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“La muerte” llega esta noche a Mezquitán

Fue en 1984 cuando Ana Luz Navarro tuvo su primer encuentro con La muerte irredenta, de Elia Vargas Sastré

GUADALAJARA, JALISCO.- Fue en 1984 cuando Ana Luz Navarro tuvo su primer encuentro con La muerte irredenta, de Elia Vargas Sastré. La actriz Susana Alexander presentaba el monólogo en algún sitio de la Ciudad de México y en esa ocasión estaba en un programa de televisión promocionando la función.

A Ana Luz Navarro le bastó escuchar una fragmento del trabajo escénico para sentirse encantada por las palabras y la interpretación de la actriz, aunque por aquel año nada tenía relación alguna con el quehacer escénico, despertó dentro de ella el interés por conocer mejor el texto.

Por azares del destino llegó el teatro a su vida, “lo primero que hice fue buscar a la autora y me otorgó los derechos de la obra y en el 95 se estrenó”. El primer espacio que acogió a La muerte irredenta fue el Teatro Jaime Torres Bodet, después el Alarife Martín Casillas y más tarde el Panteón de Belén, donde el monólogo fársico permaneció largo tiempo, aunque tras el cierre de espacio -a causa del desgaste provocado por los recorridos nocturnos-, desde hace un par de años es el área de crematorio del Panteón de Mezquitán, el escenario del montaje.

Ya han pasado 14 años desde aquella primera función y La muerte irredenta de Ana Luz Navarro sigue haciendo de las suyas, asustando a los vivos y bailando entre los muertos.

“Es un reto evitar que se convierta en un cliché, que no en una tradición”, explica Navarro, directora del grupo Teatralerías y actriz de la pieza. “Algunas personas me han dicho que La muerte… se ha hecho tan tradicional como el Día de Muertos. ¡Qué compromiso tan grande tener un calificativo como ese! Que no pierda la frescura el personaje y que a la gente le sigue haciendo reír“.

Y más que reír, La muerte que personifica Ana Luz Navarro arrebata de vez en vez algunos gritos de histeria entre los asistentes, quizá por la cercanía que supone el escenario del cementerio y, ante todo, el ambiente del lugar, la oscuridad y el frío de la noche y los murciélagos que de repente alzan el vuelo sobre los espectadores.

“Es muy diferente (el trabajo dentro y fuera del cementerio). El foro lo convierte más en el espectáculo en sí, y en el panteón -a pesar de que sigue siendo un espectáculo- va más hacia la tradición y la reflexión. Mezquitán está bonito, es un panteón vivo, entre comillas. La gente va más tranquila y cree que no pasa nada, pero sí es un lugar de energías. Y en el teatro está la cajita mágica que nos completa, el monólogo sigue siendo hermoso, pero en el panteón es mejor. (En cada función) el grupo pide permiso a las ánimas que ahí descansan, tratando de no faltarles el respeto. En Mezquitán nos pasa uno que otro murciélago, pero no pasa nada. Nos han dejado trabajar, saben que vamos con respeto”, detalla Navarro.

Sobre el trabajo en sí -es decir, lo referente al contenido de la obra-, es poco lo que se puede cambiar. Así que de acuerdo al momento que atraviesa el país o la ciudad, Ana Luz Navarro va intercalando ideas en el texto. Pero aunque el grueso del trabajo escénico es esencialmente lo mismo que se ha presentado en los 13 años anteriores, “a la gente le sigue gustando. Saben que soy una actriz, no les voy a hacer nada, y al acercarme hay personas que se quitan. Eso te da energía para seguir. Y sobre todo que después de tantos años la gente te busque, no tiene precio.

Mi preocupación es que no se vea acartonada (la obra)”.
La muerta irredenta, cuya duración es de 50 minutos, tendrá solamente ocho funciones: este viernes, sábado y domingo, a las 19:30, 21:15 y 23:00 horas (aunque en la primera fecha sólo se presentará en los dos últimos horarios). El Panteón de Mezquitán se encuentra en José María Vigiñ 1200, casi esquina con Enrique Díaz de León.
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