Entretenimiento

Jorge Ortiz de Pinedo, el señor de la comedia

Juventud y trabajo son los regalos que ha recibido el intérprete en su profesión

GUADALAJARA, JALISCO (03/SEP/2013).- Algunas arrugas por aquí, algunas canas por allá, pero conserva la misma esencia. Jorge Ortiz de Pinedo luce como siempre, como si algún capricho le hubiera otorgado el tiempo, si bien no una juventud eterna, sí un lento envejecimiento. ''El secreto es la televisión'', afirma.

''Yo tengo una ventaja sobre otros actores: la televisión. No he dejado de estar nunca en ella'', se jacta en entrevista. No se regodea de ser una estrella de la pantalla chica, pero tampoco oculta su orgullo. Sabe que logró algo que muchos en su generación ahora no tienen: permanencia.

''Todas las semanas, desde hace 50 años, ya sea con un programa, una película, un teleteatro, siempre hay algo donde yo aparezco. ¿Cuál es la ventaja? Que la gente no se ha dado cuenta que ya estoy grande, porque te ven todos los días''.

Pero eso no significa que se la viva a cuadro. Ortiz de Pinedo es uno de los hombres más ocupados en el mundo del espectáculo detrás de cámaras. Los remansos de calma le son desconocidos. Si no trabaja en un nuevo programa, escribe un nuevo concepto o levanta un nuevo proyecto, o quizá está de viaje para hacer promoción al interior del país.

Durante la charla con este medio revela sus otras facetas, las que quedan lejos de los reflectores y se aproximan a lo privado. Deja ver sus filias, sus gustos y sobre todo, su poco explorada faceta como papá.

—¿La televisión es para usted como la ''fuente de la eterna juventud''?

—No la televisión, sino la constancia. Es como cuando se ve a un familiar. No te das cuenta que esa persona tiene tantos años. Por eso ves a tu papá y ni cuenta te das cuándo se quedó pelón. Cuando dejas de ver a alguien mucho tiempo, esos cambios sí son muy claros: que si le salieron canas, que si se restiró.

—¿Y usted no se ha restirado?

—A mí ni tiempo me han dado (risas), porque me ven y me ven desde hace 50 años. He hecho 30 telenovelas, mil programas unitarios, 15 series cómicas, 500 programas musicales, 300 de concursos. Sigo trabajando, y la gente me ve, por eso no sienten que haya envejecido, soy atemporal. La gente recuerda tanto a Cándido Pérez, como Una familia de Diez. Y ahorita ya hablan de Durmiendo con mi jefe, como antes lo hacían con Al ritmo de la noche.

—Hablando de televisión, ¿quién es el mejor comediante que hay, hoy por hoy, en la pantalla chica?

—¿Haciendo televisión? (Raúl) Araiza. Es un comediante impresionante. Graciosísimo, con quien hago Durmiendo con mi jefe. ¿Qué es lo que le veo? Tiene vis (fuerza) cómica, que no todo mundo lo puede presumir. Puedes tener ingenio, estilo, personalidad, etcétera, pero la vis cómica es algo con lo que se nace, y Araiza lo tiene.

—¿Es una época de ''vacas flacas'' para la comedia en televisión?

—No. Siempre hay algo que ver. Por ejemplo, Adal Ramones me parece un excelente improvisador. Extraño mucho su Otro Rollo, me gustaba verlo. Los Mascabrothers, ellos tienen un estilo personal, me parece que lo que hacen es interesante. Pero actualmente no estamos más que (Adrián) Uribe, que es buenísimo; Araiza y yo, claro (risas).

—¿Tiene tiempo para ver televisión?

—No la veo. O bueno, la escribo, la hago, pero la veo muy poco. Veo lo que la gente quiere, lo que me dicen que es buenísimo, y corroboro si está bien escrita, actuada, dirigida. No soy un espectador de diario.

—Cuando tiene oportunidad de verla, ¿lo hace, porque le gusta, o porque es su trabajo?

—Creo que es una obligación, de quienes producimos y escribimos, saber qué es lo que le gusta a la gente. Ahorita estoy viendo La CQ, el programa que produce mi hijo. Me hizo gracia, me gustó. En su momento también vi iCarly.

—Cuesta trabajo imaginarlo viendo ''iCarly''.

—Lo veía, porque tengo un hijo de 10 años de edad, y tengo que enterarme de qué le gusta.

—¿Y le gustó?

—¡Claro! Eso y muchas más. Soy fanático de Bob Esponja, por ejemplo. Creo que tenemos que ver lo que observan nuestros hijos en la televisión. Es irresponsable que los padres no se enteren, o no sepan sobre las aficiones de sus hijos. Hay que verla, compartirla, platicar con ellos de lo que les gusta.

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