultural intangible, narrativas y representaciones", se realizó en el Centro Cultural Santo Domingo, en Oaxaca, como parte del seguimiento a la Convención sobre el Patrimonio Inmaterial y contó con la participación de especialistas de diversos países del mundo. La otra tuvo lugar en el Museo Nacional de Antropología e Historia, con la participación de las máximas autoridades culturales del país y de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE) y con la cultura y el turismo como ejes centrales.

En la primera se hizo un recuento crítico de la Convención sobre el patrimonio inmaterial, particularmente sobre cómo debe enfrentarse en la actualidad la protección y la promoción de las comunidades receptoras de este tipo de patrimonio. Se habló de la necesidad de dejar atrás las enunciaciones y enfrentar retos tales como la homogeneización de los diversos universos simbólicos del mundo. Un punto de convergencia fue la integración de los catálogos de patrimonio cultural intangible, que permita ver la gran riqueza que tenemos y generar conciencia al respecto.
En la segunda reunión se puso el énfasis en la cultura y el desarrollo.

Ambas citas abordaron dos de las tres dimensiones de la cultura, la simbólica y la económica. La primera orientada a preservar la identidad, la diversidad y pluralidad, así como a garantizar la libertad creativa. La segunda, al análisis de sus costos y a su valor de cambio. Una perspectiva desde la cual los productos y servicios son objeto de intercambio comercial, aunque cabe aclarar que si bien la cultura sirve para el comercio, no es un bien comercial. Es aquí donde entra en función la dimensión que no fue analizada en dichos espacios, la jurídica, encaminada a la protección del derecho a crear, difundir y recibir símbolos e información. Esta dimensión es la que protege el derecho a la identidad cultural, al patrimonio cultural material e inmaterial y a la diversidad cultural.

Es de fundamental importancia en este tipo de reuniones hablar de economía y cultura desde sus tres dimensiones para entender mejor no solo su relación, sino también el equilibrio que debe existir entre la venta de bienes y servicios simbólicos y el intercambio y diálogo entre culturas; entre la rentabilidad económica y la promoción de la creatividad, de la producción, de la protección y el consumo del patrimonio cultural. Solo a partir de sus tres dimensiones quedará clara la relación entre la satisfacción del interés personal del mercado y la satisfacción del interés colectivo del Estado, la relación entre tecnología, pluralidad y multiculturalismo.

Hablar hoy de economía y cultura desde esta perspectiva, es hablar de distribución, exhibición, difusión y comercio de bienes simbólicos e informativos; de nuevas tecnologías de la información para la promoción y preservación de la cultura; de economías creativas promotoras del consumo y un uso social de los bienes simbólicos que encierran industrias como la del turismo cultural; de políticas culturales que garanticen el desarrollo y el mejoramiento de la calidad de vida de los ciudadanos. Es necesario comenzar a desarrollar estos temas, si lo que se busca es que el turismo no termine adaptando los bienes culturales al consumo, uso y disfrute solo de extranjeros. Si lo que se busca es que las economías creativas sean vistas como el motor del desarrollo y no como el combustible.
 
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