Entretenimiento
La leyenda musical
Ennio Morricone ha venido a México a refrendar lauros y motivar el reconocimiento a la música de la película
Ennio Morricone, menos conocido que sus creaciones entre las que sobresalen las bandas sonoras para El bueno, el malo y el feo o Cinema Paradiso.
Aunque la fiesta del Oscar le rinde homenaje al tema musical, igual que a otras facetas componentes del Séptimo Arte, no es común el magnificar la figura del creador de la pista musical aunque los años lo hayan convertido en leyenda. Ennio Morricone ha venido a México a refrendar lauros y motivar el reconocimiento a la música de la película, regularmente vista –mejor dicho escuchada- en segundo término; que no por ello menos trascendente en el conjunto de elementos que hacen del Cine un arte de equipo.
Es presumible que la industria cinematográfica esté apelando a dignificar el esfuerzo de sus componentes además de actores, directores y algunos productores quienes ven pasar la fama en un segundo plano hasta en los mismos créditos, que ahora al final de la película pierden un poco del glamour al inicio y en la pantalla completa.
Tinta, papel y espacio electrónico han cubierto ampliamente la presencia de Morricone y es inútil abundar. En todo caso es más propio convidar al consumidor, el público, a que analice y determine el valor artístico de su obra en las películas donde su participación quedó impresa para la posteridad.
Nunca es tarde para enmendar omisiones y la presencia de Morricone deja una estela de fuerza hacia un área fundamental aunque con menos reconocimiento público que otras, y lo que es aún más importante: provocar del espectador mayor atención a los detalles y valores como el vestuario, la escenografía, la iluminación y tantos que hacen éxito o fracaso de la producción ante el público, finalmente juez supremo de la obra cultural que es el Cine.
Dios nos guarde de la discordia.
El tema de fondo es un elemento dirigido al subconsciente. Por lo mismo se percibe, pero no resalta; acompaña insensiblemente, no roba cámara y predice el acontecimiento imaginario, redunda y no molesta. Su trascendencia resurge con uno de los genios del tema musical,
Aunque la fiesta del Oscar le rinde homenaje al tema musical, igual que a otras facetas componentes del Séptimo Arte, no es común el magnificar la figura del creador de la pista musical aunque los años lo hayan convertido en leyenda. Ennio Morricone ha venido a México a refrendar lauros y motivar el reconocimiento a la música de la película, regularmente vista –mejor dicho escuchada- en segundo término; que no por ello menos trascendente en el conjunto de elementos que hacen del Cine un arte de equipo.
Es presumible que la industria cinematográfica esté apelando a dignificar el esfuerzo de sus componentes además de actores, directores y algunos productores quienes ven pasar la fama en un segundo plano hasta en los mismos créditos, que ahora al final de la película pierden un poco del glamour al inicio y en la pantalla completa.
Tinta, papel y espacio electrónico han cubierto ampliamente la presencia de Morricone y es inútil abundar. En todo caso es más propio convidar al consumidor, el público, a que analice y determine el valor artístico de su obra en las películas donde su participación quedó impresa para la posteridad.
Nunca es tarde para enmendar omisiones y la presencia de Morricone deja una estela de fuerza hacia un área fundamental aunque con menos reconocimiento público que otras, y lo que es aún más importante: provocar del espectador mayor atención a los detalles y valores como el vestuario, la escenografía, la iluminación y tantos que hacen éxito o fracaso de la producción ante el público, finalmente juez supremo de la obra cultural que es el Cine.
Dios nos guarde de la discordia.
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