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Kinetoscopio

Celebridad y vida doméstica

GUADALAJARA, JALISCO (08/AGO/2010).- La última estación ofrece una pulcra evocación de época y un conjunto de paisajes fotogénicos. Sin embargo, lo más notable es el retrato que componen los actores de sus personajes. Y me refiero no a  las personalidades que imaginó el director-guionista para interactuar dentro de una anécdota que recurre a situaciones y diálogos a veces poco originales, en particular el bosquejo que hace de los jóvenes Bulgakov y Masha, y el insidioso papel que confiere a Chertov, sino al desempeño histriónico de los dos intérpretes centrales, Christopher Plummer y Helen Mirren, que venturosamente permiten leer en gestos y actitudes específicas la vida que transcurre en los personajes. Él representa a León Tolstoi, ella a Sofía su esposa.

La historia se sitúa en 1910 en los días finales del célebre escritor ruso, que se debate entre dejar los derechos de su profusa obra literaria a su mujer e hijos, o legarlos al pueblo ruso administrados por una organización que fundó y que pregona los ideales que lo obsesionaron en su vejez: una visión cristiana-socialista que aboga por la resistencia pasiva frente a la violencia, la abolición de la propiedad privada, y la renuncia a la sexualidad. La idea de escudriñar esta contrariedad proviene de un autor estadounidense: Jay Parini. Quien fascinado con la literatura de Tolstoi descubrió que alrededor de ese período muchas personas cercanas al novelista mantuvieron un diario en el que relataron qué pasaba en los últimos momentos de la gran figura.

Si bien la película se basa en la novela de Parini, no sigue el mismo enfoque de crear seis testimonios distintos, y el asunto de los diarios se convierte sólo en una pincelada de color dentro de la trama. En cambio lo que la cinta sí articula muy bien, y mantiene siempre presente en un segundo plano, es el nivel de “atención mediática” que pesaba sobre una figura como Tolstoi, al que se observa seguido y vigilado por operadores de cine y fotógrafos, cuál si fuera en ciernes el fenómeno actual de los paparazzi. Para que no quede duda de la veracidad de esa situación el director ofrece evidencias en la secuencia de créditos que cierra. Mientras desfilan los nombres, aparecen también varias de las imágenes cinematográficas originales de esos camarógrafos.

En general la cinta se despliega con buen humor, que no significa bromas y carcajadas, sino una enorme simpatía por los personajes. En el tramo inicial la construcción de las escenas recurre al ritmo de la comedia de costumbres. Un conspirador recluta a un ayudante un tanto ineficaz, y aunque la conversación es seria, el acompañamiento musical salpica picardía. Luego cambia el tono, pero a pesar de la gravedad de los hechos nunca termina por hundir las escenas en el desconsuelo o el aburrimiento.

La última estación (The Last Station), Alemania/ Inglaterra/ Rusia, 2009; Dirección y Guión: Michael Hoffman; Actuación: Helen Mirren, Christopher Plummer, James McAvoy, Paul Giamatti, Kerry Condon
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