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No es en vano que la mayoría de las informaciones que circulan en los medios respecto a Rudo y Cursi recalcan que los actores protagonistas de esta nueva película nacional son la misma pareja de Y tu mamá también, y que, el ahora director fue de aquella guionista. Digo que no es en vano, porque más allá del objetivo promocional que, suponemos, cumplen esa clase de referencias, de igual modo sirven para anunciar las semejanzas de contenido, estructura y estilo que se pueden encontrar en ambas cintas. Por principio de cuentas el guionista recurre a repetir la táctica de agrupar y aderezar todas las partes del relato mediante la voz de un narrador. Solo que el impersonal comentarista de Y tu mamá también, por esta ocasión sí se convierte en un personaje activo en la trama. Emerge así, la curiosa figura de un argentino dedicado a detectar jóvenes promesas del fútbol en los partidos llaneros, que resulta un contrapeso muy bueno para las excesivas y caricaturescas interpretaciones de la pareja principal.

Los dos personajes centrales son, por su parte, una no muy afortunada mezcla de vicios actorales. Pelar los ojos y falsear acentos son algunos de los recursos fundamentales que los actores protagonistas utilizan para dar naturalidad a unos hermanos crecidos en una zona bananera de la costa del Pacífico. Es evidente que el realizador tiene a esos seres, y al lugar en donde viven, por la ilustración más clara del retraso social que existe en nuestro país. Pero con el fin de no exhibirse como un fatalista irredento les otorga a sus criaturas un rasgo carismático: los vuelve brutos chistosos. Con esos dos cándidos salvajes construye unas aventuras, más pendientes de la comicidad ocasional que de la verosimilitud, que repasan la trayectoria, en clave menos trágica, de Campeón sin corona (1945). En términos dramáticos la moraleja es harto conocida en los melodramas: los personajes son víctimas de su propio éxito.

Como lo hiciera su hermano Alfonso en Y tu mamá también, Carlos Cuarón resuelve la interpretación visual de lo que ocurre ayudado por una cámara móvil que le permite rápidamente cambiar el encuadre, la composición, y captar agitadamente la acción de la escena. El procedimiento uniforma las imágenes sin responder obligatoriamente a una exigencia narrativa concreta en lo que se retrata. En consecuencia por instantes se siente cierta monotonía pues los pasajes humorísticos reciben el mismo trato expresivo que los momentos que representan desdichas, o que aquellos trozos que tratan de confeccionar algún tipo de suspenso. Otros aspectos señalan la mano de un cineasta que prefiere un acercamiento indirecto a los hechos, y con ello intensificar su efecto en el espectador. Es el caso de los momentos cruciales de los partidos de fútbol, y asimismo como el del atentado que sufre uno de los protagonistas.    
Como el público ríe de buena gana la mayor parte del tiempo, puede ser que esta película repita también los altos índices de taquilla.
 
Rudo y Cursi, México, 2008; Dirección y Guión: Carlos Cuarón; Actuación: Diego Luna, Gael García Bernal, Guillermo Francella.
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