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Jorge Villamizar, un colombiano errante

El músico visita la perla tapaía para promocionar su disco homónimo

GUADALAJARA, JALISCO.- Errante es la palabra que mejor define a Jorge Villamizar. Su vida tiene una serie de giros impredecibles donde parece que la música es la única constante. Fue cadete naval en Colombia en su juventud, de donde se salió porque “era aburrido y no había mujeres”. Luego experimentó el tocar en bares de Miami, posteriormente lideró al trío Bacilos a la cima de la popularidad y ahora, sólo el y su guitarra se abren paso en las turbulentas aguas del mundo artístico con su disco homónimo, Jorge Villamizar.

A la entrevista llega puntual. Camisa blanca y una suerte de corbata negra. Se sienta en una mesa y duda en pedir algo de comer. Es la viva imagen del artista que tiene que estar en todos los lugares a la vez pero con la cabeza en el estudio de grabación, un poco desaliñado pero de buen humor.

Mientras charla pide de comer pues el hambre lo vence, aunque en ningún momento para de hablar. Se las ingenia para tomarse un café con mucha leche y degustar unos hot cakes con mantequilla. “Aunque no debo ponerles nada, ni miel”, apunta. Por primera vez en muchos días se ve tranquilo, su alma errante encuentra un respiro.

¿Que recuerdas de tu última visita a la ciudad, cuando hablaste con el INFORMADOR ?

“Que todavía no he tocado en el Teatro Degollado (risas), es una zona increíble de la ciudad. Y que se presentaron algunas adolescentes bastante agresivas en el lugar”.

¿Se pagó un precio artístico por dejar a Bacilos?
“Artisticamente el compromiso es solo contigo. Pero también cuesta mucho dinero, sobre todo a las disqueras, que no distinguen entre lo artistico y lo no. El medio es un gran negocio y hay gente que sabe hacer las cosas muy bien y hasta parece artista (risas). Prefiero estar en una búsqueda personal, aunque la gente no este siempre conmigo”.

¿El éxito es extraño?
“Si, es raro. Es que a veces uno tiene miedo al que dirán. Hay toda una ‘costra de pseudo artistas’ preocupados por como se ven las cosas. Al final del día, muchos de esos desaparecen en dos o tres años, se acabaron. Lo que queda la canción, es un ente vivo y sirve para alegrarle la vida a la gente de una manera que no puedes controlar”.

Juan Francisco González / EL INFORMADOR
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