Entretenimiento
Juan Diego Flórez en el Auditorio Telmex
Dejó constancia de lo que todo mundo sabe: que es un gran tenor y un excelente cantante
Juan Diego Flórez estuvo anoche en el Auditorio Telmex para dejar constancia de lo que todo mundo sabe: que es un gran tenor y un excelente cantante. (Lo cual, aunque parezca lo mismo, no es igual).
El público—que ocupó unas dos terceras partes de las localidades—dedicó las más cálidas ovaciones al cantante. Para el tenor, en la primera parte del programa, hubo palmas tibias, casi de cortesía, a pesar de que hubo espléndidas arias como “Sí, ritrovarla io giuro”, de “La Cenicienta”, de Rossini, “Una furtiva lácrima”, de “Elíxir de Amor”, de Donizetti, y la tarjeta de presentación del tenor peruano: “A mes amís”, de “La Hija del Regimiento”—con sus siete Do agudos—, también de Donizetti.
En la parte complementaria, en cambio, el ambiente fue casi como de palenque, si no en “Aquellos ojos verdes”, “El día que me quieras”, “Júrame” y “En mi viejo San Juan”, sí en el “Medley latinoamericano” que incluyó “Probablemente ya” y “Ay, Jalisco, no te rajes”. Las ovaciones fueron más que merecidas para un tenor ligero en plenitud de facultades, con un timbre brillante, entonación impecable y ausencia de portamentos, y obligaron varios “encore”: “Alma llanera”, “Granada”, “La Flor de la Canela” y “La donna é móbile”, para concluir—cuando se acabaron “las propinas”, como él mismo dijo—, de nuevo con el mosaico latinoamericano.
En un auditorio descomunal, pues, con un programa convencional, con la inevitable sonorización que hace que el sonido se escuche casi como en disco, acompañado por la Filarmónica de Guadalajara, dirigida esta vez por Christopher Franklin, Juan Diego Flórez cumplió—con oficio y calidad, desde luego, pero sin mayores exigencias—, con su presentación en la que (por si algo faltara para echarse a la bolsa a la clientela) llamó “maravillosa, fantástica, bellísima ciudad de Guadalajara”.
EL INFORMADOR/ Jaime García Elías
GUADALAJARA, JALISCO.-
El público—que ocupó unas dos terceras partes de las localidades—dedicó las más cálidas ovaciones al cantante. Para el tenor, en la primera parte del programa, hubo palmas tibias, casi de cortesía, a pesar de que hubo espléndidas arias como “Sí, ritrovarla io giuro”, de “La Cenicienta”, de Rossini, “Una furtiva lácrima”, de “Elíxir de Amor”, de Donizetti, y la tarjeta de presentación del tenor peruano: “A mes amís”, de “La Hija del Regimiento”—con sus siete Do agudos—, también de Donizetti.
En la parte complementaria, en cambio, el ambiente fue casi como de palenque, si no en “Aquellos ojos verdes”, “El día que me quieras”, “Júrame” y “En mi viejo San Juan”, sí en el “Medley latinoamericano” que incluyó “Probablemente ya” y “Ay, Jalisco, no te rajes”. Las ovaciones fueron más que merecidas para un tenor ligero en plenitud de facultades, con un timbre brillante, entonación impecable y ausencia de portamentos, y obligaron varios “encore”: “Alma llanera”, “Granada”, “La Flor de la Canela” y “La donna é móbile”, para concluir—cuando se acabaron “las propinas”, como él mismo dijo—, de nuevo con el mosaico latinoamericano.
En un auditorio descomunal, pues, con un programa convencional, con la inevitable sonorización que hace que el sonido se escuche casi como en disco, acompañado por la Filarmónica de Guadalajara, dirigida esta vez por Christopher Franklin, Juan Diego Flórez cumplió—con oficio y calidad, desde luego, pero sin mayores exigencias—, con su presentación en la que (por si algo faltara para echarse a la bolsa a la clientela) llamó “maravillosa, fantástica, bellísima ciudad de Guadalajara”.
EL INFORMADOR/ Jaime García Elías
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