Entretenimiento
Héctor Bonilla es su propia leyenda
El actor deja patente su calidad al ofrecer una actuación llena de matices y emociones
El papel exige todo del actor. Las armas para sacarlo adelante son mínimas. Una puesta básica con algunos enceres repartidos a lo largo del escenario.
Una iluminación discreta y un vestuario que consiste en un vestido negro y un collar de perlas. Es todo. El monólogo requiere, además, una enorme concentración por parte del histrión, y en el caso de Yo soy mi propia esposa, la obra fue escrita por Doug Wright para no darle un solo segundo de reposo al protagonista.
La aduana se antojaba complicada para cualquier artista que aceptara el papel, pero Héctor Bonilla no es cualquiera. La capacidad del actor de desdoblar su voz, personalidad, gestos y movimientos en cada uno de los diversos personajes mantuvo maravillados a los asistentes de las dos funciones que ofreció la obra ayer por la noche en el Teatro Galerías.
Bonilla dota a Charlotte de un velo de humor negro, mismo que corre sobre una personalidad marcada por múltiples tragedias. El personaje es un travesti alemán cuya mayor lucha es la sobrevivencia diaria durante la dictadura militar de Adolfo Hitler y la posterior ocupación soviética y la implantación del comunismo.
Sonrisa y silencio
Héctor Bonilla se come el escenario de principio a fin durante la puesta en escena. Su capacidad interpretativa deja claro el porqué la obra fue aplaudida de pie durante su tránsito comercial en la Ciudad de México. Y si bien la entrada al Galerías fue floja en la primera función, también merece un aplauso el público asistente, que en esta ocasión guardó un sepulcral silencio para seguir la producción, e incluso brillaron por su ausencia los inoportunos tonos de celular que suelen aparecer en todo momento, en especial, durante los más dramáticos. Todo esto permitió que la puesta en escena fluyera de forma correcta.
Al final, queda la estampa de una historia donde los juicios sobre el actuar bien y mal se mezclan, aunque dejan espacio para una gran reflexión: ¿Qué tanto debe sacrificar un ser humano para alcanzar la felicidad? La sonrisa de Charlotte, enmarcada en el rostro de Bonilla, parece seguir buscando la respuesta.
Lo destacado:
* Héctor Bonilla y el equipo de producción, la obra fue bien cuidada y transcurrió sin fallos técnicos.
* La gente, que se portó de forma correcta, respetó los tiempos del receso e incluso fueron pocos los que llegaron tarde.
* El tráfico que se genera fuera del Teatro a la llegada de los espectadores y al final de las funciones sigue siendo un problema sin resolver que ya alcanza décadas.
* Héctor Bonilla demostró una soberbia ejecución actoral al interpretar a Charlotte von Mahlsdorf, en el monólogo Yo soy mi propia esposa.
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