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''La señora presidenta'' a escena... otra vez
Gonzalo Vega regresa con su famosa obra después de recibir un susto por un diagnóstico médico errado
El actor le toma la llamada a EL INFORMADOR de buen humor. Suena sonriente a través del auricular, despejando de inmediato la fama de “duro” que le han formado otros medios. Dice que está feliz. “Despertar todas las mañanas es formidable, más cuando estuviste enfermo, instantes en los que uno cierra los ojos pensando que se acabó la luz, pero no. Aquí sigo”.
Gonzalo Vega vivió en 2011 una pesadilla que bien podría ser el guión de una película de terror. Fue diagnosticado erróneamente con leucemia en Houston. Regresó a México pensando en que iba a morir, sumido en una severa depresión, cuando los doctores de nuestro país le dieron “la segunda opinión”: No tenía nada. El diagnóstico había sido erróneo.
Mucho se perdió en ese periplo. Con la salud quebrada y la mente hundida en un caso introspectivo, a Gonzalo Vega hubo un sentimiento que jamás lo abandonó: El amor por la actuación.
Vega regresa a Guadalajara con La señora presidenta, obra de presencia casi eterna en la cartelera mexicana, que se montará en el Teatro Galerías los días 14 y 15 de febrero.
La “eternidad” en el medio teatral mexicano es una rareza, tomando en cuenta que son pocas las obras que logran sobrevivir más de 12 meses en los escenarios, pero “La señora presidenta” puede presumir de tener 20 años de éxito. La palabra “adiós” es una de esas que borró de su diccionario mental. Ahora está concentrado en vivir.
Hace 20 años, “La señora presidenta” ya estaba en las carteleras de teatro mexicanas. Dos décadas después, permanece y sigue convocando al público, ¿cómo se explica ese fenómeno?
“La verdad, en un principio nunca pensé que la obra tuviera el potencial que tiene, y que ha sido este interactuar con el público de acuerdo a lo que va pasando en nuestro país, donde han ocurrido hechos que jamás supuse que pasarían”.
¿Los políticos siguen siendo la materia prima para hacer el guión?
“No es una obra que sea de política. Es una obra que habla de sexo. Y la política la han fabricado un poco nuestros brillantísimos partidos y toda la gente que ha estado al frente de nuestro país durante tantos años. Desde Salinas de Gortari hasta Peña Nieto, han tenido sus particularidades. Y han despertado en mí la inquietud de hacer una sátira, con un humor que el público ha aceptado muy bien.
Por otra parte, el sexo es algo que siempre nos mueve, y ahora que va a ser 14 de febrero, pues es muy oportuno hacer la obra y darle alguna sugerencia al público que asista (risas)”.
No cualquiera aguanta tanto tiempo en un proyecto, por más exitoso que sea, ¿dónde adquirió usted su disciplina histriónica?
“Cuando yo comencé a estudiar, estaba inmerso en una búsqueda personal de qué hacer con mí vida. No es como hoy, existen escuelas de actuación por todos lados, y en las televisoras se forman grandes filas de gente que aspira a cantar o actuar. Eso no existía antes. La única forma de ser actor era yendo a la Meca del arte en este país, ¿y cuál es esa? Pues Bellas Artes”.
Haciendo un viaje en el tiempo, a la década de los años sesenta del Siglo pasado, ¿Cómo era estudiar en Bellas Artes?
“Hermoso. En Bellas Artes se podía ser más que un actor. Se podía especializar como bailarín, danza clásica, música, todas las gamas y formas de la actuación. Pero también estudié en la UNAM.
En la Universidad existía la carrera de Arte dramático. Combinaba lo que me ofrecían ambas instituciones. Había maestros extraordinarios, como Alejandro Jodorowsky, Hugo Argüelles, Sergio Magaña, todos ellos maravillosos.
Lo que ellos me enseñaban lo complementaba con lo que aprendía de grandes directores de cine, como Alejandro Galindo, El ‘indio’ Fernández, Rogelio González, Roberto Gavaldón. Fue una formación muy sólida”.
Eso fue antes, ¿cómo es estudiar actuación ahora?
“Hay muchas cosas que cambiaron en el país. Ahora es la televisión la que manda y los actores, o los que pretenden serlo, piensan que se trata de ser altos, guapos, ir al gimnasio.
Creo que actuar es un arte mayor, y quien tiene la verdadera vocación, llega entonces a consolidar su carrera, muchas de ellas muy hermosas. Es gente que si tiene claro lo que quiere ser”.
Si mira atrás y hace un balance de su carrera, ¿se siente orgulloso de todos sus papeles, o hay algunos que preferiría olvidar?
“(Risas) Cuando tienes necesidades económicas, hay que trabajar para pagar la renta, para que no lo corran a uno del departamento (risas), o pagar la pensión de los hijos. Hay cosas que se hacen por dinero, aunque suene mal. Pero bueno, cuando tienes claro lo que quieres en la vida, es más fácil elegir el trabajo, que cuando nada más quieres que te paguen”.
¿Se arrepiente de algo que haya hecho en televisión?
“Yo sería incapaz de hablar mal de la televisión. Yo le debo muchísimo. Se hacen cosas muy respetables, pero también se ha convertido un poco en el refugio de lo ‘fácil’, un lugar donde sólo tienen lugar los guapos, de ojos claros, altos.
Creo que hoy no podrían haber tenido carrera Agustín Lara, Toña ‘la negra’, José Alfredo Jiménez, Lola Beltrán, Lucha Villa, ¡Grandísimos artistas!, pero que no tenían el don de la belleza precisamente”.
¿No ha encontrado en el cine o la televisión alguna propuesta que le interese tanto, como los tiene en teatro?
“Hay un proyecto que me están ofreciendo, pero difícilmente me llena los ojos. Es muy difícil que se ofrezcan buenos papeles a artistas mayores de 60 años en nuestro país. En cambio en el mundo, Robert De Niro no para, Dustin Hoffman no para, Al Pacino no para. ¿Por qué? Porque hay proyectos dirigidos a un público más maduro allá.
Eso no ocurre en México, aunque yo he tenido mucha suerte, porque acabo de hacer dos películas, una de ellas se estrenará en el Festival de Cine de Guadalajara, llamada El niño que olía a pez. No es fácil encontrarlos, pero eso no significa que me hayan olvidado. Sí, si me ofrecen, pero muchas veces no es lo que yo quiero hacer”.
Vamos a hacer un ejercicio de imaginación: Si hicieran una película con su vida, y usted tuviera la posibilidad de elegir el título, ¿qué nombre le gustaría que tuviera?
“Algo así como el Triunfo del espíritu. El triunfo de la vocación, Alcanzar el sueño. Quien no tiene el espíritu para conseguir algo en la vida, como es ser reconocido en el arte, no podría entenderme. Es una lucha cotidiana”.
EL INFORMADOR/ JUAN FRANCISCO GONZÁLEZ
La señora presidenta / Teatro Galerías / Jueves y viernes / Funciones 19:00 y 21:30 horas / Boletos de 200 a 400 pesos
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