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Kinetoscopio

Mujeres vs. hombres

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En Solo quiero caminar, su director imagina en el manso rostro del actor Diego Luna las facciones de un torvo asesino con cara de niño. También conjetura que cuatro mujeres de presencia escuálida rebasan en aspereza, y molleras, a una sarta de curtidos rufianes de las más diversas latitudes. Tales supuestos forman el motor dramático que da emoción e impulsa una trama que salta con obstinación de un lado al otro del Atlántico, y de un personaje a otro.

En mucho, la construcción y la apariencia de la película manifiestan una cinefilia recalcitrante que reproduce con astucia, y combina con entusiasmo, una serie de elementos de sus obras admiradas. Desde las primeras imágenes en que vemos a Luna disparar a quemarropa a su víctima en un callejón de la Central de Abastos donde se acumulan miles de huacales vacíos, se nota que su indumentaria no corresponde a ningún deseo verista. Traje y corbata negros le otorgan el aspecto de un personaje salido de los clásicos de Quentin Tarantino: Perros de reserva, Tiempos violentos.

El uso permanente de esas ropas en el resto de la historia confirma la sospecha inicial. Así las citas –que también gustan llamar homenajes- se continúan; La pandilla salvaje de Sam Peckinpah, sirve de tapadera para un robo atrevido, y muy elaborado, a la Rififí de Jules Dassin.

La calificación directa del homicida como “cara de niño” remite a un juego más sofisticado que involucra el recuerdo de Baby Face Nelson de Don Siegel donde también un actor con cara juvenil –Mickey Rooney- interpretó a un delincuente brutal. Luego en una escena aparece al fondo la marquesina destartalada del arruinado Cine Ópera anunciando El samurai, cinta de Jean Pierre Melville en la que Alain Delon hacía el papel de un gatillero a sueldo, tan sereno como perfeccionista.

Esta proliferación de referencias llega al punto de reciclar cosas pertenecientes a la obra anterior del propio director. Gloria Duque, también entonces actuada por Victoria Abril, y que aquí es una figura un tanto secundaria, fue la protagonista de Nadie hablará de nosotras cuando hayamos muerto, primera película como realizador de Agustín Díaz Yanes.

Aunque el pulso narrativo es desigual, y pienso que eso es consecuencia de la existencia de tanto personaje, hay segmentos que alcanzan un buen nivel de suspenso. El primer asalto tiene un ritmo formidable y está resuelto con gran elegancia mezclando unas clases de flamenco con la apertura de una caja fuerte mientras la pandilla de truhanes que supuestamente vigilan, gozan de un partido de fútbol por la televisión. Del mismo modo la insinuación de un efímero, pero intenso, romance en una situación donde la compasión no tiene cabida, parece acertado y conmovedor.

Menos logrado es el bombardeo musical que subraya, separa, o suministra “ambiente” a las escenas. La variedad de melodías y cadencias, es por igual exasperante y aburrida.

Solo quiero caminar, España / México, 2008
Dirección y Guión: Agustín Díaz Yanes
Actuación: Diego Luna, Ariadna Gil, Victoria Abril, Elena Anaya, Pilar López de Ayala.
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