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Los riesgos de viajar

Como toda compañía distribuidora de películas que se precie, Corazón Films nos ofrece ahora un ejemplo más de cómo tergiversar el título original hasta volverlo, según su parecer, un nombre de fuerte atractivo. Transsiberian, la producción hispano alemana, hablada en inglés y en unas pocas partes en ruso, acabó bautizada como El expreso de media noche.

Pienso que la traducción no resulta ni siquiera difícil, lo más peliagudo como siempre parece ser el razonamiento de los negociantes, que no acaban de entender que entre la obra y el título hay una relación orgánica que deben tomar en cuenta a la hora de buscarle “gancho publicitario” a sus inventos. Sobre todo como en este caso, para no acabar repitiendo el nombre de una cinta legendaria de los años 80 con la que no tiene nexo alguno. 

El transiberiano es una red de rutas de ferrocarril que une Vladisvostok con Moscú, pasando por el territorio de Mongolia, y que tiene un ramal que desciende hasta Beijing. Fue inaugurado a principios del siglo 20 y el viaje por esa ruta se volvió legendario. Los testimonios de diversos artistas e intelectuales de todo el mundo se encargaron de conferir popularidad y exotismo a ese prolongado trayecto.

La película pone a bordo un matrimonio estadounidense con características psicológicas contrastantes. Él se conduce como un optimista irredento, que vive una felicidad simple y casi inagotable.

Ella, en cambio, fuma con gesto grave, toma fotografías, y luce preocupada o nerviosa, lo que indica que se trata de una mujer compleja. Pero la trama no arranca con la pareja subiendo al tren.

Para sembrar la sospecha y esbozar un clima de amenaza, lo primero que se ve es un crimen. En los muelles de Vladivostok, la policía rusa descubre un asesinato y la desaparición de un cargamento de droga.  
 
El filme anterior del director Brad Anderson, El maquinista (2005), mostró un gusto por el suspenso elaborado a partir de una premisa fantástica.

 Ahora el suspenso proviene de asuntos menos ilusorios, pero igual de hostiles: el territorio extranjero, el idioma ajeno, el contacto con desconocidos. Incluso el clima parece conspirar en contra, un paisaje nevado que da belleza a las situaciones pero también las carga de amenaza. Con esos ingredientes, el viaje no es más que un pretexto para que aflore la mentira y sus consecuencias desastrosas.

Nada mejor que uno de los parlamentos para señalar el peso y la determinación que adoptan los embustes en la vida de los personajes: “En Rusia tenemos un dicho: con mentiras puedes seguir adelante en el mundo, pero ya no puedes regresar”.

 Como de costumbre, el melodrama y el suspenso van bien, juntos. También como de costumbre un epílogo tramposo desbarata la interesante ambigüedad moral que transmitió en algún momento el argumento.

El expreso de media noche (Transsiberian), España/ Alemania, 2008; Dirección: Brad Anderson; Guión: Will Conroy, Brad Anderson; Actuación: Emily Mortimer, Woody Harrelson, Ben Kingsley, Eduardo Noriega, Mara Kate.
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