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Jesús Ochoa, un verdadero ''Cerdo''

Basada en la novela ''Estrategia para dos jamones'', la obra titulada '''El Cerdo'' está bajo la dirección de Antonio Castro

GUADALAJARA, JALISCO (15/OCT/2012).- Los últimos minutos en la vida de un cerdo... ¿alguien lo hubiera imaginado o reflexionado? Lo más seguro es que no, pero Jesús Ochoa provocó que más de uno se pusiera a pensar en ello. Pero no es un cerdo cualquiera, éste piensa, reclama, llora, ríe, gime, sufre.

Del novelista y dramaturgo francés Raymond Cousse, se presentó la noche del lunes en el Teatro Diana la puesta en escena basada en la novela "Estrategia para dos jamones",  titulada ''El Cerdo'', bajo la dirección de Antonio Castro. Jesús Ochoa representa a un porcino que se prepara para la muerte, en un monólogo que, dentro de su drama, porque precisamente el protagonista hace todo un drama previo al destino que le espera -el matadero-, tiene varios toques de comedia.    

Pese al final que le aguarda, lejos de tener miedo, el animal se muestra feliz de ser sacrificado y convertido en alimento; desde esa serenidad, el cuadrúpedo se convierte sorpresivamente en un filósofo que elabora críticas de la vida, la familia, la política, el sexo, el consumismo.   

Y es que el cerdo se transforma en una metáfora del individuo enfrentado a su propio destino y desde esa perspectiva emprende una reflexión que no deja asunto relevante sin abordar.

La obra se desarrolla desde el hogar del animal, un chiquero, en donde siete focos, una hielera, una cubeta, una cobija y una alcancía de puerquito, son sus únicos compañeros. El Cerdo presiente que se acerca el final cuando su amo ya no le da comida, pues quiere que sus tripas comiencen a limpiarse; es allí donde comienzan los reclamos, comenzando con su castración, lo que le impidió conocer el amor.

"Mi suerte no es mejor ni peor que la de cualquier otro cerdo. Cuando más se nos alimenta en cantidad y en calidad, mejor para todos", dice el reflexivo animal que no veía más allá del campo, el chiquero y el matadero.

El cerdo vivía en una superficie de 16 metros, no necesitaba más, vivía con austeridad, incluso pensaba que tener la puerta abierta no representa ninguna tentación y así le reprocha al matapuercos, recordando que una vez lo tentó de esta manera; con ello, se exponen las limitaciones de los seres humanos.

Asimismo, el porcino vivía con mucha pasión, defendía su libertad de cómo quería vivir, comer, actuar, pensar, incluso morir. Exponía su derecho a ser feliz a partir de sus decisiones. Decía ser un cerdo común y corriente.

Su locura comienza a ser mayor, cuando llega la hora de la cena y nuevamente lo dejan sin alimento. Poco a poco la angustia empieza a hacer mella en él, lo que lo lleva a darse un baño de lodo -escena en la que los asistentes de las primeras filas terminaron salpicados- en busca de serenidad.

Pero no lo logra tranquilizarse, el animal llega a un momento de éxtasis donde exige ser sacrificado con dignidad, pidiendo que le degollen con un corte fino y que ni una gota de su sangre se desperdicie.

Y grita desesperadamente "quita este cáliz de mí", mientras el protagonista se jala los cabellos, que para ese momento ya estaban embarrados del lodo con que se bañó. Finalmente, logra calmarse, pero para voltearse boca arriba y decir "tomad y comed, todos de mí, jamón, chorizo, chicharrón...".

Al concluir la puesta en escena, asistentes al Teatro Diana aplaudieron de pie al actor, en reconocimiento a la calidad histriónica de Ochoa, que terminó con amplia sonrisa y un saludo dirigido a sus amigos "chivas" y "atlistas", pero sin olvidar su grito de guerra con un "¡arriba el América!".    

Para saber
La obra tuvo momentos de interacción con el público, resaltando uno en el que Jesús Ochoa bajó del escenario y corrió entre las butacas; en otro, tomó un poco de agua y el restante lo tiró a los espectadores.

EL INFORMADOR / RODRIGO V. MEDERO
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