Entretenimiento
Kinetos Por: Guillermo Vaidovits
¿Qué pasó?
La película intenta conmover al espectador con preocupaciones de tipo místico, quizá esotérico, sobre la identidad de los seres humanos y, en menor grado, sobre la soledad de espíritu, o algo así. El cóctel sentimental resulta bastante potente, hay tristezas profundas, amores frustrados, anhelos y soledades insalvables. Los personajes se desmayan para luego despertar sabiendo que no son los mismos de antes, sino otros. La nueva presencia habitará ese cuerpo durante un tiempo, y un poco después, sin más, cambiará otra vez de morada. Con cada traslado la conciencia viajera encuentra o la oportunidad de amar, o la de extrañar dolorosamente una de sus situaciones pasadas. El proceso se vuelve inquietante porque no depende de ninguna regla específica, ni el propio relato manifiesta intención alguna de explicación durante un largo tramo. Cuando mucho, el realizador nos da señales de que el cambio es un hecho físico, ya sea por un dije portarretratos que aparece mágicamente prendido al cuello de quien recibe el alma, ó por que imprime en los personajes la necesidades urgente de buscar a un desconocido, ó por que monta, en los momentos en que los actores convulsionan presos de un ataque invisible, una turbulencia en el flujo sanguíneo, mediante imágenes de microscopio donde el torrente de glóbulos rojos se sacude acompañado de sonidos indescifrables.
La filiación del asunto y del tono habrá que buscarla en las obsesiones ocultistas de algunas vanguardias estéticas, así como en la obra de artistas, tanto del siglo 19 como del 20. Las referencias pueden ir desde los cuentos de Edgar Allan Poe, particularmente Ligeia y Morella donde ya se postula la idea de la trasmigración de las almas, hasta el simbolismo y el decadentismo francés, pasando por el surrealismo, y de modo explícito la parte final de la película cita la enigmática vida de Fernando Pessoa, con sus legendarios heterónimos.
En la conclusión, el hermetismo de la intriga se resquebraja y cede a un esclarecimiento medio espeso, no muy convincente y no muy necesario, que más bien suministra el distintivo del pedigrí intelectual que desean lucir los autores. Aún así, la ternura y seriedad con que son tratados tanto personajes como acontecimientos, y la armonía del clima de misterio resultan siempre interesantes, y demuestran la gran capacidad del director para emplear con fines poéticos los distintos recursos expresivos.
La sangre iluminada, México, 2006; Dirección: Iván Ávila Dueñas; Guión: José Ignacio Valenzuela, Iván Ávila Dueñas; Actuación: Gustavo Sánchez Parra, Joustein Roustand, Enoc Leaño, Flor Payán, Jorge Zárate, Joaquín Cossío, Leticia Gutierrez.
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