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Kinetoscopio

Pasiones victorianas de ocasión

GUADALAJARA, JALISCO (12/SEP/2010).- Desde 1910 el cine pretende asimilar El retrato de Dorian Gray a los relatos de espanto. La más reciente adición a esa lista, que ya rebasa la veintena de películas en distintos idiomas, es como en otras ocasiones una producción británica. Su director adaptó antes a la pantalla una obra de Shakespeare, y dos del propio Oscar Wilde. La nueva versión gana para la sensibilidad de las generaciones actuales en crudeza de las situaciones escabrosas y verosimilitud de los efectos especiales. No así en fuerza narrativa, encanto, y originalidad visual.

De acuerdo a la tradición la trama sirve para ilustrar algunas ideas con atractivo popular. La noción de que la belleza ofrece una ventaja engañosa sobre la ética, y de que el

desenfreno tarde o temprano acaba degenerando al hombre. Por tal razón vemos al protagonista transformado precipitadamente en un campeón de las artes amatorias, inagotable y sin escrúpulos, mientras que su retrato se aflige, se sacude, y se pudre al punto que le salen gusanos cual si fuera un zombie.  El actor que hace el papel interpreta esos giros del personaje con énfasis de miradas. En su etapa de inocencia abre los ojos desmesuradamente, y en la de depravado inclina un poco el rostro para lanzar vistazos esquivos, y que el fleco caído del peinado le ayude a simular su naturaleza lasciva y perversa. El problema comienza cuando estando en esta última actitud se quita la ropa y debemos imaginar que el cuerpo escuálido que observamos, es un objeto de deseo que ninguna mujer u hombre pueden resistir.  

En el conjunto la película adopta un discurso audiovisual aparatoso, un tanto vació, semejante al de los comerciales de perfumes. Los ambientes son sombríos y sofisticados, abundan los flashback para explicar cosas poco interesantes, como por ejemplo que Dorian Gray en su infancia sufrió abusos, se insertan por sorpresa imágenes que refieren el tormento del protagonista, hay pinceladas de erotismo homosexual, los desnudos gozan de un tratamiento fotográfico glamoroso, y en las orgías la gente viste atuendos ridículos. Es de apreciarse, sin embargo, un toque de novedad en las escenas de más violencia; en vez de las acostumbradas cataratas musicales, tales momentos ocurren con la discreción del silencio. 

Hacia la última parte de la película se confecciona un giro dramático, que conmocionará a quienes guarden un buen recuerdo de la obra literaria original, para desembocar en un final absurdo.

El retrato de Dorian Gray (Dorian Gray), Inglaterra, 2009. Dirección: Oliver Parker; Guión: Toby Finlay a partir de la novela de Oscar Wilde. Actuación: Ben Barnes, Colin Firth, Ben Chaplin, Rebeca Hall, Rachel Hurd-Wood
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