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Gonzalo Vega, “Yo inventé a Marta Fox”

Entrevista con Gonzalo Vega el creador de “La Señora Presidenta”

CIUDAD DE MÉXICO.- El actor Gonzalo Vega estudió actuación en el INBA y en la UNAM. Fue novillero y alternó con Manolo Martínez. Hizo teatro clásico y comercial, protagonizó películas memorables, fue galán de telenovela y alcanzó la independencia y el confort cuando se topó con “La señora presidenta”.

¿Sería torero si reencarnara?

Eso lo viví y me gustó mucho, pero me quité a tiempo. Hay un dicho que dice: “El toro de cinco y el torero de veinticinco”. Ahora estoy con el ganado.

¿Es muy sufrido criar toros bravos?

Económicamente, sí.

¿Y las mentadas y los gritos de ¡suegro!?

También, ja, ja. En mi caso hay que agregar que no falta en la plaza el grito mordaz de “¡Señora presidenta!”. Yo lo tomo con buen humor.

¿Está cercano el fin de la fiesta brava?

Ya es una pieza de museo. Para ver una corrida como debe ser, tienes que ir a Madrid o Bilbao. Lo que hay en nuestro país da vergüenza, y no se diga en la Plaza México.

¿Perdió el piso con la fama de la tele?

Yo ya era una cobija muy meada cuando llegué a la televisión. Había hecho mucho teatro y estelares en cine.
Pierdes el piso cuando te gana más la fama que el éxito. Ser famoso es muy fácil, hasta Pati Chapoy es famosa.

Éxito es que la gente salga de su casa, se meta al tránsito pesado, busque estacionamiento y te vea en el teatro.

¿Sigue viva la “Señora presidenta” luego de cinco mil funciones?

Voy a ir al norte a una pequeña gira. En el DF no tengo los medios para hacer promoción. Necesitaría que me invitaran a programas de televisión, y no tengo el humor para estarlo pidiendo, ni paciencia.

¿Está vetado en las dos televisoras?

Yo creo que sí… ¡afortunadamente!, ja, ja, ja.

¿En su última telenovela tenía todo, excepto un buen papel?

Exactamente. Se inician los proyectos sin historia, sin pies ni cabeza y luego quieren mantenerlos a fuerza. Hay mucha mediocridad y te llevan entre las patas.

Una pregunta malinchista. ¿Qué tal trabajar con Saura?

 
Él era un poco un inventillo, pero se sabía rodear de gente valiosa.

“Bodas de sangre” se hizo gracias a Antonio Gades y Cristina Hoyos; ella ha bailado en esta casa. Saura no tiene ni idea del flamenco. Con Carmen pasó lo mismo. Cuando vino a filmar Antonieta, ¡imagínate el concepto que tenía de México!

Para mí fue una experiencia bastante mediocre. Luego hice algo mejor: “Al otro lado del túnel”, de Fernando de Armiñán, con Fernando Rey y Maribel Verdú; fuimos a Berlín y fue un fracaso estrepitoso. Ahí acabaron mis ínfulas de salir de México.

¿Se apanicó cuando leyó en el guión de Hermosillo que Isela Vega lo penetra?

Siempre he sido un actor que toma riesgos, y eso se lo debo al toro. Yo estaba haciendo teatro en Bellas Artes cuando Julissa me invitó al “Show de terror de Rocky” para hacer un travesti con mallas negras; acepto y es un exitazo.

Igual pasa cuando Ripstein me dice que tengo que besar en la boca a Roberto Cobo en “El lugar sin límites”; y en el caso de Hermosillo, con “Las apariencias engañan”, pues ahí de plano me puse de pechito.

Cuando empecé esta carrera, mi objetivo era ser versátil y lo logré; pocos actores pueden hacer un día el Tenorio y, al otro, La señora presidenta. En televisión también he tomado riesgos, como el personaje de “En carne propia”, con aquella mano de fierro tan celebrada que hasta una cumbia me hicieron.
Era gran guiñol.

¿Qué le aprendió a Raphael en la telenovela Donde termina el camino?

¡A Raphael! Pues yo creo que a jotear para luego hacer La señora presidenta.

Quienes no han visto esa obra piensan que trata de política, ¿no?

Sí. Muchos creen que yo tomé el papel de Marta Fox, pero fue al revés. Yo la inventé a ella, y a la presidenta chilena, y a la argentina.
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