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Ignacio Solares recibe el Premio Fernando Benítez

El homenaje este año es para Ignacio Solares, actual director de la Revista de la Universidad

GUADALAJARA, JALISCO.- Este año, el Homenaje Nacional de Periodismo Cultural Fernando Benítez, que se entrega en el marco de la FIL de Guadalajara desde 1992, es para Ignacio Solares, actual director de la Revista de la Universidad, quien declara que literatura y periodismo, "son facetas inseparables de mi vida".

El ejercicio literario ha sido el mecanismo mediante el cual Solares (Ciudad Juárez, Chihuahua, 1945) intenta disipar las preocupaciones religiosas y místicas que le han acompañado desde la infancia.

Ignacio Solares recibió una formación católica con la orden de los jesuitas que le marcó profundamente. De niño, cuenta que se encerraba en el sótano de su casa a ejercer ese íntimo trabajo que es la literatura y se cuestionaba a sí mismo sobre la existencia de Dios. A los 20 años le entregó a Luis Spota el primer artículo que vería publicado.

Posteriormente, se desempeñaría como director del suplemento La Cultura en México de la revista Siempre!; jefe de redacción de la revista Plural; colaborador de Diorama de la Cultura, Hoy (nueva época), La Cultura en México y Quimera, entre otras publicaciones.

En su creación literaria, hay obras donde se fusionan el periodismo y la literatura: Delirium tremens (1979) uno de sus primeros textos, que sería el inicio de su posicionamiento en las letras mexicanas, es un franco reportaje donde el autor reúne 110 testimonios de alcohólicos recluidos en sanatorios psiquiátricos. Además, en un ejercicio por llevar a la realidad literaria el trabajo periodístico, publicaría El espía del aire (2001), una historia que transcurre en la década de los 40 y que narra la investigación de un reportero obsesionado por encontrar a la dueña de una credencial perdida.

En su polifacética literatura, Ignacio Solares ha indagado en el misticismo de personajes históricos en novelas como Madero, el otro (1989), La noche de Ángeles (Premio Literario Internacional Diana/Novedades 1991) y la pieza de teatro El jefe Máximo (Premio Julio Bracho 1992); asimismo, en las teorías psicoanalíticas de la expresión del la parte inconsciente de la mente en títulos como Cartas a una joven psicóloga (2000) y la pieza La moneda de oro ¿Freud o Jung? (2002)

En la edición de este año de la FIL, Solares presenta su más reciente título, Cartas a un joven sin Dios, donde regresa a la duda religiosa que ha regido gran parte de su obra, y se alista para recibir este premio, uno de los galardones más importantes del periodismo latinoamericano.

Usted recibe un premio que se ha otorgado a personajes fundamentales para el ámbito de la cultura mexicana ¿en qué lugar se siente más cómodo en lo personal, en su faceta de escritor o de periodista?
-Son facetas inseparables ya, porque las empecé juntas. Fui jefe de redacción de la revista Plural con Octavio Paz a los 25 años; a los 29 me encargaba de Diorama de la cultura y publiqué mi primera novela, así que ambas facetas son complementarias. No podría haber una sin la otra. Este premio que se me otorga significa mucho, pues es el reconocimiento a una vida de trabajo, que además me entrega un jurado conformado por los ganadores anteriores: Carlos Monsiváis, Elena Poniatowska, Vicente Leñero, José Emilio Pacheco, Raquel Tibol y muchos más...

¿Cómo conlleva sus convicciones religiosas en el medio del periodismo cultural, que es por lo regular un ambiente agnóstico?
-Es que yo soy un escritor creyente y no un creyente que escribe. Soy antieclesiástico. Todo lo que esté contra la iglesia yo lo apoyo. No se puede apoyar a quien está a favor de que prolifere el SIDA. Mis mejores amigos son ateos porque me identifico más con ellos que con los creyentes. Acabo de presentar un libro aquí en la FIL, Cartas a un joven sin Dios, donde le hablo de manera ficticia a un muchacho que tiene inquietudes sobre este tema.

¿Cómo coexisten en usted sus facetas de escritor y periodista?
-Para mí, la labor editorial es una maravilla. Hoy tengo a mi cargo la Revista de la Universidad y es un trabajo que me encanta. Normalmente escribo por las tardes y por las mañanas soy editor. Mi día se divide en dos partes complementarias.

¿Cuáles son los legados que más valora del trabajo de Fernando Benítez, que da nombre al premio que recibe en la FIL?
-Nos abrió el camino. Imagine que usted va en una selva donde se desbrozan las zarzas... recuerdo que en mi niñez un día mi padre llegó a casa con un ejemplar del suplemento La cultura en México; entonces se me abrieron los ojos a la literatura mexicana. El legado de Fernando Benítez es fundamental para nuestra labor.

¿Cuál es su balance personal del periodismo mexicano que se realiza el día de hoy?
-Indudablemente hemos progresado. Si usted mira hacia atrás verá que la cultura es hoy mucho más protagónica. Me preocupa que a últimas fechas se hayan recortado las secciones culturales; que ahora se pasan al final, se les esconde o se incluyen en sociales. Importan más los calcetines del pianista que el concierto que dio. Hay por ahí un periódico que renunció a su suplemento cultural. La violencia que vivimos ahora en este país y que nos invade en las primeras planas de los periódicos es un veneno. El contraveneno a eso, el antídoto, se llama cultura.
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